La más vieja del harén

CAPITULO 13

Al día siguiente Aslan despertó abrazado de Akira que dormía plácidamente con sus enormes ojos cerrado, con sus largas pestañas, uno de sus ojos lucía un pequeño moretón bajo la ceja, se llenó de coraje. Todo el día había tratado de evitar a Emir, al igual que Akira que ese día se la pasó mirando a todos lados buscando a Emir para estar lo más lejos de él.

Emir no se quedaría tranquilo, en varias ocasiones vio a Akira de lejos, su larga cabellera negra, su esbelta figura, pero bien formada, con sus pantalones bombachos que solo ella usaba, y su hermoso rostro que ahora lo miraban con desprecio, para él bastante excitante, por la noche la estuvo cazando, vio que entraba en la biblioteca cuando entró tras de ella, la agarró por detrás, tapándole la boca, lo que Emir no sabía era que Aslan le gustaba estar en la biblioteca tanto como a Akira.

- ¡TE DIJE QUE LA DEJARAS EN PAZ! – le gritó sujetándolo, Emir encolerizado golpeó justo el ojo derecho, el de la cicatriz, le propino tres o cuatro golpes más, hasta que Aslan le dio la gana de detenerlo con un puñetazo bien puesto, nunca le había gustado pelear con él, sabía bien que era más fuerte, desde niños él lo había superado, aunque fuera el hermano menor. Cuando lo vio tirado doliéndose del tremendo golpe fue con Akira.

- ¿Estas bien?

-Si – dijo desviando su vista del príncipe caído a Aslan, sus manos las llevó a sus mejillas como observándola que estuviera bien.

-Salgamos de aquí – le dijo mirando a su hermano que se estaba incorporando.

En la habitación de Akira le ponía fomentos de agua fría para la hinchazón del ojo.

-Acabas de golpear al heredero al trono.

-Es un cabrón – dijo serio, en realidad tenía cargo de conciencia, no por haber golpeado al príncipe, si no por haber golpeado a su hermano más débil.

-Mañana estará morado, pero te recuperaras – le dijo ella alejándose un poco, él le tomó la mano para acercarla.

-Tú no solo curas las heridas físicas, también las del corazón – ella lo miró con ojos tiernos.

-No te enamores de mi – le dijo ella seria, a lo que él sonrió.

-La advertencia llega tarde – él le besó la mano.

-Tú te iras, algún día, o tal vez la que se vaya sea yo.

- ¿A dónde irías? – preguntó mirándola.

- ¿Qué tal Inglaterra? - él le sonrió.

-Inglaterra está muy lejos - la acercaba a él para abrazarla por la cintura – lejos de mí, lejos de mi alcance – le dio un beso en el abdomen, por encima del tul de su dhoti- ¿por qué te quieres ir tan lejos?

-A donde no te pueda ver nunca – dijo ella sentándose en su regazo, sorprendiendo a Aslan, que ahora su corazón latía a mil, recorriéndole con sus manos, toda la espalda.

-Ahora estas aquí – tomándole la cabeza para besarla apasionadamente.

Nada más fácil que quitarle su dhoti, sin incomodos botones y ataduras, encontrarse con un abdomen firme dividido por un surco que iba desde las costillas hasta el ombligo, besarlo y sentir su sabor, mirar su piel morena brillando a la luz de las lámparas, sentir sus pechos en sus labios, se desnudó delante de ella, su cuerpo musculoso estaba surcado por cicatrices, ella las besó tiernamente, él disfrutó cada beso, la llevó a la cama acostándose encima de ella con cuidado para no aplastarla, Akira pensó como podía ser un hombre tan salvaje y tierno a la vez, ella le mordisqueó su afilada quijada, para luego besarlo, él la acariciaba, la besaba, quería demostrarle con cada movimiento que la quería demasiado.

-Akira – mencionaba su nombre en su oído, no se pudo contener más y la hizo suya, él se entregó por completo, como cuando estaba con Lyssa, perteneciéndole con cada parte de su cuerpo.

Cuando terminaron, él la miraba con sus ojos miel, acariciándola, su mejilla, sus labios, cuello, hombro.

-Tú piel brilla como si tuviera luz propia – ella le sonrió.

- ¿Cómo puedes ser así? – le dijo quitándole un mechón de su frente

- ¿Así cómo?

-Parecer tan agresivo y violento, pero ser tierno y delicado – él le sonrió.

-No se lo digas a mis enemigos – los dos se rieron – no siempre he sido así, cuando atacábamos ciudades y pueblos, estuve con muchas, debo decir que nunca las forcé, pero tampoco fue amor – le dijo serio, respirando para desahogarse, cuando él vio sus hermosos ojos negros – pero amor solo con mi pantera, y la abrazó con fuerza.

Se durmió abrazándola, en la mañana se despertó Akira adolorida de lo fuerte que la estaba sujetando, su movimiento lo despertó.

- ¿A dónde vas pantera? – ella le sonrió.

-La vida sigue – le dijo logrando zafarse de su agarre, el hizo un ruido de disgusto, escondió la cabeza en la almohada y se durmió de nuevo.

Lyssa estaba furiosa y humillada, no le cabía que los príncipes se dieran de golpes por una, que era menos que una concubina. En la comida cuando Akira miraba que todo estuviera bien servido para los nobles, Lyssa se acercó.

-Deberías de tener más cuidado con quién te enredas, y los problemas que causas, todo tiene consecuencia, solo eres una esclava – Akira respiró para tranquilizarse.




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