Era una noche de noviembre, el agua caía con fuerza mientras los llantos del cielo se escuchaban por todos lados, era oscuro, los rayos eran como velas que se encendían fuertemente por unos segundos. El hombre se levantó nervioso, preocupado por lo que sus acciones provoquen en el futuro de su amada familia.
Se levantó de la cama intentando ser cauteloso, miro a su esposa, y siendo lo más silencioso posible lanzo un hechizo de inconciencia, viendo como el manto blando salía de sus manos y cubría a su adorada dejándola profundamente dormida. Sin perder tiempo empaco todo en una maleta mágica, que permitía mucho más espacio del que aparentaba, ropa, libros sobre encantamientos, pociones, todo aquello que considero necesario.
Cuando verifico que todo estuviera en su lugar volteo la vista a su amada, estaba profundamente dormida, sin saber que sería su última noche de profundo descanso. Se acercó con pisadas lentas y temblorosas, se agacho a la altura de su rostro y paso una de sus manos por su mejilla con infinita ternura, su hermosa Arael. Su ángel caído, tan preciosa como la vez que la conoció, acaricio por última vez su cabello rubio y dejo un suave beso en sus labios.
Se dirigió con pasos apresurados a la habitación de su pequeña, entro observando el estampado de nubes que con algo de magia se movían, provocando un efecto divertido para el infante. Se acercó a la cuna, la pequeña niña de cabellos blancos y ojos cristalinos le sonrío mientras se removía con pereza, el hombre se acercó a la cuna, poso una mano sobre el corazón de su pequeña hija y murmuro.
-Memorist Confrunt. – Un pequeño polvo brillante y dorado salió del pecho de la niña y él lo tomo entre sus manos, soplo el polvo sobre la cabeza de su pequeña y miles de recuerdos felices se movían como una película, la pequeña sonrió mientras intentaba alcanzar con sus delicadas manos los recuerdos que se veían, el hombre se inclinó y con lágrimas deposito un beso en su frente, despidiéndose de su hija por última vez.
En la oscuridad de la noche desapareció de su hogar, no sin antes dejarle una nota a su esposa para que cuidara de su pedazo de alma, teniendo la esperanza de encontrar una cura para la maldición se marchó para no ser visto muchos años después.