La Mansión De Wisteria

XVI: Valentía

Toda la escena, el invernadero, tomó un matiz de algo más allá de mí que todavía no entendía. Me sentí agotada y perdida y sin energía para inquirir al respecto

En respuesta, me guió debajo de la wisteria y fuera del invernadero.

—Era de mi madre—, dijo al cabo de un rato. Miré su rostro. Su mandíbula se tensa y mira hacia adelante. —El vestido, quiero decir.

Separé los labios y miré mi ropa.

—No lo sabía.

—Está bien, puedes usarlo. Te queda hermoso y sé que ella lo apreciaría.

Apreté la mano que sostenía la mía y sonreí en su dirección.

—¿Conservas muchas de sus cosas?— Intenté preguntar. Probablemente fue una mala idea hablar de sus difuntos padres en su funeral, pero parecía abierto a hacerlo en ese momento, lo cual era raro.

Toqueteó su capa.

—Esto era de ella. De su padre para ser exactos—. Apretó su agarré sobre el borde suavemente. No pensé que se diera cuenta de que sus nudillos se pusieron blancos. —Lo llevaba cuando llegó aquí. Al menos eso es lo que mi padre solía decirme. En la noche de invierno estaba casi escondida en la nieve.

—Ya veo. Aún lo usas para ella.

Él no asintió, pero arqueó las cejas suavemente.

—No puedo creer que colgara de mí como una cortina cuando era más joven. Ella me lo dio y dijo que era digno de un Lord.

—Lo es. Te hace parecer irreal—, señalé. Todo el intercambio se sintió irreal. —Las medallas. ¿Son de ella también?

Sus dedos fueron hacia ellas instintivamente y las rozaron.

—Su padre era un general del rey. Creo que lo conociste. No debió haber sido una experiencia muy agradable—. Recordé las duras miradas del abuelo de Caden y me estremecí. Sí, lo recordaba. Nunca se dirigió a mí directamente, pero siempre mantuvo sus ojos fríos sobre mí como si me estuviera evaluando. Sus ojos también eran grises, como los de Caden. Debe haberlos obtenido del lado materno de la familia. Se parecía tan poco a su padre.

—Sí. Desafortunadamente no pude hablar mucho con él.

Chasqueó la lengua como si eso no le sorprendiera.

—Él le dio las medallas cuando se casó con su padre. Le dijo que necesitaría toda la valentía que pudiera reunir si quería quedarse aquí.

Fruncí el ceño. Intercambiamos una mirada. Sus ojos buscaron los míos, tratando de ver qué interpretaría de eso.

—Es extraño decirle eso a su hija.

—Bueno, era un padre muy cariñoso. Con toda franqueza, se preocupaba por mi madre. Pero de alguna manera sentía que no podía hacer ambas cosas, amarla a ella y a nosotros, al mismo tiempo.

—Lamento oír eso, Caden.— Incliné la cabeza. —Aun así vino a la boda, eso es algo.

Él rió. Era la primera vez que lo escuchaba reír en días y eso me trajo una inmensa paz. Mi corazón se aceleró. Me dio una sonrisa que lo hizo parecer mi Caden y no el Lord de ese funeral o la cáscara de hace días.

—Sí, para presenciar el alma en desgracia que se casaría con un miembro de la familia Wisteria.

Me reí suavemente, esta frágil tregua entre nosotros me hacía sentir como en casa después de días.

—Espero que haya tenido un buen espectáculo—, le devolví la sonrisa.

—Estoy seguro de que lo hizo. Y sé que odió verme con su capa.

Levantó la barbilla. Sus pómulos resaltados por su sonrisa.

—Se enojó mucho cuando me vio. Fue maravilloso.

Levanté las cejas, divertida.

Llegamos a la mansión a nuestro propio ritmo. Me sentí más ligera que antes, pero todavía había una sensación persistente de que había algo debajo de lo que no era consciente.

No solté su mano. Tenía miedo de que tan pronto como me alejara de su lado, él se alejaría y me dejaría sola otra vez. Ya no podía hacer eso. Además, estaba segura de que su humor alegre no venía de un lugar genuino. Evitaba sus verdaderas emociones. Y yo no quería dejarlo solo más de lo que quería que me dejaran sola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.