PRÓLOGO

Todo comenzó, como tantas historias…

En un mundo que era un hervidero de conflictos interminables. Ese caos cambió con la llegada de una civilización alienígena, cuya presencia transformó por completo la historia conocida.

Estos seres no llegaron con las manos vacías: trajeron consigo una tecnología capaz de reconstruir un mundo devastado. Uno de ellos, Galius, decidió quedarse, intrigado por la obstinación de sus habitantes a sus antiguas creencias. Convencido de que los enigmas que atormentaban a los locales eran simples supersticiones.

Al llegar a una ruinosa fortaleza olvidada, una sensación comenzó a invadirlo, mientras el aire se tornaba pesado. Se encuentra en una mesa con un pergamino oculto en medio del polvo.

El portal estaba abierto.

Galius fue el primero en comprenderlo, aunque para entonces ya era demasiado tarde. Había tocado el manuscrito, leído líneas con la arrogancia de un dios, sin notar que cada palabra le arrancaba un poco más de sí mismo.
Primero fueron susurros en la brisa nocturna, luego sombras que se arrastraban entre los muros de piedras. No eran hombres, ni bestias, ni espectros de tiempos pasados.

Era hambre hecha carne, odio materializado en garras y colmillos. Criaturas sin nombres que avanzaban sin piedad. Atacaron ciudades y pueblos a su paso, devorando a sus habitantes y animales.

El arcano lo llamó "una fisura en la realidad". Los guerreros, más prácticos lo llamaban "maldición". Los clanes se unieron luchando con desesperación y sus guerreros derramaron sangre hasta el último aliento. Y así comenzó una era de horror, una guerra que los hombres no estaban preparados para enfrentar.

Fue en ese límite entre la esperanza y la condena donde la historia cambió. Valientes guerreros sellaron el portal con su propia sangre, atrapando la oscuridad en el corazón de la fortaleza maldita.

El sacrificio fue absoluto. El precio, incalculable.

Las cicatrices de esa guerra nunca desaparecieron por completo. La historia lo llama victoria. Pero los que recuerdan saben la verdad.
Los clanes sobrevivientes fundaron los reinos de Spacros, Thanet, Völcran y Phyloz. Estos prosperaron, olvidando que la historia es un ciclo y que el silencio nunca es eterno.

"Cuando la sombra renazca, la sangre de los justos teñirá la tierra y el mundo volverá a estremecerse".