Josh
Una parte de mí debió esperar que esto pasara tarde o temprano. O quizá me había hecho a la idea de que aún había personas buenas en el mundo.
Quizá haber conocido a Max me había convencido de que existían las personas bondadosas, generosas como ella. Pero no, solo me estuve mintiendo a mí mismo. Kennedy me había advertido que no insistiera tanto a los inversionistas y accionistas. Mi ultimátum debía ser la gota que colmó el vaso.
—Joshua Lyle, está detenido por la autorización ilegal de pruebas cosméticas en animales que son nocivas para la salud.
Un hombre alto se acercó hacia mí y enseguida me puso unas esposas. Habían apartado a Max a un lado y me miraba con una expresión de terror absoluto. Intenté darle una mirada que la tranquilizara pero parecía empeorarlo todo porque se lanzó hacia donde estaba y varios policías la detuvieron empujándola.
Apreté mis dientes.
—Suéltenla, iré con ustedes, pero no la lastimen. Por favor —Miré a Max qué ahora me miraba con enojo.
—¡No! ¡No vayas Josh! ¡Esto es una injusticia! ¡Él no hizo nada!
La miré deseando que no nos siguiera. Los policías la soltaron con más amabilidad que antes y me empujaron hacia la patrulla. Max intentó acercarse a la ventana para verme ir pero el auto arrancó demasiado rápido. Ella apenas pudo despedirse de mí.
***
El resto de la tarde fue más cansado de lo que esperaba mientras me interrogaban con mil cosas y detalles de la empresa. Yo no había autorizado ningún tipo de pruebas cosméticas, eso lo sabía. Pero el doctor Williams se había encargado de mostrar a la policía todos los documentos firmados falsamente por mí.
Incluso para sacarse así mismo de la ecuación, tuvo el descaro de usar otro nombre. Como si él fuera quien descubrió tal fraude y no el causante del mismo.
Los interrogatorios fueron cada vez más pesados y yo me negué a seguir hablando sin un abogado. Mi única llamada fue para Kennedy. Aunque estuve tentado de llamarla a ella, preferí no preocuparla más.
Sabía que él se encargaría de traer a mi abogado, tendría que haber una forma de rebatir los argumentos de Williams. Intenté acusarlo en múltiples ocasiones pero como no tenía las pruebas incriminatorias, era como si no importara. Esa vez que ingresé con Max a sus laboratorios, no pudimos llevarnos nada.
Claro que eso también lo tomaron en cuenta.
—Debería decirnos la verdad, su condena será mucho peor si no lo hace —habló el policía.
—Necesito a mi abogado.
El policía se rió molesto por mi falta de cooperación. Era obvio que no estaba contento con mi actitud, pero no iba a ceder tan fácil. Si ellos querían información tendrían que buscarla ellos mismos en vez de esperar que dijera algo que me incriminara a mí mismo. El hombre respiró con fuerza, su mirada era de puro odio.
Se inclinó sobre el escritorio, acercando su rostro al mío.
—¿Nos crees idiotas? —susurró, la ira goteando cada palabra.
Me encogí de hombros.
—Creo que si hubieran hecho una investigación de verdad ni siquiera tendría que estar aquí. Al menos yo sé que
Pero sabía cual era el plan detrás de todo este interrogatorio. Necesitaban intimidarme, hacer que dijera algo que me contradijera. Quizá mis conjeturas no estaban tan erróneas, el doctor Williams estaba detrás de esto y había una posibilidad de que le hubiera pagado a estos hombres para ello.
El policía apretó la mandíbula y en un principio, pensé que daría la vuelta para irse, sin embargo, fue tan rápido que apenas lo vi venir. Su puño fue directo hacia mi rostro, justo, entre mi nariz y labio. Fue tan rápido que apenas sentí el dolor, la silla se volcó tirándome hacia atrás y terminé en el suelo.
Todo empezó a dar vueltas. Mi rostro me dolía pero no podía moverme por las esposas. Cerré los ojos, sintiendo mi cabeza pulsar ante el golpe. El policía se inclinó hacia donde había caído y me jaló de la camisa.
—Escucha bien, niño bonito. No estamos para juegos, habla ya o arrepiéntete de las consecuencias.
Me quedé en silencio. Podía sentir la sangre en mi boca. Al no ver mi respuesta, me jaloneó de nuevo. Sus ojos eran tan negros que me recordaron a dos pozos negros sin fin.
—¿De verdad no dirás nada? A ver, entonces tendré que darte más incentivos. ¿Por qué no hablamos de la jovencita de cabello azul que iba contigo? Es muy linda, ¿no crees?
La mención de Max, me hizo sentir náuseas. Este hombre no era ningún policía.
Apreté mis dientes. Con ella no se iban a meter, no iba a permitirlo.
—Ella no tiene nada que ver en esto, no te atrevas a mencionarla —logré decir sin ahogarme con mi propia sangre.
Él me sonrió, como si hubiera dado justo en el clavo.
—Ella parece ser importante para ti, quizá le hago una visita más tarde.
—Si te atreves a tocarla, te juro que...
—¿Qué Lyle? ¿Qué vas a hacer?
Apreté mis manos en puños, deseando poder soltarme y golpear a este imbécil. Todo mi cuerpo se sentía demasiado acalorado por la ira que me estaba invadiendo. ¿Cómo se atrevía siquiera a meterla en esto?
Iba a responder: «Te mataré, te mataré si la tocas»
Pero la puerta de la habitación de interrogatorios se abrió, deteniendo de momento mi amenaza. Me levantó de la silla y vi a otro hombre sin uniforme de policía acercarse.
—Es hora de llevarlo a su celda.
***
No estaba sorprendido de que el lugar a donde me llevaron no se acercara en lo más mínimo a una cárcel. Ahora lo sabía.
Nunca estuvimos en la comisaría. No.
Este era un sitio apartado, un lugar lejano donde me habían traído para amenazarme. Los hombres que ahora sabía se llamaban Simon y River, me dejaron en una celda en la total oscuridad. El piso estaba frío y mi cabeza me dolía demasiado. Me preguntaba si el haber llamado a Kennedy habría servido de algo. Porque ahora me daba cuenta de la falsedad de todo esto. Ellos no querían que me encontraran. Necesitaban convencerme de que aceptara los cargos, entonces me llevarían con la policía real.