─ ¡Manténganse alerta! ¡No bajen la guardia! ─exclamó Stroud, alzando su voz
Pero la victoria no tenía sabor a gloria. Era amarga, pesada, marcada por las miradas de las familias que los acompañaban, aquellas que habían perdido a seres queridos en esta marcha interminable. Entre ellos niños, mujeres, hombres que no eran guerreros, solo supervivientes.
─ ¡Esto no es vida, Stroud! ¡Es un infierno! ─gritó un hombre, abrazando a su hijo pequeño, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas─. ¿Hasta cuándo?
Stroud se detuvo, su postura rígida mientras clavaba los ojos en el hombre. El líder tragó saliva y respondió con firmeza, pero sin dureza.
─ No puedo prometer que saldremos de esto sin más pérdidas... pero sí que lucharemos para que esos sacrificios tengan sentido.
El hombre no respondió. Apretó al niño contra su pecho y desvió la mirada, llena de resignación.
Entre las sombras de unas rocas, las familias y los guerreros se acomodaron en silencio. Algunos lloraban, otros rezaban, y otros simplemente se quedaban inmóviles, mirando la oscuridad como si esta pudiera tragarlos.
─ Este resguardo nos da un alivio momentáneo, pero ¿hasta cuándo podremos seguir así? ─preguntó Bhuzz, rompiendo el silencio. Sus palabras resonaron en todos.
─ Hasta que esta locura termine. ─respondió Jared, pero incluso él parecía dudar de sus propias palabras.
Taỳr, acurrucada junto al fuego, sintió la presión de todas las miradas sobre ella. Era la elegida, la esperanza de todos, pero en ese momento solo quería desaparecer.
Sin pensarlo sus dedos acariciaron el anillo que colgaba de su cuello, como un recordatorio de sus padres.
─ A veces desearía que no creyeran tanto. ─pensó.
Esa noche, pocos lograron dormir. Los susurros de los niños y el crujido ocasional de ramas en el bosque mantenían a todos en vilo. Stroud se levantó al amanecer, con las primeras luces del día.
─ Es hora de moverse. ─anunció, en tono firme.
El grupo retomó el camino, siguiendo un estrecho sendero entre el bosque y el río que los conducía hacia las montañas. Las primeras horas fueron tensas. Cada sombra parecía un enemigo, cada sonido, una amenaza.
─ ¿Por qué elegir este difícil camino de montaña en lugar de rodearlas? ─preguntó alguien, mirando las imponentes cumbres que se alzaban frente a ellos.
─Rodearlas nos habría expuesto más al enemigo. ─explicó Stroud-. Aquí, al menos, tenemos el terreno de nuestro lado.
─ ¿Y si no llegamos? ─murmuró una mujer que caminaba con su hija a cuestas.
Stroud se detuvo y la miró con calma.
─Llegaremos. Si no fuera así, no habríamos llegado tan lejos. ─Aunque sus palabras pretendían ser alentadoras, no pudieron borrar la duda que se reflejaba en los ojos de la mujer.
Mientras ascendían por el empinado sendero, algunos guerreros aseguraban cuerdas para facilitar la subida. Bhuzz, siempre alerta, se mantenía al frente, mientras Moura ayudaba a los más débiles a escalar.
─ Aunque nos retrase, la precaución nos asegurará llegar de forma más segura. ─dijo Stroud-. En cuatro días, si todo va según lo planeado, alcanzaremos nuestro destino.
A pesar de la tensión y el miedo, finalmente alcanzaron una meseta, el grupo se detuvo para descansar. Desde allí, podían ver el camino que habían recorrido, un paisaje desolado salpicado por los recuerdos de la batalla.
─No podemos detenernos por mucho tiempo. ─dijo Stroud, mirando el horizonte-. El enemigo no está tan lejos como parece.
─Lo sé. ─respondió Jared, su mirada fija en Taỳr, quien se encontraba al borde de la meseta, observando el cielo.
Ella cerró los ojos y respiró profundamente. La lucha aún no había terminado, pero en ese momento, mientras sentía el viento en su rostro, se permitió un instante de paz.
Editado: 17.03.2025