La marca del destino

CAPÍTULO 29

El amanecer trajo consigo un aire denso. En la llanura devastada frente a la fortaleza de Baroh, una marea de guerreros y criaturas aguardaban. El cielo parecía presagiar el destino de esa jornada. La horda se desplegó. La fortaleza de Baroh se alzaba al fondo como una bestia de piedra oscura. Taỳr, con el cabello revuelto por la brisa cargada de energía, sentía su corazón latir con una mezcla de adrenalina, murmuraba conjuros protectores junto a los hechiceros del frente, preparando el primer impacto.

Jared tensó la mandíbula mientras revisaba sus armas. A su lado, Stroud, listo para la carga.

—Es ahora o nunca —dijo Bhuzz, girando su hacha entre las manos.

La primera línea avanzó con una oleada de acero y magia. Los arqueros, liderados por mercenarios experimentados, lanzaron una lluvia de flechas encantadas que se incendiaron en el aire antes de estrellarse contra las bestias que defendían la fortaleza. Criaturas abismales, de piel dura y ojos vacíos, aullaron mientras las puntas ardientes perforaban sus cuerpos.

Taỳr lideraba a los conjuradores, tejiendo un escudo protector sobre la primera línea. Erguth y Stroud, codo a codo, se abrían paso con sus espadas. La chica, canaliza su poder. Su magia era distinta ahora, más fuerte, más pura. La ira y el dolor la alimentaban, y con un simple gesto, hizo que la tierra se estremeciera, atrapando en raíces espinosas a un grupo de criaturas que fueron engullidos por la tierra.

Otro grupo de magos alzó los brazos al cielo, invocando una tempestad de relámpagos que se descargó sobre las torres de la fortaleza, quebrando estructuras y sacudiendo los cimientos.

Jared, con su espada, lideró la carga cuerpo a cuerpo. A su lado, Stroud y Bhuzz desgarraban carne monstruosa con brutal precisión, mientras Gorgan se deslizaba entre los enemigos, clavando dagas en las grietas de su armadura. La batalla era un frenesí de acero, gritos y magia.

Taỳr, en el centro de la formación, sintió la magia vibrar bajo su piel. Había aprendido a controlarla… pero la guerra no era un campo de práctica. Un guerrero enemigo se lanzó sobre ella con una espada en alto, y en un instinto feroz, alzó las manos. Un estallido de energía explotó desde su cuerpo, arrojando al atacante contra un muro con una fuerza que lo hizo crujir como si fuera de papel.

Pero la magia no se detuvo ahí. Taỳr sintió una descarga recorrer su cuerpo y, antes de poder controlarla, un torbellino de llamas azules se alzó a su alrededor. Los rebeldes más cercanos se apartaron con sobresalto. Erguth giró la cabeza, sintiendo la distorsión en el aire.

La llamarada estalló en una onda expansiva que desintegró a los enemigos más cercanos… y derribó a varios rebeldes junto a ella. El fuego se disipó en segundos, dejando un círculo de tierra ennegrecida y a Taỳr jadeando en el centro, su piel vibrando de energía contenida.

—Maldita sea… —murmuró.

Jared, aún combatiendo, la miró de reojo. Sabía que su poder era enorme, pero aquello… aquello era descomunal. Y peligroso.

Antes de que pudiera decirle algo, la tierra retumbó. Un estruendo ensordecedor sacudió la llanura. Desde lo alto de las murallas, las fuerzas de Baroh esperaban como una jauría hambrienta. Soldados y bestias de pesadillas que ya no pertenecían al mundo de los vivos. Y en medio de todos ellos la silueta del hechicero se alzaba como una sombra de puro terror.

La batalla apenas comenzaba.

Un estruendo rompió la euforia de la ofensiva. Desde la fortaleza, Baroh emergió envuelto en un torbellino de sombras, su silueta distorsionada por la magia oscura que manaba de su cuerpo. Alzó las manos y el cielo rugió con relámpagos purpúreos.

Las bestias demoníacas, hasta entonces quietas, se lanzaron sobre los rebeldes con una fiereza brutal, despedazando guerreros sin piedad. Hechiceros cayeron cuando Baroh corrompió sus propios conjuros, volviéndose contra ellos.

Gorgan y Stroud irrumpieron por el flanco derecho, derribando a todos lo que se le acercaban. Mientras Jared avanzaba con una precisión letal, su espada abriendo carne y perforando gargantas. Una bestia se abalanzó sobre él, pero con un giro calculado hundió su espada entre sus costillas, sintiendo como los huesos crujían antes de que la criatura cayera inerte.

Taỳr, más atrás, luchaba por controlar su magia, cada explosión de energía que lanzaba se volvía cada vez más inestable. Un hechicero enemigo la vio vulnerable y conjuró un látigo de sombras para atraparla, pero antes de que pudiera lograrlo del todo, una lanza lo atravesó. Taỳr al mirar a su salvador, Stroud le ofreció una sonrisa antes de seguir adelante.

Los rebeldes al fin lograron entrar al patio de la fortaleza.

Los hechiceros de Baroh, ocultos en las torres y ruinas cercanas, comenzaron a lanzar conjuros letales. Ríos de fuego negro y ráfagas de energía maldita surcaban el campo de batalla, golpeando las filas rebeldes con una precisión devastadora. Los guerreros caían con gritos ahogados mientras su piel se marchitaba al contacto con la magia.

Todo era un caos, Baroh, erguido sobre las ruinas de su fortaleza, miraba la masacre con una fría satisfacción. Extendió las manos y de su pecho brotó un vórtice de sombras, una fuerza oscura que comenzó a succionar la vida a su alrededor. Los más débiles cayeron al suelo sin aliento, sus almas arrancadas de sus cuerpos para alimentar el poder del hechicero.



#2108 en Fantasía
#407 en Magia

En el texto hay: poder, , aventuras

Editado: 17.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.