La marca del destino

CAPÍTULO 24

El aire era frío y húmedo mientras Taýr avanzaba en silencio junto a su madre. Su mente era un torbellino. Había sentido algo extraño durante la última lucha. Justo antes de que las criaturas fueran destruidas, había percibido una presencia más allá de lo comprensible. Había visto los ojos de las bestias transformarse, volverse más inteligentes, más conscientes.

"Es imposible…" se decía una y otra vez. Pero no podía negar lo que había presenciado.

Moura, quien caminaba a su lado, notó la tensión en el rostro de su hija y rompió el silencio.

—¿Qué te sucede, hija? Estás muy callada.

Taýrr negó con la cabeza, esquivando la mirada preocupada de su madre. No era el momento de contarle.

El cielo rugió con fuerza, y un diluvio comenzó a caer de repente, envolviendo al grupo en una tormenta furiosa. El día se oscureció como si la noche hubiera descendido prematuramente, mientras los relámpagos iluminaban el camino en breves destellos cegadores.

—¡Refugio! ¡Busquen refugio! —gritó Stroud, tratando de hacerse oír sobre el rugido del temporal.

Fue entonces cuando, entre los destellos de los relámpagos, divisaron las ruinas de una edificación blanca más adelante. El grupo corrió hacia los muros desgastados, empapados hasta los huesos, encontrando finalmente un respiro de la tormenta bajo lo que quedaba del techo.

Las ruinas eran imponentes, a pesar de su estado de abandono. Las paredes estaban cubiertas de musgo, y la naturaleza había comenzado a reclamar el lugar. Sin embargo, había algo extraño en el ambiente, una sensación de historia antigua que les erizaba la piel.

Mientras la tormenta continuaba afuera, Taýr no podía evitar sentirse atrapada entre sus pensamientos. Al recordarlo, se le revolvió el estómago. Había visto lo que no debía ver. Se había asomado, aunque fuera por un instante, a la conexión que él tenía con sus criaturas. Y lo peor de todo... lo peor era que él también la había visto.

La duda se instaló en su mente como un veneno. ¿Y si alguien sospechaba? ¿Y si creían que ella los estaba guiando a la muerte sin saberlo? No, no podía decirlo. No ahora.

Pero la culpa comenzó a pesarle con cada segundo que pasaba.

Esa noche apenas pudo dormir. Sus pensamientos giraban en torno a una única certeza: si seguía ocultándolo, tarde o temprano alguien más se daría cuenta. Y entonces no habría forma de explicarlo.

Al amanecer, Taýr se obligó a levantarse y caminó hacia el grupo. Se reunían en torno al fuego, planeando los próximos pasos. Había rostros cansados, heridas aún sin tratar y miradas de agotamiento.

Ella tragó saliva.

—Tengo que decirles algo —su voz sonó más firme de lo que esperaba, pero aún así, sintió el miedo atenazaba el pecho—. Es sobre las bestias... y sobre Baroh.

—Lo que estoy a punto de decirles puede ser difícil de entender, pero necesito que me escuchen.

Con voz pausada, les relató lo que había percibido durante la batalla: la presencia extraña, los ojos de las criaturas cambiando, la sensación de que Baroh no solo las controlaba, sino que estaba presente en ellas de alguna manera.

El silencio cayó entre ellos como una losa. Jared fue el primero en hablar.

—¿Estás diciendo que Baroh... estaba allí? Que... ¿Podía vernos a través de esas criaturas?

Taýr asintió lentamente.

—No puedo explicarlo del todo, pero sí. Lo sentí.

El silencio fue inmediato. Todas las miradas se clavaron en ella.

—¿Qué demonios estás diciendo? —gruñó Bhuzz, con el ceño fruncido.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Stroud con seriedad.

—Porque yo lo vi —susurró Taýr—. Vi lo que la bestia veía... y sentí su presencia. Sé que él estaba ahí.

Erguth frunció el ceño, procesando la información.

—Eso cambia las cosas. Si Baroh puede estar presente de esa forma, significa que estamos más expuestos de lo que creíamos.

El murmullo entre los rebeldes se hizo cada vez más intenso. Algunos se apartaron de ella, temerosos. Otros se quedaron mirándola, sin saber qué pensar.

Moura, siempre protectora, posó una mano en el hombro de su hija.

—Esto es una locura... —murmuró uno de los soldados.

—¿Y si está conectada con él? —soltó otro, con evidente sospecha.

Jared miró a su alrededor, sus ojos oscurecidos por la furia.

—¡Basta! —su voz resonó con autoridad, silenciando las protestas. Luego miró a Taýr y le sostuvo la mirada—. ¿Por qué no lo dijiste antes?

Taýr bajó la vista.

—Porque tenía miedo —susurró—. Porque no sabía cómo explicarlo sin que pareciera que...

—Eres una traidora —completó Zephir, observándola con un brillo calculador en los ojos.

Jared se giró hacia él con el ceño fruncido.

—Si vuelves a insinuar eso, te juro que...

—No me malinterpretes —lo interrumpió Zephir con una leve sonrisa—. No creo que sea una traidora, pero sí creo que ha cometido un error al callarlo.

Algunos comenzaron a murmurar, algunos mostrando dudas, otros defendiendo a Taýr. Bhuzz dio un paso al frente, su rostro lleno de furia.

—¡Esto no es un juego! ¡Estamos arriesgando nuestras vidas aquí! Si Baroh está jugando con nuestras mentes, necesitamos saberlo ahora.

Moura, incapaz de soportar las acusaciones contra su hija, levantó la voz.

—¡Basta!.

Stroud dio un paso al frente, alzando una mano para calmar la situación.

—Ya es suficiente. No podemos darnos el lujo de dividirnos. Todos aquí hemos perdido a alguien por culpa de Baroh. Pero si empezamos a desconfiar unos de otros, entonces él habrá ganado sin necesidad de mover un dedo.

El silencio que siguió fue pesado, pero poco a poco, las tensiones comenzaron a disiparse.

—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Bhuzz, aún desconfiado.

Stroud suspiró, frotándose la frente.

—Si es cierto lo que dice, entonces estamos mal. Nos ha estado observando todo este tiempo.

—Pero al menos ahora lo sabemos —intervino Jared—. Y podemos usarlo a nuestro favor.



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En el texto hay: poder, , aventuras

Editado: 17.03.2025

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