La mansión estaba tranquila durante el día, al igual que durante las noches.
El silencio seguía trayendo a la memoria la imagen de Felix Wisteria mirándome fijamente. Su piel de papel estaba por todas partes. Lo podía sentir en las sábanas con las que me cubría por las noches. Los vestidos que llevaba. Escuchaba los gritos de Caden cada vez que una habitación estaba demasiado silenciosa. Y cuando notaba que un reloj comenzaba a correr, escuchaba el eco de la lluvia torrencial en mis tímpanos.
No podía decirle esto a Caden. Lo pasaba mucho peor. Todo lo que estaba experimentando era inmensamente peor para él.
Al principio comíamos juntos en silencio, pero poco a poco sentía cómo él lentamente se deslizaba hacia ese lugar oscuro donde sus ojos se endurecían y ni una mirada cruzara en mi direccion.
Las noches más difíciles eran cuando se despertaba gritando. Una vez incluso vomitó y siguió temblando incluso después de que lo limpié y le aseguré que solo había estado soñando. No quiso contarme más fragmentos de sus sueños. Pero no tenía porqué hacerlo. Siguió repitiendo que se suponía que su padre no iba a morir todavía, que todavía estaba vivo.
No lo habría hecho responsable si no regresaba a sus deberes de inmediato, pero supuse que eso lo mantendría alejado del duelo. Durante los días, trabajaba en su estudio, encerrado y lejos de cualquier intervencion. Aquello me incluia a mi. Caden se deslizada por entre mis dedos como aquella primera noche. Su mente estaba lejos y no me veia aunque estuviesemos sentados juntos a la mesa. O en las noches, a pesar de estar juntos, era como si yo fuera solo otro fantasma persigueindolo en vida.