Max
Los últimos dos meses habían pasado demasiado rápido para mi gusto. En este momento me daba cuenta cómo el tiempo fluía muy rápido alrededor de Josh.
Mi hermano seguía molestando con el hecho de que yo le gustaba y yo seguía negándolo. Quizá me asustaba la idea de gustarle de verdad. Lo cierto era que los últimos días estaba actuando extraño. Ni siquiera sacó a colación el tema de cuando salió huyendo de mí a mitad del juego. Después de eso insistió en seguir con la investigación de experimentos, como si nada hubiera pasado.
Era claro que tampoco podíamos volver al laboratorio del doctor Williams. Pero Kennedy fue nuestro agente disfrazado quien consiguió una lista de empleados del último año. Entre ellos, una chica que fue despedida hace poco. Encargada de los sujetos a prueba.
Mientras continuabamos con eso, yo seguía en la oficina recibiendo llamadas. En algún punto del día, Josh me llamó a su oficina.
—¿Si, jefe?
Lo encontré dándome la espalda. A diferencia de todas las veces que lo veía sentado mirando el computador, hoy estaba mirando directo a la ventana. Al cielo.
¿Quién era este Joshua Lyle?
Josh se volteó y su mirada que siempre era aburrida o seria, cambió. Me sonrió, realmente me sonrió con dientes y todo.
—¿Ahora soy jefe de nuevo?
Junté mis cejas. Sabía que se estaba refiriendo a esas veces que llegaba coqueta con él solo para molestarlo.
—¿O prefieres que te diga: cariño? —regresé de forma risueña.
Él soltó una risa, negando con la cabeza. ¿Estaba imaginando cosas o realmente estaba siguiendo mi propio juego?
—Creo que me gusta que me digas Josh, aunque cualquier otro adjetivo de afecto me gustaría. Puedes decirme como tú quieras.
No estaba dando crédito a todo esto. Abrí mi boca para responder algo listillo, pero me quedé en silencio de nuevo. No sabía si era sarcasmo, pero lo dudaba mucho. Joshua Lyle no parecía usar este tipo de humor.
En realidad, nunca respondía a mis coqueteos. Hasta ahora.
—¿Qué pasa, Maxine?¿No tienes nada qué decir? ¿Te comió la lengua el gato? —habló aun con esa sonrisa traviesa en sus labios.
Dio unos pasos hacia adelante, hacia dónde yo estaba.
—Y-yo...—balbuceé.
Josh tomó las riendas de la situación en ese instante y se acercó hasta quedar a unos cincuenta centímetros de mí. Sus manos estaba en la bolsa de su pantalón y me miró con curiosidad.
—¿De verdad quieres que te diga cariño? —logré preguntar.
Él alzó sus hombros despreocupado.
—Suena bien, me gusta.
—Estás bromeando.
—No, realmente tienes mi permiso para decirme cariño o lo que sea. En realidad, eres la única de la que me gustaría escuchar decirlo. Nadie más.
Tenía que estarlo imaginando. Seguro era eso.
Esto era un suelo tonto, pero ¿por qué Joshua seguía acercándose cada vez más? Di unos pasos hacia atrás hasta topar con la puerta. Estaba recargando todo mi peso en ella qué si alguien llegaba....
Bueno, alguien había llegado. Vaya sorpresa.
Abrieron la puerta y no tuve tiempo de pensar en la caída. Me caí de bruces contra el suelo y entonces vi a Kennedy con una expresión de arrepentimiento.
Josh se inclinó enseguida para ayudarme a levantarme.
—Max, ¿estás bien?
Me dolía el culo, pude sentir como lo poco que tenía, se había perdido en tremendo sentón que di contra el suelo.
Mis pobres huesos, no era justo.
—Lo lamento mucho, señorita Max no sabía que estaba aquí —se disculpó Kennedy.
—Estoy bien.
Ninguno de los dos pareció creerme.
—Iré al baño —me alejé para evitar más incomodidad.
—Max —habló con suavidad Josh —¿estás segura?
Asentí con la cabeza, dando pasos hacia atrás.
Necesitaba salir corriendo de ahí. Antes de que Josh dijera alguna otra cosa que me hiciera perder la cabeza. Seguro hoy me levanté más esquizofrénica de lo normal, por eso estaba imaginando cosas.
Joshua Lyle no estaba coqueteando conmigo. Él no sabía hacer eso. ¿Cierto?
Ingresé casi corriendo al baño, me miré al espejo. ¿Acababa de pasar eso o lo estaba imaginando? Me eché agua en la cara para refrescarme, hasta ese momento sentí mis mejillas rojas. Dioses, parecía una adolescente.
Salí del baño pensando en qué nueva excusa pondría para no tener que continuar la tarde cuando me topé de frente justo con la persona causante de mi nerviosismo. Joshua estaba recargado contra la pared de frente, con las manos en sus bolsillos. Se veía tan relajado que casi no parecía el chico que conocí hace dos meses.
—Josh.
Él me observó en silencio, siempre había pensado en esa seriedad suya como algo característica de él que ahora me deslumbraba ver como sus labios crecían en sonrisas cortas. Joshua Lyle era atractivo siempre lo supe, desde el primer minuto en que lo conocí, pero verlo sonreír lo hacía brillar de una forma que me dejaba sin aliento.
No quería creer que fuera yo la causante de estas sonrisas.
—¿Estás mejor?
—Me duele el culo, pero sobreviviré. No era necesario que vinieras a checarme —alcé mis hombros.
Josh se río.
—Me gusta hacerlo —dio unos pasos al frente —En realidad, solo con quienes me importan.
De nuevo ahí estaba, soltando esa clase de frases que me dejaban sin habla o alguna posibilidad de pensar con claridad. ¿Qué quería decir con ello?
Suspiré.
—Tienes que dejar de hacer eso.
Alzó una ceja, confundido.
—¿Hacer qué?
Lo señalé.
—Todo esto, decir que te gustan mis apodos cursis o que te importo.
—Pero me importas...
—Y todas esas sonrisitas, como si supieras algo que yo no —mi mente dio rienda suelta a todo, asimilando que acababa de reiterar su interés por mí—Espera, ¿qué?
Joshua volvió a sonreír.
—Salgamos. Ya casi es la hora de salida.