La más vieja del harén

CAPITULO 16

Hacía ya tiempo Aslan se hacía cargo de todos los asuntos, su padre le había legado casi todo, decía que él estaba cansado, por lo que los planes de Lyssa de atraparlo no podían llevarse a cabo, ya que él siempre estaba ocupado.

-Por fin te encuentro – le dijo entrando al salón que usaba para ver los asuntos con sus visires, había esperado el momento hasta que salieron y lo dejaron solo. Él levantó la vista, Lyssa estaba más hermosa que nunca – ahora ya no tienes tiempo para nada.

-Tienes razón, me gustaría tener más tiempo para pensar, para recordar – la chispa de los celos le caló, “seguramente lo que quería recordar era a esa morena que tanto había querido” y tenía razón, meses habían pasado, Aslan estaba consciente que no podía regresar al castillo de verano, y aun que quisiera pasar toda una vida junto Akira era imposible, él ahora tenía que casarse con alguna princesa con quien formar una alianza con algún reino poderoso.

-Sé que estas muy ocupado, pero también tienes que darme tiempo, tu madre insiste en que me desposes – Aslan tuvo que respirar profundo para calmarse.

-No Lyssa, yo no te voy a desposar.

- ¡Pero tu madre ha dicho!... – le dijo exasperada, pero él la interrumpió.

-Yo hablaré con mi madre.

Al día siguiente, Aslan buscó un espacio en su día para ver a su madre y quitarle la absurda idea de casarse con Lyssa.

-Pero ella es la indicada, es la princesa de Grecia.

-Tendrás que buscar en otros lados, porque casarme con Lyssa no va a pasar.

- ¿Pero por qué? Ella te agradaba, yo siempre los veía juntos.

-Simplemente no – fue la rotunda respuesta.

La sultana Valide se tomó muy en serio la búsqueda de la candidata para casarse, de todas partes le llegaron pinturitas de princesas, unas lucían más guapas que otras, de diferentes tonos de piel, cabello y ojos, unas cuantas fueron las elegidas e invitadas a pasar una temporada en el palacio de Topkapi para que el príncipe las conociera.

Y así fue como llegaron tres jovencitas de la nobleza de lugares muy diferentes, Dinara de Rusia, Hella de Dinamarca y Shani del impero Mameluco que en aquella época era Egipto. Fueron recibidas por la sultana Valida con toda la corte que una princesa se merece, también la que tuvo que estar presente fue Lyssa como la viuda del príncipe, y también por que llevaba tantos años en la corte otomana, que era considerada importante para dar opiniones. Lyssa estaba de malas, y más mal se puso cuando vio que las tres jovencitas eran de apariencia agradable y bonitas.

Aslan tuvo que darse tiempo para conocer a las princesas, Dinara de piel blanca y cabello oscuro, alta, de temperamento perspicaz, era la más seria de todas, a Aslan le agradó precisamente por eso, era tan callada que él pensaba que todo lo estudiaba, y aunque así era, su inteligencia no le llegaba ni a los talones a la de Akira, pero aun así la joven le pareció agradable. Shani llegaba directamente de Tebas de piel bronceada y ojos miel, era una belleza, y ella lo sabía, derrochando sensualidad por donde pasaba, Aslan pensó que la joven podría hacerlo olvidar Akira, pero al recordar el cuerpo de su pantera le pareció que eso sería difícil. Hella en cambio era tan blanca como la nieve, de enormes ojos azules, cabellos tan rubios que parecían de plata, era tierna y amorosa, una buena mujer para serla su esposa, tener unos bonitos herederos.

Mientras en Siracusa Akira y Harald comían juntos en una larga mesa, disfrutando del rico pescado que el cocinero les había preparado, cuando un hombre llegó corriendo, se notaba agitado, se veía que había corrido por un buen tiempo.

- ¡Lo hemos encontrado! – exclamó sin más, Harald se le quedó viendo.

- ¿El Anticitera? – preguntó, el hombre movió la cabeza afirmativo - ¡Vamos! – exclamó tendiéndole la mano a Akira, que se levantó de inmediato dejando su plato a medio comer.

Cuando llegaron a la excavación un hombre le entregó el extraño artefacto. Harald lo tomó con cuidado, examinándolo todo, Akira también lo veía.

-Es perfecto – exclamó admirándolo como si hubiera encontrado un cofre lleno de jemas.

-Pero ¿qué es? – preguntó Akira que no le encontraba forma al aparato lleno de engranajes.

-Eso es lo que quiero que me ayudes a investigar – le dijo él mirándola.

-Pero, no tengo ni una idea – le dijo Akira con sinceridad.

-Le sé yo tampoco, pero juntos lo averiguaremos – ella le sonrió.

Akira disfrutaba de la compañía de Harald, criado en las cortes europeas, la forma de tratarla era con toda la cortesía de un caballero, cuando la miraba con sus ojos tiernos azules, también le gustaba su sonrisa por que se le formaban unos lindos hoyuelos en las mejillas, tenía para ella todas las atenciones y se preocupaba por que se sintiera cómoda, cualquier mujer se sentía alagada.

Ya estaba entrada la noche cuando Harald fue al observatorio donde sabía que estaba Akira.

-Aun trabajando, ya es tarde, no quiero que piense que solo la traje para trabajar.

-Estaba por retirarme, solo hago estos cálculos – le decía mientras que no despegaba la pluma de un papel, donde anotaba una serie de números. Él se acercó a ella le tomó su mano, ella levantó la mirada para encontrase con sus ojos azules.




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