Max
El último par de días había notado cómo el humor de Josh decaía mientras más se acercaba la reunión de votaciones. No era precisamente una experta en los sentimientos de los demás, pero si que me di cuenta cómo a veces él dejaba de comentar algo y su mente parecía viajar a otro lado.
Desde que había salido el artículo, la prensa estaba esperando a la entrada a Josh para obtener la información de primera mano, sin embargo él no estaba de humor para enfrentarlos. Entendía su decepción, ya que tenía años esforzándose por ser perfecto y ahora todo se venía abajo.
Sabía que gran parte de todo este desastre era mi culpa.
Incluso aunque odiara las acciones de empresas grandes como La belleza de Atenea, no podía dejar de culparme de que la vida de Joshua estuviera dando tantas vueltas.
—No sé como arreglarlo, Alex —sostuve la taza de té, mirando a mi hermano del otro lado de la cocina.
Le había comentado todo lo que había pasado desde que fui al departamento de Josh hasta lo de la junta. No podía decir que estuviera sorprendido.
—Pero si ya dijiste que él no te culpa.
—Eso dice él, pero sé que en el fondo todo esto es mi culpa. Su trabajo...era su vida entera.
Cada vez que lo pensaba, más me convencía de que era una mala persona. Quizá nunca debía manifestarme enfrente de su edificio, quizá no debí amenazarlo. Pero si no lo hubiera hecho, La belleza de Atenea seguiría cometiendo acciones corruptas a sus espaldas. Josh fue una víctima más del capitalismo y los intereses de otros.
—Escucha, tonta, si no hubieras puesto en su mente todo lo que estaba pasando él seguiría apoyando esa empresa corrupta que solo lo estaba usando.
Suspiré. Tenía razón.
—No sé como ayudarlo ahora.
Alex se encogió de hombros.
—Haz algo que le guste.
Rodé mis ojos. Joshua Lyle no era precisamente un hombre que dsifrutara de muchas cosas, lo que sabía hasta ahora era que era adicto a su trabajo, odiaba las impuntualidades y cosas sin planeas y...
Me alcé derecha, recordando algo.
—Creo que tengo una idea.
Alex juntó sus cejas.
—No sé si estoy seguro de querer oírla.
—Tú confía en mí, hermano.
—La última vez que confié en ti, terminé detrás de las rejas, tonta.
Me eché a reír.
—No fue gracioso —reclamó él.
—Para mí sí —dije saliendo de la cocina, antes de que decidiera lanzarme una jarra de agua o algo.
Corrí a mi habitación buscando mi celular.
Sí, esto era la idea perfecta.
***
He de decir que fue algo complicado encontrar un lugar en la ciudad que tuviera este tipo de actividades. Pero recordaba haber visto un anuncio por internet y sonaba interesante. La dinámica era ir a un sitio de pruebas donde te encerraban en una habitación con un tiempo limitado y debías encontrar las pistas y acertijos necesarios para salir.
Le había dicho a Josh que era una sorpresa así que él estaba demasiado curioso de saber a que lugar iríamos. Cuando llegamos al local, se veía como una de esas casas urbanas con luces neón que me recordaban a una discoteca.
Josh me miró.
—¿En dónde estamos?
—Ya te dije, es una sorpresa.
Había reservado una habitación de escape para los dos, así que fui a la recepción donde un chico de cabello rizado esponjado iba anotando las reservaciones. Josh, que iba a mi lado, miró con cierta desconfianza el lugar.
—¿Por qué siento que este lugar nos va a dejar traumados?
—Tu confía en mí —guiñé un ojo.
Josh juntó sus labios, inexpresivo.
—Si mal no recuerdo, la última vez que confié en ti terminé en la comisaría.
—¿Por qué todos dicen eso?
Anoté nuestros nombres en la lista de reservación y tuvimos que esperar unos treinta minutos hasta que el chico nos llevó por una serie de pasillos oscuros donde lo único que se veía era una luz al final. Me recordó a esas películas de terror.
El joven nos pidió que dejáramos nuestras cosas en una cajita de cartón al igual que nuestros teléfonos. Tendríamos una hora para descifrar cómo salir de la habitación y en caso de que el tiempo se pasara, perderíamos.
Ingresamos a una habitación rectangular donde había toda clase de cosas extrañas. Parecía el collage de una casa antigua mezclado con luces neón qué parpadeaban de forma turbia. La luz roja iluminaba gran parte de todo. De un lado había muchos libros viejos, del otro cuadros con fotos de muchas personas de otra época. En el medio había una caja grande que parecía una caja fuerte de la época medieval. También había un mueble lleno de muñecos extraños y cosas antiguas.
Josh estaba leyendo el papel donde venían todas las instrucciones del juego. Claro que él haría eso, yo ni siquiera me había dado cuenta que debíamos seguir las reglas.
—Así que tenemos que encontrar una forma de salir —dijo aún mirando la habitación con curiosidad, sus ojos se veían más brillantes gracias a la luz roja.
—Supongo que sí, debemos encontrar las pistas.
Él señaló la caja qué estaba en el medio.
—Apuesto que la clave para salir debe estar ahí.
—Entonces busquemos pistas.
Decidimos dividirnos para buscar alguna clase de serie númerica que nos permitiera abrir la caja. Pero había tantas cosas en la habitación que resultaba imposible revisar cada mínima cosa. Fue entonces que Josh señaló el librero.
Solo él había notado que los libros estaban acomodados de una forma muy peculiar. Todos empezaban desde el más grande al pequeño pero en desorden total, como si los libros que conformaran sagas hubieran decidido separarlos a propósito. Los colores también estaban revueltos.
—Intentemos anotar los números de cada tomo.
Busqué un pedazo de hoja que sirviera para apuntar los números que Josh me iba dictando hasta que creamos un código que podía funcionar con la caja. Tan pronto lo terminamos de apuntar, fuimos a la caja del centro y Josh empezó a girar el seguro con la configuración numérica creada.