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El jardín de las hadas de la reina Oonagh lucía maravilloso el día de San Valentín. Todos lucían sus mejores galas pues, ese día, se celebraba la boda de Darren y Anjana, su mariposa del ala rota.
Toda la familia se encontraba presente, felices de presenciar tan hermoso acontecimiento.
Darren lucía una sonrisa radiante, mientras esperaba que Anjana saliera de la casa, donde la estaban preparando para la boda.
Alberto, su cuñado se colocó junto a él. Darren le había pedido que fuera su padrino.
― Tengo mucho que agradecerte. ― Dijo Darren con una sonrisa discreta. ― ¿Sabes que, si no es por ti, esta boda no se estuviera realizando?
Alberto lo miró frunciendo el ceño.
― ¿Por mí? ― Preguntó extrañado.
― Si tú no invitas a Anjana a tu boda, ella jamás hubiera salido de su encierro. ― Le aclaró Darren encogiéndose de hombros.
Alberto sonrió discretamente y asintió.
― Entonces, me alegra haberla invitado. Da gusto verlos a ambos tan enamorados. Espero que pronto nos den sobrinos para poder mimarlos.
Darren soltó una pequeña risa.
― Yo también lo espero. ― Afirmó.
El maullido de un gato se escuchó desde la casa. Las hadas corrieron hacia la puerta gritando “¡Ahí viene la novia!” y formaron una valla. Darren miró expectante, Tom Tildrum, el enorme gato negro, fue el primero en salir, luego aparecieron sus hermanas Mab y Oona, unos pasos más atrás su madre y su padre ambos del brazo, todos sonrientes. Y por fin apareció Anjana, en un delicado vestido de un tono muy pálido de azul, con su negro cabello coronado con flores naturales. ¡Qué novia tan hermosa! Pensó Darren profundamente admirado.
Cuando la joven llegó a su lado él tomó sus manos.
― Te amo. ― Susurró emocionado.
― Yo también te amo. ― Le respondió ella.
La reina Oonagh sonrió y, complacida, ató sus manos con una guirnalda de flores y empezó la ceremonia del Handfasting que los uniría como marido y mujer por toda la eternidad.