La máquina: versos de un sistema roto

Oxígeno envenenado

Amarte fue inhalar sin filtro,
una bocanada de humo dulce
que ardía en silencio.
Nunca supe en qué momento
dejé de respirar por mí.

Te volviste aire
y yo, adicta a tu presencia,
ignoré que cada suspiro
era una dosis más de muerte lenta.
Me hiciste olvido,
pero con sabor a permanencia.

A veces, amar es como envenenarse:
no sangra, no grita,
solo va apagando la luz
desde adentro.
Y uno sonríe,
porque aún se siente tibio.

Entre tus manos me deslicé
como quien se entrega al abismo
pensando que el vacío tal vez
suene a hogar.
Me abracé a tu cuerpo
como si el calor bastara para sobrevivir.

Y aún sabiendo que me matabas,
te abrí las puertas,
dejé que me habitaras
hasta confundirme contigo.

Porque no era amor.
Era dependencia.
Era veneno disfrazado de deseo,
sexo cargado de silencios,
miradas que suplicaban quedarse
pero terminaban huyendo.

Y sin embargo…
volvería a inhalarte.
A perderme.
Porque lo poco que dejaste de vida
se sigue aferrando a la ilusión
de que alguna vez
fuiste oxígeno puro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.