─ ¡Qué frustración! ─ murmuró para sí misma.
Las caminatas largas entre la espesura tenían un extraño efecto en Taỳr: a ratos disfrutaba del contacto con la naturaleza, pero otras veces la monotonía la hacía desesperarse.
La noche era densa, cargada de un aire húmedo que se adhería a la piel. El grupo había acampado en un claro, pero Taỳr, terca como siempre, había decidido separarse en busca de hierbas y un lugar más fresco sin avisar a nadie. Jared la encontró en el borde de un barranco, con el manto de la luna iluminando su silueta.
— ¿Te has vuelto loca? —Jared la sujetó del brazo, su voz contenía una mezcla de furia y algo más profundo que ella no alcanzaba a identificar.
— Solo fui por unas hierbas —respondió con fastidio, tratando de soltarse.
— ¡Siempre es así contigo! —su mandíbula se tensó—. Haces lo que quieres, como si nada pudiera tocarte. Como si no fuera importante si desapareces en medio de la noche. ¿Acaso no entiendes que podrías morir?
— Puedo cuidarme sola —replicó.
— No. No puedes. Y ese es el problema —dio un paso hacia ella, acercándose tanto que podía sentir su respiración. Sus ojos brillaban con una emoción contenida que se desbordaba más allá de las palabras—. Me vuelves loco, ¿sabes?
Taỳr se quedó sin palabras. Por primera vez, no era solo su temperamento lo que hablaba. Era algo más.
Entonces, sin darle tiempo a procesarlo, Jared la tomó del rostro y la besó. No fue un beso suave ni contenido. Fue un beso lleno de rabia, de frustración, pero también de un deseo que había estado latente demasiado tiempo.
Taỳr sintió su cuerpo encenderse, temblando entre la sorpresa y la intensidad del momento. Por un instante, el mundo dejó de existir. Solo quedaban ellos dos, enredados en un torbellino de emociones que ninguna discusión podría borrar.
Cuando Jared se separó, su mirada seguía ardiendo.
— Vuelve a hacer algo así, y juro que te ataré a un árbol —gruñó, dándose la vuelta.
Taýr apenas tuvo tiempo de procesar lo que acababa de ocurrir. Jared la había besado. No, no solo besado. La había devorado con la urgencia de alguien que lleva demasiado tiempo conteniéndose.
Su corazón aún galopaba cuando él se apartó bruscamente, respirando con dificultad. Ambos estaban demasiado cerca, demasiado conscientes el uno del otro.
— No vuelvas a hacer algo tan estúpido —murmuró él, su voz aún cargada de frustración y… ¿algo más?
Pero Taýr, lejos de sentirse amedrentada, arqueó una ceja con altanería.
— ¿Te refieres a saltar en medio del peligro o a dejar que me beses así sin previo aviso?
Jared gruñó, pasándose una mano por el cabello en un intento inútil de recomponerse.
— Las dos cosas. —Su mirada bajó a los labios de ella por una fracción de segundo, antes de alejarse de golpe.
Jared giró sobre sus talones, listo para retomar el camino, pero ella lo siguió con pasos ligeros y traviesos.
— ¿Sabes? Si querías besarme, solo tenías que decirlo.
Él resopló, sin volverse.
— ¡Dioses, denme paciencia!…
— O podríamos intentarlo otra vez. Solo para asegurarnos de que no fue un error.
Jared se detuvo tan abruptamente que ella casi choca contra su espalda. Cuando se giró, su mirada era la de un hombre al límite.
— Taýr…
— ¿Sí? —respondió ella, inocente, aunque la sonrisa que curvaba sus labios la delataba.
— Si sigues jugando con fuego, no te quejes cuando te quemes.
Se inclinó apenas, su boca a un suspiro de distancia de la de ella. Pero en el último segundo, en lugar de besarla, se apartó con una sonrisa ladina y se alejó, dejándola con el pulso acelerado y la mente hecha un caos.
Taýr apretó los dientes. —¡Maldito seas, Jared!.
— Tú empezaste —contestó él, sin mirarla, pero ella podía escuchar la sonrisa en su voz.
Y por primera vez, Taýr se preguntó quién de los dos saldría perdiendo en este juego. Él tomó su mano y la arrastró hacia adelante. La tensión entre ellos era evidente.
─ ¡No! ─protestó Taỳr, deteniéndose abruptamente.
─ ¡Mira, más te vale no provocar! ─dijo Jared ─. Yo en tu lugar no intentaría resistirme, nena.
Ella consideró desafiarlo, pero lo consideró. Por su parte, Jared dudaba entre besarla de nuevo o darle un par de nalgadas, pero lo considero mejor y llevó a Taỳr hasta la fogata donde estaban Erguth y su madre, dejando atrás el incidente.
Al día siguiente, mientras avanzaban entre arbustos, una presencia oscura emergió de la maleza. Un crujido, seguido de un grito gutural, sacudió el aire. Las criaturas se desataron como una tormenta, y la batalla comenzó sin previo aviso. Flechas volaron, abriendo paso a un caos incontrolable mientras más monstruos aparecían, atraídos por el primer enfrentamiento.
— ¡Están en todas partes! ¡Cuidado Moura! —advirtió Erguth, mientras sus ojos escaneaban frenéticamente el entorno.
Taỳr, con la mente acelerada, se repitió a sí misma "Calma, respira y no te apresures", buscando serenidad mientras observaba a las criaturas moverse con una rapidez sobrenatural.
— ¡No te dejes intimidar, Taỳr! ¡Respira y actúa! —gritó Moura, luchando a su lado, guiándola con su experiencia.
Después de una batalla feroz, las criaturas fueron finalmente derrotadas, pero el ambiente seguía tenso, impregnado de la adrenalina que había dejado el enfrentamiento.
Mientras caminaban juntos, la tensión en el aire era palpable. Jared, acostumbrado a las miradas fugaces y las sonrisas coquetas, sentía una extraña incomodidad a su lado. No era como las demás, Taỳr tenía algo que lo desconcertaba y lo atraía irremediablemente. Cada vez que sus ojos se encontraban, algo en su pecho se apretaba, una sensación que jamás había experimentado, como si algo más allá de la atracción física lo estuviera llamando.
Por su parte, Taỳr sentía una agitación en su interior que nunca había reconocido. Cada vez que se acercaba a él, su estómago se llenaba de cosquillas, como si su presencia la envolviera en una nube de sensaciones nuevas y excitantes. No entendía del todo qué le pasaba, pero lo que sí sabía es que, de alguna manera, ya no quería estar lejos de él.
Editado: 18.02.2025