La máquina: versos de un sistema roto

Te habría amado sin testigos

No necesitaba promesas,
ni cenas con velas,
ni que me presumieras ante el mundo.
Me bastaba con que me miraras
como si todavía creyeras en algo.

Yo habría hecho silencio por ti,
si el ruido de tu mundo te ahogaba.
Me habría quitado el abrigo
para cubrirte de tus propios inviernos,
aunque tú no tuvieras manos para sostenerme después.

Nunca entendiste
que el amor no necesita condiciones
cuando nace de un alma que no teme romperse.
Y yo, amor, nací dispuesta a romperme.

Perdoné lo imperdonable en tus gestos.
Celebré tus ausencias
como quien espera una visita que nunca llega
pero aún deja la puerta entreabierta,
por si acaso.

Fuiste el caos más dulce de mi historia.
Y aunque no me elegiste —no del todo—
yo habría elegido tu nombre incluso en la última página.

Te amé con la devoción de quien no exige ser amado,
sino que agradece cada migaja
como si fuera un banquete.

No te escribo esto para que vuelvas.
Te lo escribo para que sepas
que alguien te amó sin testigos,
sin condiciones,
sin medida.

Y ojalá un día,
cuando el mundo se te caiga encima
y nadie se quede a sostenerlo contigo,
recuerdes mis manos extendidas
y entiendas…
que no todos los amores se repiten.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.