La manifestación del amor | Completa

38

Josh

Al segundo día de mi secuestro, nada nuevo había sucedido. Había en listado mentalmente a cada uno de los inversionistas y gente poderosa de La belleza de Atenea y seguía sin dar con alguien.

¿Quién era el verdadero dueño de la empresa?

Cuando yo había ingresado hacía años, me habían dicho que el verdadero dueño no mostraba su rostro. Los encargados de llevar todo eran los directores y las decisiones importantes las tomaba la junta directiva. El dueño nunca apareció, sin embargo estaba de acuerdo con las decisiones que se tomaban.

Debía de tener a alguien cerca, o estar cerca para saber que sucedía. Mientras mi mente daba vueltas, mi celda se abrió y Simon, el hombre que me había golpeado entró, alguien más venía con él.

El alma se me cayó a los pies cuando distinguí el cabello azul.

Max entró como una ráfaga de color azul y se lanzó contra mí, abrazándome con fuerza. Sentí como temblaba mientras lloraba contra mi pecho. Mis manos fueron hacia su espalda y la abracé de vuelta, sintiéndome entre aliviado de que estuviera bien y preocupado de que ahora estuviera aquí conmigo.

—Está bien, estoy bien —pasé mi mano por su cabello qué olía a vainilla. La había extrañado demasiado.

Intenté tranquilizarla, pero siguió llorando hasta que me miró y se enjugó las lágrimas. Su expresión cambió a preocupación y su mano tocó mi labio roto.

—¿Ellos te hicieron esto?

Asentí. Mi labio escocía ante su toque aunque era delicado. Tomé su mano para alejarla de mi rostro y la miré con severidad.

—¿Por qué viniste aquí, Max? Es demasiado peligroso.

—No me importa, he venido por ti.

No quería desanimarla, pero que estuviera aquí solo significaba una cosa. Que iban a usarla en mi contra.

A pesar de eso, una parte de mi estaba agradecido de verla una vez más. No me había dado cuenta lo mucho que la necesitaba hasta ahora.

—Williams solo quiere hacerte daño, que estés aquí...

—Lo sé Josh, pero no voy a dejarte solo en esto. No cuando yo te puse en esta situación. Vamos.

—¿De qué hablas? Yo fui quien decidió sacar esto a la luz, tú no...

—Es mi culpa.

Puse mis manos en sus hombros.

—No, no lo es.

¿Cómo podía culparse de esto? No tenía nada que ver en los planes de Williams y quien fuera que intentaba incriminarme. Max me miró con tristeza y culpabilidad, parecía que no podía dejar de mirarme sin pensar que ella lo había causado todo.

Que ella apareciera en mi vida fue un rayo de luz en mucha oscuridad. Sin ella no sé que hubiera sido de mí, apoyando una empresa que hacía cosas tan crueles. Me abrió los ojos en muchos aspectos y nada de esto era su culpa ya que tarde el temprano me usarían.

Puse mis manos en sus mejillas para hacerla mirarme a los ojos. Parecía avergonzada, pero sus lágrimas seguían cayendo y eso me dolió. Odiaba verla triste por mi culpa. Limpié con suavidad las lágrimas de sus mejillas y pegué mi frente con la suya. No había fuerza en este mundo que me hiciera culparla de esto, nunca.

Max se quedó quieta, sus sollozos se detuvieron de repente como si mi toque fuera lo suficientemente poderoso para calmarla. No había percatado hasta entonces lo mucho que la extrañaba y como hacía dos meses las cosas eran tan distintas. No tenía sueños ni nada a lo que aferrarme más que un trabajo. Ahora la veía a ella y podía imaginar un futuro.

—Max, yo...

No encontraba las palabras así que solo me incliné y le di un beso en los labios que ella correspondió enseguida. Fue algo que parecíamos necesitar los dos porque se convirtió en una guerra donde nuestras respiraciones se agitaron cada vez más.

Entonces ella me empujó, acabando con el beso. Yo aun estaba respirando con fuerza, sintiendo mis labios arder. Max estaba mirándome como si fuera un peligro para ella. Las pupilas de sus ojos se dilataron como un gato asustado y respiraba con fuerza.

—No podemos hacer esto —dijo.

Di unos pasos hacia ella, pero se alejó.

—¿Por qué no?

Ella negó con la cabeza y me miró como si algo le doliera. Sus ojos volvieron a brillar con lágrimas.

—Max, ¿qué sucede?

Me acerqué de nuevo, pero parecía que ella no quería mi cercanía porque daba pasos hacia atrás hasta que terminó contra los barrotes de la celda.

—Nada, yo... Solo necesitaba verte una vez más. Tenemos que regresar.

Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas?

Tragó con fuerza, mirándome con ese brillo doloroso en sus ojos.

—Yo no...no puedo...seguir contigo —tartamudeó.

—¿Qué?

Volvió a negar, como si le costará repetirlo.

—Max, dime qué está pasando. ¿Es Williams?

—No tiene nada que ver con esto.

No tenía nada de sentido. No comprendía porque estaba actuando así. Hacía unos minutos estaba preocupada por mí, ¿y ahora quería terminar?

Me acerqué, intentando descifrar sus palabras. Ella parecía como un animal acorralado, mirándome con sus ojos grandes y tristes.

—Es él, ¿no es así? Él te hizo decir todo esto.

—Ya te dije que no, es mi decisión. Lo mejor es que me aleje de ti, después de todo lo que provoqué.

—Pero ya te he dicho que no es culpa tuya.

Intenté tocar su mejilla pero me la quitó como si le quemara. De repente su mirada se tornó fría. No parecía la chica de hace unos minutos que lloraba de preocupación. Parecía una desconocida.

—Ya lo he dicho, no necesito más problemas Josh. Hemos terminado.

La celda se abrió y ahí estaba Simon mirándonos con curiosidad. Max salió de esta y yo la seguí. Nos llevaron a las afueras del sitio donde ya estaba un auto esperándonos. Max ingresó en este y yo también. Ella se sentó del otro extremo.

Sabía que esto era un plan de Williams, tenía que serlo. Max no se alejaría porque sí. Estaba seguro de que había negociado algo para que me dejara salir.



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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