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Una tarde, mientras paseaba sobre el hombro de Darren por el jardín y lo escuchaba contarle una anécdota divertida que había sucedido en el hospital, se soprendió al ver que la princesa Oona, la hermana menor de Darren se acercaba a ellos con su prometido, un hombre viudo, según le había platicado Darren con anterioridad, que ya tenía hijos propios pero que todos ellos eran muy agradables y amaban genuinamente a la princesa.
El hombre le pidió respetuosa y amablemente a Darren hablar con Anjana, cosa que sorprendió muchísimo a la joven y, totalmente asombrada, lo escuchó pedirle que los acompañara en su boda.
Y para mayor sorpresa, la mismísima princesa Oona, además de estar de acuerdo con él, le pidió que fuera ella quien le hiciera su ramo de novia, que sería algo que consideraría un gran honor.
Darren les agradeció y se despidió de ellos empezando a caminar.
― Alberto me agrada mucho. ― Le dijo a Anjana cuando se alejaron de la pareja. ― Ama profundamente a mi hermana y la protege como no te imaginas. Él y sus hijos entienden la magia que hay en las mujeres de mi familia y, además de estar de acuerdo con ello, cuidan mucho a Oona. Me encantaría que aceptaras su invitación, si es que quieres, por supuesto. Es tu decisión... Pero estoy seguro que, además de disfrutar la boda, te encantará conocer a los hijos de mi cuñado. Isabel, la pequeña, es simplemente adorable. ¡Todos lo son! Incluso el mayor y su novia.
Más tarde, cuando se quedó sola, Anjana meditaba en su árbol. ¿Sería tiempo ya de reunir valor y mostrarse ante todos? La pequeña hada se sentía muy asustada. Nadie la había visto en su forma humana desde hacía años y temía que, al convertirse, además de asustarlos por la horrible cicatriz de su brazo, perdiera definitivamente la compañía de Darren. Sumida en sus cavilaciones, lanzó un profundo suspiro.
― Dioses... ¿Qué hago? ― Pensó con angustia. ― La misma princesa Oona me pidió que hiciera su ramo de novia. Sería un insulto muy grande para ella, y para la reina Oonagh negarme a hacerlo.
Esa noche, cuando todos dormían, tomó su forma humana y recorrió el jardín, como siempre lo hacía pero, en esta ocasión, miraba atentamente las flores que la rodeaban.
― Esas flores azules junto con los lirios que crecen junto al estanque se verían muy hermosos juntos. ― Pensó con entusiasmo. ― Y quizá con algunas campanillas y unas ramas de helechos, se verían mejor. ¿Será que a la princesa Oona le gusten las flores azules?
Siguió recorriendo el jardín observando las flores cada vez más entusiasmada ante la idea que se estaba formando en su mente para el ramo de la novia. Lo haría espectacular, pero al mismo tiempo, discreto y muy elegante. El problema realmente era cómo hacérselo llegar a la novia. ¿Se atrevería a presentarse ella misma ante todos? ¿No sería mejor hacer el ramo y dejarlo a hurtadillas frente a la puerta de la casa sin que nadie la viera? ¡Qué dilema! Con tristeza empezó a caminar de regreso a su árbol. ¿Qué iba a hacer?