Volviste en mi sueño
como si el amor no hubiera muerto.
Llevabas la misma voz,
la misma herida que yo no supe curarte.
Te sentaste a mi lado
como si nunca te hubieras ido,
Te pregunte,
sin palabras,
por qué me dejaste, sin luchar.
No respondiste
Solo lloré
como llora la lluvia en los vidrios sucios:
sin que nadie la escuche,
pero empapando igual.
Aún tengo tu taza en la alacena,
esa que usabas los días grises,
y aunque la lavé mil veces,
el café aún sabe a ti.
No fue el amor el que nos falló.
Fuimos nosotros,
que supimos querer,
pero no supimos quedarnos.
Y si por un error
lees esto algún día,
quiero que sepas:
aún dueles donde nadie me toca.
Y sí, todavía te elegiría,
aunque otra vez termine ardiendo
en los restos del incendio.