La más vieja del harén

CAPITULO 17

En el palacio de Topkapi, Aslan recibía a Mustafá y su esposa Elizabeta, al verla le regresaron aquello hermosos días en el palacio de verano, los ojos negros de su hermosa pantera.

-Elizabeta – le dijo dándole un gran abrazo, ella le sonrió y le dio una caja de madera con vino.

-Nuestro regalo de compromiso – le dijo Mustafá – no esperes más – Aslan le sonrió.

-Este es el mejor de los regalos – dijo recibiéndolo con una gran sonrisa.

- ¿Cómo esta ella? – preguntó dando un suspiro.

- ¿No lo sabemos? – dijo Mustafá, a lo que se volvió a ver a Elizabeta para que le explicara.

-Ella se fue.

- ¿A dónde? – preguntó intranquilo.

-A Sicilia – dijo Elizabeta

- ¡¿Qué hace allá?! – preguntó desesperado, a lo que Elizabeta continuó.

-Se fue a aprender más, en su última carta decía que estaba bien, que estaba muy contenta, aprendiendo muchísimas cosas.

-A aprender cosas – repetía Aslan que no cabía del asombro.

En uno de los jardines Aslan caminaba como león enjaulado, siempre pensó que una vez casado con la princesa, cumplido su deber de tener como aliado un país europeo, podría regresar con el amor de su vida Akira, pero pensaba en ella, en que cabeza cabía que lo iba a estar esperando, una mujer tan inteligente, era normal que quisiera seguir, conocer más, no permanecer estática, saberla lejos sabrá dios con quién, lo ponía furioso.

Cuando los emisarios de varios lugares llegaron al compromiso, Harald Kristensen Duque de Dinamarca estaba en la lista de invitados y con él su comitiva, ni por la cabeza le pasó que con sus acompañantes estaba Akira. De manera que cuando fue a presentarse solo, Aslan le dio la bienvenida sin imaginarse de quién se trataba.

Sin querer Akira se topó con Mustafá y Elizabeta que no cabían de la sorpresa de verla ahí, la abrazaron con fuerza.

-Pero ¿qué es lo que haces aquí? – preguntó Elizabeta.

-Vine con el Duque, en realidad venimos a ver a una persona, pero tienen que contarme todo lo que ha pasado en el castillo.

Elizabeta la puso al tanto de todo lo que había pasado en el castillo de verano, mientras que ella le platicaba todo lo que había hecho y descubierto en Siracusa, le platicó del gran telescopio que el Duque tenía, y hasta donde podía mirar, estaba extasiada explicándole las extrañas cosas que había visto en el cielo nocturno, Elizabeta a quien no le interesaban los objetos celestes, le mostró toda su atención, y comprendió que no estaba hablándole de tonterías.

- ¿Ya viste al príncipe? – le preguntó una vez que terminó con su detallada platica.

-No, y no vine a eso – le dijo ella apartándose un poco para que no viera su tristeza – vine a ver a una persona que nos ayudará a descubrir para que sirve un artefacto muy antiguo.

-Pues se llevará una gran sorpresa cuando te vea.

-Se va a casar, lo que sucedió en el castillo de verano ha quedado muy atrás, seguro ya se le olvidó – decía para consolarse.

-Yo no lo creo.

Harald entró, al ver a Elizabeta la reconoció de inmediato, era la novia de la boda a la que había asistido, cuando conoció a Akira.

-Un gusto volverla a ver.

-Igualmente Duque.

-Discúlpeme que las interrumpa, pero quiero presentarle a Akira mi maestro.

-Vamos le dijo Akira que también estaba muy interesada.

Un hombre ya mayor, de frente despejada, de estatura media, cabello blanco, le fue presentado, Akira pensó que tal vez así hubiera sido el mismo Arquímedes.

-Magnus esta es la señorita Akira.

-Un placer conocerla Akira, su talento la precede.

-Gracias, también he escuchado muchas cosas del maestro del Duque.

Unos empleados desplegaron en una mesa, los objetos que habían llevado para que Magnus las examinara, el hombre como si le hubieran puesto una mesa de confituras, las observó una a una con sumo cuidado. Extensas fueron las horas que pasaron estudiando todo, escuchado la opinión de Magnus, Akira y Harald. Ya era tarde cuando se retiraron a sus habitaciones.

-Mañana le enseñaremos el Anticitera – expresó Harald

-No puedo esperar a verlo.

-Es tarde, será mejor que nos retiremos a descansar.

Mientras caminaban por los pasillos, Akira se preguntaba cuáles serían los aposentos Aslan, cuando Harald la regresó de sus pensamientos.

-Es muy importante para mí que estes aquí – Harald se veía tranquilo, mientras que Akira tenía que hacer esfuerzos descomunales para calmar su corazón, no sabría ni qué hacer si se topaba de frente con Aslan.

-Conocer a tu maestro fue todo un placer.

-Un hombre muy inteligente, pero tú Akira – le dijo tomándole las manos para ponerse frente a ella – tu mente funciona de una manera que ni yo alcanzo a comprender – llevó su mano para acariciar su frente y su cabello, ella le sonrió - ¿me abrirás tú corazón? – le preguntó con ternura, ella cerró sus ojos para disfrutar de su caricia.




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