La manifestación del amor | Completa

33

Josh

No estaba seguro de qué esperar al confesar mis sentimientos ante Max. Solo sabía que ya no podía ocultarlos más. Tuve un ataque de honestidad y ahora estaba viendo como ella parecía congelada, tratando de asimilar la información.

Quizá había sido tan imbécil antes que ahora le era imposible creerme.

Sin embargo, no soltó mi mano y agradecí eso.

Solía pensar que el contacto físico no era importante para mí, no me gustaba que las personas me tocaran sin mi permiso y tampoco me gustaba tocar a nadie. Esa regla parecía desaparecer cuando se trataba de Max. Por alguna razón, mi cuerpo quería acercarse más a ella y sentir su piel contra la mía. Su mano era pequeña en comparación con la mía y encajaba muy bien.

Podía ver como sobrepensaba todo esto. Sus ojos eran tan expresivos, como un libro abierto. Estaba confundida, sorprendida.

Cuando llegó a mi casa aquella tarde luciendo desastrosa. Su cabello mojado y su vestido de flores pegado, mi mente se distrajo por segundos. Su abrazo fue una sorpresa grata.

—Ya veo —fue su única respuesta.

No pude evitar sentirme un poco ofendido.

—¿Eso es lo único que dirás?

Se sonrojó más si eso era posible. Para alguien que disfrutaba de decir lo primero que pensaba, ahora parecía demasiado tímida.

—¿Qué se supone que deba decir, Joshua Lyle? No esperaba una confesión tuya. No cuando...

—¿No, cuándo qué?

Soltó mi mano y empezó a dar vueltas. Su vestido comenzaba a soltar gotas en el suelo de lo mojado que estaba.

Quizá había cometido un error al decirlo. Ahora ella iba a rechazarme.

—Yo...

—Olvídalo, claramente me equivoqué —hablé molesto tratando de ocultar que no me dolía su respuesta.

Me alejé dándole la espalda.

Pero Max fue muy rápida. Tan pronto me había volteado ella corrió hacia mí y me abrazó por la cintura. Su mejilla estaba pegada mi espalda.

—Me gustas, idiota. Tú, tonto Joshua Lyle. Simplemente soy muy mala para expresarlo.

Su voz sonaba amortiguada gracias a que su cara estaba pegada a mi espalda. Tomé sus brazos y me giré.

—Esa debió ser la peor confesión que alguna vez escuché —le dije.

Juntó sus cejas.

—Pero no soy exigente —continúe.

La abracé de nuevo y sin poderlo evitar, me incliné a darle un beso en la mejilla. Me sentía protagonista de una novela para adolescentes, actuando todo incómodo. No estaba seguro de cómo actuar.

Ella sonrió y eso lo mejoró todo. Sus manos esta vez se pusieron en mis hombros y alzándose de puntillas, me dio un beso corto en los labios. Definitivamente estábamos actuando como dos adolescentes tontos enamorados.

Me contagió su sonrisa.

Ahora deseaba más de sus besos. Inclinándome, para estar a su altura regresé su beso. Otro beso corto y el segundo ella decidió hacerlo durar.

Cuando terminamos con eso, señalé su vestido empapado.

—Vamos, te daré algo para que te cambies.

***

Lo rápido que estaban pasando las cosas, me dejaba claro que la vida estaba llena de sorpresas. Ahora estaba en mi sala, viendo a Max sentada en el sillón comiendo un bote de helado y acariciando a mi nueva mascota: Sheldon. El gato naranja que había adoptado del refugio.

Ella se había puesto una de mis camisas qué le quedaba grande y unos pantalones sueltos. Incluso así, con su cabello mojado, se veía muy guapa.

Me senté en el sillón, viendo como Sheldon le pedía atención. Terminó sentándose en su regazo.

—Le gustas —comenté.

Aquel gato parecía haber caído en el efecto Max. Al igual que yo, no dejaba de verla.

¿Esto era real?

Max me miró.

—¿Qué sucede?

—Nada, solo estaba pensando.

Ella acarició detrás de las orejas de Sheldon y el gato ronroneó.

—Yo tampoco puedo creerlo.

—¿Cómo..?

—Tu cara lo dice todo, Josh.

Era algo cierto, últimamente parecía que mis expresiones me delataban. Más cuando se trataba de ella. Hace dos meses me era imposible tener una relación con alguien, ni siquiera podía imaginarlo porque prefería enfocarme en mi vida profesional. Ahora estaba aquí una chica de cabello azul y había logrado romper todos mis esquemas.

Era ver la vida con un lente nuevo. Podía entender porqué los sueños eran importantes. Max alguna vez me había planeado esa pregunta y yo había dicho que los sueños eran mentiras. Algo que estaba diseñado para que quisiéramos más y nunca ser felices.

Pero ella me hacía feliz.

—Supongo que estoy feliz de que estés aquí —admití.

Max me miró con sus ojos brillantes. De nuevo esa tensión que siempre nos atraía el uno al otro, nos dejaba sin aliento. Me levanté del sillón para ir a la cocina.

—¿Tienes hambre? Puedo preparar algo.

Ella movió con suavidad a Sheldon que se quejó de su lejanía y fue a la cocina.

—¿Sabes cocinar? —preguntó sorprendida.

Rodé mis ojos. ¿Por qué le sorprendía eso?

—¿Por qué suenas sorprendida?

—Por nada, solo pensé...

Sin duda tenía muchas ideas erróneas sobre mí y tendría que encargarme de cambiarlas. Una sonrisa comenzó a crecer en mis labios mientras preparaba las cosas para la comida. Su mano estaba nerviosamente moviendo sus dedos contra el mármol de la barra así que la tomé entre las mías.

—Está bien, supongo que tendré que demostrarte muchas cosas.

Ella abrió sus ojos con sorpresa y miró nuestras manos como si no pudiera creerlo.

—¿Es esto real? —pronunció con una mirada embelesada.

Nuestros dedos se entrelazaron. Me gustaba como se veían nuestras manos juntas.

—Es real, más que nunca. 

 



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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