Capítulo 3

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Llegó por fin el día de la boda de la princesa Oona y el jardín hervía de actividad. Todas las hadas corrían, con entusiasmo y alegría, de un lado a otro preparando todo para la ceremonia y la fiesta. 

Anjana se asomó con discreción a través de las ramas del árbol y se sorprendió ver colgada de una de ellas una corona de flores. 

Sonrió con agradecimiento por tan generoso gesto que alguna de sus compañeras tuvo al dejársela, por si se animaba a acudir.  

Miró hacia arriba, donde había ocultado en una rama alta, el ramo que había hecho la noche anterior y en el que se había esmerado tanto. ¡Ojalá le gustara a la princesa! Había trabajado toda la noche en él; tanto, que esta mañana se había quedado dormida y sus planes de entregarlo furtivamente se habían ido por la borda. Con algo de pesar y con mucho miedo, se transformó a su forma humana. Tomó el ramo de la novia y se colocó la corona de flores en la cabeza. Luego, inspiró profundamente tratando de encontrar valor y empezó a caminar hacia el centro del jardín, donde una carpa blanca cubría las mesas adornadas con flores y varias personas conversaban entre sí. 

Sin querer se sonrojó y bajó la vista, ralentizando los pasos, mientras sentía que su corazón latía aceleradamente. Entre la gente había alcanzado a ver a Darren. ¿Qué pensaría el joven al verla? ¿La reconocería? Nunca antes la había visto de otra manera que no fuera una mariposa... ¿O sí? 

De pronto notó el silencio, las voces y la risa de la gente no se escuchaban más. Levantó la vista, intrigada, y descubrió que todos la miraban a ella. Aturdida, asustada y muerta de pena, miró hacia a todos lados buscando dónde ocultarse.  

No pudo hacerlo, Darren avanzó rápidamente hacia ella y, cuando llegó a su lado, tomó su mano y besó delicadamente la cicatriz que la cubría. 

― Mi hermosa y querida Anjana. ― Le dijo mirándola a los ojos, con una luminosa sonrisa tan brillante como el sol. ― ¡Qué alegría tan grande siento que hayas venido a celebrar con nosotros! Oona amará ese ramo tan hermoso que le hiciste. 

Anjana se ruborizó totalmente y bajó la vista. Darren tomó su mano y la colocó sobre el brazo de él haciéndola caminar hacia donde estaba su familia. Al llegar junto a ellos, Alberto, el novio se acercó y le hizo una sutil reverencia. 

― Anjana, gracias por aceptar la invitación. ― Le dijo amablemente. 

Anjana sonrió feliz. 

― Gracias por invitarme. ― Le contestó emocionada. 

― ¿Verdad que es hermosísima? ― Escuchó decir a Darren. 

Sorprendida y, al mismo tiempo, ilusionada, bajó la vista al piso sin poder evitar ruborizarse. ¡Le parecía hermosa! ¡No se había asustado al ver su horrible cicatriz! 

Fueron interrumpidos por todas sus compañeras quienes, al descubrirla, corrieron a saludarla y darle la bienvenida. 

Escuchó a una de las cuñadas de Darren preguntarle cuándo se casaba y él, sorprendiéndola totalmente respondió 

― Mañana mismo, si es posible. 

El resto de la tarde, la pobre Anjana lo pasó en un torbellino de emociones, le costaba mucho trabajo asimilar lo que estaba sucediendo. 

Por un lado, la cálida bienvenida de todos. El placer que mostró la princesa Oona por su asistencia y lo complacida que quedó por el ramo que le hizo; la dulce sonrisa que le dirigió su majestad Oonagh al verla en el cortejo de los novios. Pero, sobre todo, le asombraba y le abrumaba un poco la absoluta devoción que Darren le mostró durante toda la velada, no separándose de ella ni un solo momento. Al final de la fiesta, cuando la princesa lanzó su ramo de novia y le cayó a ella, Darren le dio un breve beso y le dijo “Seguimos nosotros”, haciendo que el corazón de la joven hada se saltara un latido. ¿Hablaba en serio? ¿En verdad quería casarse con ella? ¿Sería posible algo así? Discretamente soltó un suspiro tratando de alejar sus dudas e inseguridades y tratando de enfocarse en los festejos por la boda de la princesa Oona en el jardín de las hadas.