Max
Intentar correr parecía una idea idiota a este punto. En especial cuando llegaron al menos diez guardias de turno que nos rodeaban con pistolas. Joshua y yo apenas tuvimos tiempo de soltar las hojas y alzar las manos en señal de inocencia.
Era como una escena de película de acción donde los protagonistas se veían en problemas y no tenían más opción que correr. Lo íbamos a intentar, pero la pistolas nos asustaron. Joshua me detuvo poniéndome detrás de él. Miró con seriedad a los guardias como si tuviera la situación controlada.
—¡Al suelo!
Joshua les dio una sonrisa amable.
—Tranquilos, no hay porqué alterarnos. ¿Saben quien soy?
Uno de los guardias lo miró con cara de pocos amigos. Alzó los hombros y negó con la cabeza.
—¿Por qué habría de conocer a un ladrón de pacotilla?
—No soy ningún ladrón, mi nombre es Joshua Lyle. Soy director general de la empresa, deberías saberlo.
Sonaba demasiado tranquilo para estar siendo amenazado por una decena de guardias y sus armas apuntándole.
El hombre de antes soltó una risa.
—Si claro, niño bonito y yo soy Joe Biden.
Joshua puso sus ojos en blanco.
—No tengo nada que ocultar.
—Si realmente fueras el director general, ¿por qué entrarías a escondidas a aquí si cualquiera puede darte acceso? —intervino otro de ellos.
Joshua se quedó en silencio, al parecer su seguridad se fue al caño. Ya no tenía un argumento válido para eso.
—Y la teñida esta, ¿quién es? —me señaló el primero.
Me había olvidado de ponerme la gorra de nuevo, mi cabello azul caía desordenado. Lo miré con cara de pocos amigos, ¿quién se creía ese?
—¿Disculpa?
—No hay necesidad de... —comenzó Joshua, pero fue interrumpido.
—Se parece a tristeza de la película esa que le gusta a mi hija —se burló el segundo. El primer guardia se echó a reír.
Abrí mi boca dispuesta a pelear con ellos, pero Joshua me tomó de la muñeca para detenerme. Mientras, los otros dos seguían hablando y uno de ellos llamó a la policía.
Tuve que apretar los dientes mientras íbamos a la salida, donde ya nos esperaba una patrulla. Por su puesto que Joshua actuaba como si fuera de la realeza, no se quejaba y acataba todas las órdenes de aquellos guardias groseros. Para mi sorpresa, quien lideraba esa patrulla era Pablo.
Alzó una ceja al verme, nada sorprendido.
Los guardias nos empujaron dentro del auto.
—Adiós, les irá mejor en el bote —comentó entre risas.
Joshua y yo nos quedamos en la parte de atrás en silencio. Pablo se subió al asiento de conductor junto con su compañero. Se giró a vernos.
—Nunca he esperado nada de ti Maxine y aun así logras decepcionarme —comentó con voz cansada.
Mi compañero de al lado se giró a verme estupefacto de que el policía supiera mi nombre.
—Pero, ¿qué? —preguntó Josh.
—Sí, conozco a Pablo el policía. Hola Pablo, ¿cómo has estado?
—Mi vida estaba bastante bien, hasta que volviste a traerme problemas. De verdad, ya había pasado un tiempo récord, ¿tres semanas sin incidentes?
—Te juro que esta vez hay una justificación.
—Claro, siempre la hay ¿no es así?
Llegamos a la comisaría donde de nuevo como ya era costumbre, Pablo nos guió a la celda. Joshua parecía horrorizado de tener que pasar la noche ahí.
Sin decir nada, yo me senté en la banca disponible mirando con aburrimiento a Pablo que estaba anotando el reporte de la denuncia. No era que me gustara estar detenida, solo que a veces era imposible evitarlo. Mi hermano y yo teníamos un historial de manifestaciones, algunas acabaron mal y entonces conocimos a Pablo.
Él apenas acababa de ingresar y tuvo que lidiar con nosotros. Ya había pasado un año de eso, actualmente se podría decir que era casi como nuestro amigo.
Me acerqué a la reja y le sonreí.
—Vamos Pablito, no nos hagas esperar.
El joven policía entrecerró sus ojos.
—A veces, en mis pesadillas escucho tu voz y la de tu hermano.
Rodé mis ojos y regresé a sentarme.
Joshua estaba recargado contra la pared con los ojos cerrados. Su expresión cansina.
—No sé ni siquiera porqué me sorprende —habló por fin.
—¿Qué?
—Que conozcas a la policía. Por supuesto que ya has estado aquí antes, eso le da sentido muchas cosas.
—Solo conocemos a Pablo por las manifestaciones, siempre está ahí —comenté despreocupada.
—Claro, tú y tu hermano parecen ser encantadores. Deben ser el alma de la fiesta en la comisaría cada semana —se burló —. Debí saber que esto era una mala idea.
No iba a negar que el plan terminó mal, pero no era una mala idea. Habíamos avanzado algo, al menos ahora sabíamos que Williams estaba pretendiendo seguir las reglas cuando era todo lo contrario. Ese papel era la prueba.
—Encontramos algo.
—¿Me puedes recordar dónde quedó ese papel? —se giró hacia mí apretando los dientes.
Me quedé en silencio, okay, al parecer el documento nos lo habían quitado los guardias antes de salir del recinto. Maldije por lo bajo.
Tendríamos que conseguir entrar de una forma u otra. Mientras nos limitamos a esperar a que Pablo nos pasara la tabla donde debíamos llenar nuestros datos. Joshua estaba demasiado dócil y dispuesto, sin decir nada aceptó en silencio.
Yo llené mi hoja, sabiendo ya el proceso completo. Ojalá Pablo hiciera una forma más fácil todo esto. Estaba harta de llenar mis datos cuando ya los tenían. ¿No era más fácil copiar y pegar eso?
—Deja de dibujar corazones —me regañó el policía.
Joshua a mi lado miró a Pablo con arrepentimiento.
—Una disculpa de mi parte, no sabe lo que hace.
Abrí mi boca. Pero Pablo se echó a reír.
—Si, Maxine parece nunca saberlo.
Esta vez Joshua le dio una media sonrisa a Pablo siendo cómplice. ¿Qué diablos estaba pasando aquí?