Aslan paseaba por la playa cuando vio dentro del mar a Akira nadando despreocupadamente, verla brasear, zambullirse, permanecer flotando fue un deleite, y más cuando salió de las olas y se puso junto a él, completamente mojada, con su ropa pegada al cuerpo, su cabello largo embarrado en su espalda, cayéndole gotas por la mejilla, sus largas pestañas mojadas, estaba con la boca abierta a punto de decirle algo, cuando escuchó que Fatma lo llamaba y llegó hasta donde estaban ellos mirándose en silencio, cuando se paró junto a ellos Akira se retiró a lo que Aslan agradeció porque no sabía qué habría hecho de estar un momento más junto a ella.
En los pastizales un buen ato de ovejas pastaba, Elizabeta junto con sus dos perros pastoreaba cuando Mustafá caminaba hacia ella, la vio levantar en peso una oveja para dejarla caer, le revisó una pata al parecer traía una astilla, para cuando llegó la mujer ya estaba soltando la oveja, los dos perros le gruñeron mostrándole los colmillos.
-Tranquilos oso, lobo – Mustafá les dedicó una sonrisa cuando los perros se calmaron.
-Eres única mujer – le dijo, a lo que ella se le quedó viendo.
-Me lo dicen seguido – él se acercó hasta quedar junto a ella.
-No creo que te lo digan muy seguido – y tenía rezón, la verdad las jóvenes se relacionaban con muy pocos hombres – me gustan las mujeres como tú.
-Grandes – le dijo mirándolo con una media sonrisa.
-Fuertes – le dijo rodeándola por la cintura, con una sonrisa socarrona, para su suerte ella no se resistió, más bien le dedicó una sonrisa igual, como retándolo, cuando la tomó por la nuca para darle un beso fue correspondido.
El resto de la tarde se la pasaron sentados a la sombra de un árbol alto, viendo las ovejas que no despegaban la cabeza del pasto.
-Después de vivir más de seis años guerreando esto es como estar en el paraíso – le dijo acostando, con los brazos acomodados bajo la nuca, donde podía ver el perfil de Elizabeta.
-Los hombres y sus guerras.
-Tienes razón, mucho tiempo perdido, pero me consuela pensar que al menos ahora estamos en paz, y tu mi fierecilla ahora estas aquí pastoreando tus ovejas sin que nadie te moleste.
-A mí, lo único que me molesta eres tú – él se le fue encima para quedar sobre ella y darle otro beso entre risas.
A Akira le caía muy bien Mustafá, el hombre era agradable y fuerte, y desde que llegó al castillo había tratado de relacionarse con todos, y se había integrado con los quehaceres diarios, ayudando en todo. Cuando se encontraban, siempre conversaban y Akira le dedicaba sonrisas, Aslan ya había notado el apego de Akira hacia Mustafá, en varias ocasiones los había visto justos conversando plácidamente, los celos siempre le estrujaron el corazón, no sabía ni por qué, de todas Akira era la que le caía más mal, no soportaba su forma de ser altanera, pero en el fondo era lo que admiraba de ella, en cuanto a bellezas había más bonitas en especial Fatma.
En una ocasión ya entrada la noche, Aslan estaba en el segundo piso, vio como Mustafá se le acercaba a Akira, ella le tomaba tiernamente la mano, desde donde estaba no podía escuchar lo que decían, pero se intercambiaban palabras, ella le sonrió, los dos caminaron rumbo a la habitación de ella, vio cuando los dos entraban conversando tranquilamente, el hombre se puso como loco, cuando entró a su propia habitación estaba furioso, pero reclamarle qué, él no tenía derecho a nada sobre ella. Al día siguiente aún estaba intranquilo, fue a donde seguramente se encontraría a Akira, ella salía del mar con un morral lleno de almejas.
-Espero que le guste la sopa de almeja alteza – le dijo completamente mojada, al igual que el otro día, con toda su sensualidad expuesta, Aslan tuvo que tragar saliva.
-Esta noche quero estar con una mujer – las palabras de Aslan la sorprendieron.
- ¿Qué quiere decir? – le dijo entrecerrando los ojos.
-Las chicas del harén, son todas mías ¿o me equivoco? – ahora la furiosa era ella.
-Dejamos de ser de su harén desde que su madre nos mandó aquí para abandonarnos y dejarnos morir de hambre.
-Y aun así han sobrevivió, y muy bien, viviendo en mi castillo y de mis tierras – Akira lo fulminó con la mirada, las gotas de agua rodaban por sus mejillas rosadas, Aslan tuvo que hacer un gran esfuerzo por no tocarla.
- ¡Todo lo que hay dentro de ese castillo lo hemos conseguido nosotras con nuestro trabajo! – él se le quedó viendo, tenía que hacerla sufrir como anoche lo había hecho sufrir a él.
-No lo haga, por favor – le dijo en tono de voz más bajo – ellas son ahora libres, han estado así por más de seis años – Akira se notaba realmente triste.
-Quiero a Fatma esta noche en mi habitación – Akira levantó el mentón, con ojos tristes, sabía que a Fatma le gustaba el príncipe, no quería pensar mucho en eso, pero por la mente le pasó que ellos ya hacía tiempo se encamaban juntos, respiró profundo cuando él se alejó dejándola parada en la playa.
Esa tarde Mustafá le platicaba cosas que él no ponía atención, en su mente solo estaba la mirada de indignación de Akira cuando le pidió a Fatma para esa noche.
-Es increíble el ungüento que me dio Akira anoche – de pronto el comentario lo regresó de sus pensamientos.