La marca de la noche

Capítulo 3.

 

Las tropas ya se encontraban en marcha más de mil soldados listos para desatar el caos, una gran cantidad para un pueblo no tan grande pero su comandante no quería un tipo de "sorpresa" así que llevo una gran cantidad de hombres, aunque no fueran necesarios todos.

A una distancia prudente e imperceptible aquel ser misterioso causante de la desaparición del señor Nicolei los seguía, había sentido una gran curiosidad por el movimiento de las tropas y con poco que hacer en aquel momento, decidió observar cual era el destino de tantos soldados y de paso tal vez por un rico aperitivo se dijo así mismo, que pensamientos escondía y que terror causaban sus pocas sonrisas que mostraba de vez en cuando, los demás seres ya se habían puesto en marcha a otros lugares fuera de Noruega pero el por voluntad propia decidió quedarse en aquel lugar, tanto tiempo en aquel sitio lo había acostumbrado, así que dijo que si encontraba el collar avisaría o si encontraban algo ya sabían dónde encontrarlo, para los demás seres fue algo normal su decisión, nada de sospecha en aquello, ninguna duda, sabían que así era su estilo y lo admiraban y respectaban, el en especial tenía una gran obsesión por encontrar esos amuletos ¿porque? ¿que eran? un misterio, pero todo gran misterio es descifrable en su tiempo.

Se acercaban cada vez más a un gran paso las tropas, eran más de las diez de la noche, muchos en el pueblo dormían, los encargados de la vigilancia jamás se les paso por la cabeza lo que les esperaba aquella noche que parecía ser una noche más pero que sería la peor noche jamás vivida, mientras custodiaban la degollación fue inminente no hubo el más mínimo grito de parte de los de la vigilancia aquellos soldados eran expertos en asesinar con sigilo, no hubo reflejos del ataque solo muerte, el comandante solo envió novecientos hombres los demás eran apoyo, todos con una orden contundente, destruyan todo y a todos, que perversidad en aquel hombre que maldad en un solo ser humano, no le importaba nada solo pensaba en sí y amaba los gritos de dolor y el sufrimiento que reflejaban las personas al ser asesinados eso lo hacía sentir tan bien y fuerte a la vez, los soldados como era costumbre siguieron sus órdenes e invadieron el pueblo sin la menor muestra de pesar en ello. 

Gritos y caos, en ese pueblo se repetía la historia vivida en los demás lugares de Noruega, hubo una gran cantidad de hombres del pueblo que salieron a combatir no querían rendirse incluso cuando su adversario era tan inmenso, espadas, golpes, armas, puños, por un periodo de tiempo parecía como que todo estaba parejo pero no fue así, sin necesidad de ordenar a los hombres que solo observaban que atacaran, los del grupo de novecientos se encargaron de todo y aquel momento que se vio como igual paso a ser una ola gigante elevándose cada vez más contra un castillo de arena. ¡Destruían todo a su paso, quemaban, mataban, saqueaban y lo peor era el hecho de que disfrutaban hacer tanto daño y como no hacerlo! si aquello ya era una rutina para ellos.

En una parte de tanta oscuridad el ser solo los observaba ni una emoción ni una señal de dolor, el solo estaba mirando todo como era destruido, estaba en todo y a la vez en nada.

Lemor participo en aquella lucha y fue de los muy poco que pudieron correr, antes de ir a luchar le dijo a su amada que esperara con él bebe, que ayudaría y volvería, aquello último fue una promesa y la cumplió, su casa era la última en aquel pueblo y no tan notoria por ser un poco humilde casi imperceptible, casi, en una guerra se debe revisar todo y las tropas tenían orden de buscar en cada rincón de aquel pueblo, no tardarían en llegar a su hogar.

 -Son demasiados - le expreso Lemor al entrar agitado a su casa - no tardaran en llegar a este lugar -.

 -Que haremos - la voz de ella sonó más con algo de llanto - nuestro hijo - al decir eso las lágrimas descendieron lentamente.

Lemor tenía una herida en su espalda y brazo que fue causada tras luchar con dos soldados, pensó unos momentos y creyó que lo mejor era internarse en el bosque y huir lo más lejos posible.

 -Lemor, Lemor - aquellas voces provenían de afuera, eran cinco personas todos conocidos de Lemor y Monic que al igual que ellos también pensaban en huir.

 -Gracias a DIOS están bien, dense prisa conozco un lugar del bosque seguro por un tiempo - la persona que hablaba era Thorman un amigo de Lemor y la primera persona que les ayudo al llegar a aquel pueblo.

 -De acuerdo Monic trae al niño, ya tengo todo listo - Lemor se apresuró en todo para huir con su familia, pero fue muy tarde los soldados ya estaban en aquella zona y no había escapatoria, Monic al notar que los soldados se acercaban tan de prisa, miro a su hermoso bebe y eran las lágrimas más tristes del mundo, lo amaba no solo por ser su hijo sino por todo lo que había en él, era único estaba segura de eso, lo beso, lo abrazo y lo contemplo por aquellos cortos instantes, él bebe seguía dormido parecía como si Morfeo lo hubiera hecho caer en un sueño profundo para que sus hermosos ojos y oídos no contemplaran nada de aquella catástrofe. Su madre se dio prisa para esconderlo en un baúl con la fe de que los soldados no lo encontraran, pero que algún sobreviviente lo escuchara llorar al día siguiente, o al revisar cada hogar el ruido del bebe lo hiciera notarlo, el baúl era casi imperceptible muy difícil de notar solo ella y su marido sabían del baúl donde guardaban sus cosas de valor y ahorros para poder lograr el sueño que tanto querían ¡no Monic, ya no bella dama!

 




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