La marca de las sombras

1. Un bosque muy frondoso.

Unos niños jugaban en el parque, siendo vigilados por una chica de cabellos rubios, casi blancos, levantaba la mirada de vez en cuando y luego volvía a su libro. Una niña de seis años con un vestido color azul cielo y un niño de la misma edad con ropa algo sucia jugaban animadamente en la arena de aquel parque.

- ¡Mira, Mira! - La niña tenía entre sus manos una pequeña flor que levitaba sobre sus manos, era magia, pero en la inocencia de los niños solo era un juego.

- ¡Yo quiero intentarlo! - La niña le paso la flor aun levitando en sus manos y esta levito por unos segundos, luego callo a la arena, dejando un poco decepcionado al pequeño.

- ¿Por qué tu puedes hacerlo? - Dijo mientras pasaba una de sus manos por su cabello castaño, limpiando la arena que tenía sobre este.

- No lo sé. ¡Pero podrías seguir intentándolo! – Animo a su amigo, este le quito un poco de arena de su cabello albino, un cabello totalmente blanco que parecía nieve en pleno invierno.

- ¿Qué más quieres jugar? – La niña lo pensó un momento, miro a su madre quien se acercaba con una pequeña sonrisa, le devolvió la sonrisa y su amigo giro en dirección a su mirada, sonriéndole también a la chica.

- Niños, ¿Quieren algo de comer? – Los vio asentir y los dirigió a la banca, los sentó y les ofreció bocadillos que tenía guardados para más tarde. Se sentó a su lado esperando a que terminaran mientras miraba el paisaje. Frente al parque había un bosque, tan grande que si alguien entrara sin un mapa o un guía se perdería en cuestión de minutos, los niños enfocaron su vista al bosque, la pequeña albina se sintió atraída por este al instante, algo en ese lugar la llamaba, algo en ese lugar se sentía familiar, pero ella nunca había entrado a ese bosque antes, no entendía las emociones que le provocaba aquel lugar.

- Mami. ¿Cómo es ese bosque? – La chica miro a su hija, algo en ese bosque le resultaba familiar, pero no lo diría.

- Por lo que cuentan es un bosque muy grande, podrías perderte muy rápido en ese lugar. - La niña mostro mayor interés en el relato de su madre, su amigo solo se dedicó a mirar el bosque fijamente, se sentía algo cansado y solo quería ir a su casa a dormir. - Una vez escuche a alguien decir que, si te concentras un poco, podrás ver a una figura caminando por el bosque, triste y desamparado. –

- ¿Crees que es verdad? – La chica miro a su hija y volvió su mirada al bosque.

- Nada es mentira hasta que tus ojos lo comprueben. – La niña soltó una sonrisa, la mujer miro su reloj y salto sorprendida, se le haría tarde para el trabajo y tendría que irse, tomo sus cosas y dirigió su palabra a los dos pequeños.

- Anny, confió en ti para que puedas ir a casa con Henry como siempre. – Le dio un beso en la frente a su hija y se despidió. – ¡Quiero verte en casa cuando vuelva! – Salió corriendo dejando a ambos chiquillos solos, la niña miro a su madre alejarse, cuando desapareció de su campo de visión miro a su amigo con complicidad, el niño le dirigió una mirada confundido y ella le señalo con la mirada el bosque, este negó frenéticamente con la cabeza asustado.

- No, No, No. ¡Ni lo pienses Nieves! – El niño se puso nervioso, la pequeña solo se echó a reír y se acercó a su amigo.

- Vamos Hen, tengo un pequeño plan. – La niña lo tomo del brazo y lo dirigió a un lugar cerca, donde se encontraba una tienda y un señor algo anciano, este miro a los niños con una sonrisa.

- ¿Qué se les ofrece pequeños? – Miro a la niña y al niño, vio como este le señalaba una cuerda, la miro curioso y esta sonrío.

- ¿Me presta la cuerda un rato? Le prometo devolvérsela. – El anciano asintió y le tendió la cuerda, la niña agradeció y se llevó a su amigo a la entrada del bosque, comenzó a amarrarse la cuerda por su torso mientras su amigo la miraba nervioso.

- Por favor, Nieves. Esto es una mala idea. – Dijo mientras intentaba hacerla entrar en razón, la niña se giró a su amigo y decidió calmarlo con un abrazo, el niño totalmente sonrojado le correspondió.

- Estaré bien, Mira. – Dijo señalando la parte de cuerda que estaba apretada en su torso. - Esta muy bien ajustada, cuando sientas un tirón simplemente me sacaras, ¿Vale? – El niño tomo el otro lado de la cuerda y asintió no muy convencido. La pequeña sonrió y comenzó a entrar en el bosque, a lo lejos su amigo le gritaba.

- ¡Ten cuidado! –

- ¡Estaré bien! – Dijo y comenzó a correr adentrándose en el bosque, corría sintiéndose curiosamente libre, como si fuera su hogar, levantaba con los pies las hojas que se encontraban por montones en el camino. Estas volaban por sus lados jugando a la vez con la niña, esta pensaba que solo era el viento, así que simplemente disfruto del juego que acababa de inventar con las juguetonas hojas.

De repente vio como estas iban por un camino diferente, así que deseosa de seguir jugando las siguió, reía. Estaba realmente feliz en ese momento.

Llego a una parte que se veía algo diferente, se veían los árboles, pero estos parecían reflejos. Las hojas atravesaron lo que parecía ese reflejo y desaparecieron, alzo su mano y palmeo con los dedos una superficie, parecía como gelatina según la niña.

Con mucho valor y curiosidad decidió atravesar aquella capa, sintió como un frio aterrador la abrazaba, pero al instante era cambiado por un calor llamativo, era tibio, como si fuera cubierta por una manta delgada de lana.

Bajo su mano alzada y abrió los ojos, vio algo que la dejo alucinando.

Frente a sus jóvenes ojos se alzaba un hermoso y majestuoso castillo, se veía hermoso con sus colores plata brillante y banderines de diferentes colores cubriéndolos, se maravilló con la imagen que cuando bajo los ojos se sorprendió al ver un hombre, alto e imponente, con una túnica azul que cubría su cuerpo, estaba de espaldas, con su mano movía las hojas con la que ella jugaba hace unos minutos, el hombre se giró y pudo verlo de costado, tenía una sonrisa en sus labios, sus ojos se veían diferentes, tenía imponentes pupilas plateadas y la esclerótica negra, y de su cabeza sobresalían dos orejas de animal, la niña no supo identificar a cual, su cabello era negro, como la misma noche, resaltando más su presencia en aquel lugar. Por una razón no sintió miedo, pero tampoco quiso acercarse mucho, aún era un desconocido.



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En el texto hay: accion aventura y venganza

Editado: 02.03.2025

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