La Mansión De Wisteria

Prólogo

Hay algo trágico más allá de las palabras en perder a una mascota. El duelo es diferente, el entendimiento es diferente. Pero el dolor…nada podría alterarlo.

Cuando perdí a mi gata, Cassidy, nadie pretendió que fuera fácil para mi. Pero tampoco entendían lo profundo que se extendieron aquellos tentáculos de pesar. Me sentaba cada noche en el balcón que daba al jardín, llorando de rodillas. Tenía que taparme la boca para mantener mis sollozos de alcanzar al resto de mi familia. Mis ojos se turnaban de mirar al horizonte esperando ver un vistazo de su pelaje corriendo hacia mi, y de elevar el rostro al cielo nocturno. El reflejo lunar bañaba mi rostro sin secar mis lágrimas. Oraba a quien sea que la trajeran de vuelta. Aquella oración cambió a medida que el tiempo pasaba. Eventualmente oraba para que ella hubiese llegado a algún lugar donde pudiera ser feliz. Donde estuviera a salvo. Oraba para que nunca me olvidara. Y que de alguna forma, le llegara el amor que desbordaba de cada poro de mi ser.

Los primeros días, deambule sin rumbo a través de la propiedad, la cual se extendía inmensamente, para ver si la gata se había acomodado en algún otro rincón.

Además de varios servidores, vivía dentro de un gran pastizal lleno de flores y lagos. Bueno, siempre me corrigen cuando lo llamo así, pero hace que vivir aquí sea más fácil. Más llevadero para la mente. Un castillo mágico que se cierne por encima de una llanura cubierta de pastos verdes, jardines y formaciones de arbustos que aparentaban laberintos. Eso es lo que entenderías por La Mansión de Wisteria. Claro, aquel no solo hacía honor a mi apellido, sino que también describía el jardín más extravagante que teníamos en nuestros límites. Un gran invernadero de wisterias que crecían tan altas que perdían de vista el techo de vidrio. Aquel fue el primer lugar donde busque a Cassidy. Temía que se hubiese divagado hasta allí. Pero fue inutil, la gata nunca pareció gustar del olor de aquellas flores.

Aún luego de perderla, creo que hay un dolor aún más grave. El de no poder volar. Había tantas posibilidades nuevas para ella, ahora que ya no estaba aquí. Podría haberse enamorado e huido a dar a luz a otro sitio. Podría estar en la ciudad, más allá de nuestra mansión.

Pero para mi no había ninguna otra posibilidad.

No te equivoques pensando que nací así. Mi condición no fue alguna mala mano del destino. Tampoco fue mi elección. Al menos no directamente. ¿Quién se haría algo así a sí mismo?

 

 

***

¡Hola! Estaré publicando esta historia bajo en seudónimo de M.J. Iriz. Originalmente iba a ser un cuento corto y de alguna forma, cobró vida propia y me mostró facetas por su cuenta. Los capítulos pueden ser breves pero se actualizara regularmente. ¡Espero leer sus comentarios y espero que la Mansión de Wisteria los envuelva en magia como hizo conmigo!




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