Harald no pudo evitar fruncir el ceño cuando Aslan entró al salón dende trabajaban con Magnus.
-Príncipe ¿qué lo trae por aquí? – le dijo con algo de reclamo.
-Akira me dijo que me explicaría que es lo que hacen aquí – le dijo en tono serio, para quitar algo de presión Akira se le paró enfrente, la mirada de Aslan ahora estaba en la de ella.
-Harald financia las excavaciones en Siracusa, buscamos vestigios de uno de los hombres más sabios que ha existido, Arquímedes.
-Que interesante – dijo mirando todos los objetos en la mesa.
-Pero lo más interesante de todo esto que está viendo es esta pieza – le dijo Magnus – el anticitera – Aslan tomó el artefacto en sus manos.
- ¿Qué es?
-No lo sabemos, es por eso por lo que estamos aquí, investigando y haciendo deducciones – comentó Magnus, el que estaba muy callado era Harald.
Aslan se quedó con ellos un buen rato viendo como las tres personas trabajaban en conjunto, eran buenos en lo que hacían, traduciendo lenguas perdidas, encontrando sentido a dibujos inscritos y demás, lo único que se les escapaba a toda probabilidad era el extraño mecanismo llamado anticitera.
Por la noche Akira no podía dormir, se levantó y comenzó a pasear por los jardines del palacio, llegó hasta una terraza donde se podía ver el Bósforo, la vía láctea se podía ver perfecto, cuando alguien se paró justo detrás de ella.
-Encontraría ese cuerpo de pantera en completa obscuridad – le dijo abrazándola por la espalda diciéndole al oído – sabría que eres tú solo con acariciar tu pelo, solo por tocar mi nariz en tu cuello – ella cerró los ojos para disfrutar sus caricias, se volvió para ella también poderlo abrazar, poniendo su cabeza en su pecho, abrazándolo por la cintura – quédate conmigo.
-No me necesitas aquí, yo solo estoy donde soy útil, indispensable – él le dio un beso en su cabello.
-Lo sé – le dijo en vos bajita – y también sé que contigo a mi lado, yo podría llegar a gobernar mejor.
-Solo que a mí me hace falta un reino – le dijo simpática, él se sonrió.
-Tienes más que un reino.
-Díselo a tus padres y a todos en la corte – él le puso sus manos en sus mejillas, para darle un tierno beso, ella también lo besó abriendo sus labios para dejar entrar su lengua, sus dientes chocaban, mordiscos tiernos en el labio inferior y superior, para terminar en un abrazo fuerte, ninguno se quería separar.
-Quédate conmigo – le dijo en un susurro, poniendo su frente en su frente.
-Sabes que no lo haré – tuvo que cerrar sus ojos para poder soportar el desprecio.
-Te vas con ese hombre.
-Me voy a hacer lo que me gusta.
-Desprecias al futuro sultán – le decía acariciando su negro cabello.
-No, tú siempre me vas a tenerme cuando me necesites, pero el próximo sultán tiene que tomar decisiones, las mejores para su imperio.
-Te estás despidiendo – le dijo tomándola del mentón para que lo mirara, ver en sus ojos lo mucho que le dolían sus palabras, pero ella estaba igual, con un nudo en la garganta a punto de llorar – te estas llevando una parte de mi alma y tu no dices nada.
- ¿Crees que es fácil para mí? Haces que tenga sentimientos horribles - le dijo desesperada -envidia es lo que siento en este momento, envidia de Hella de Dinamarca, quisiera tener un reino, para dártelo, y te aseguro no desposarías a ninguna otra – las lágrimas le comenzaron a rodar – ahora hay que poner los pies en la tierra, hacer nuestro deber y seguir adelante.
Al día siguiente Harald encontró Akira en el salón con el anticitera en sus manos, su mirada estaba radiante.
- ¿Resolviste el misterio? – le dijo acercándose a ella.
-Todo está en este manuscrito – le dijo tendiéndole un pergamino amarillento y roído – no le encontrábamos relación, pero definitivamente habla del artefacto.
-Muéstrame – Harald se acercó a ella.
-Esto solo es la mitad de una pieza, pero no solo es la otra mitad la que falta, si no es algo que formaba parte de algo más grande.
- ¿Sabes para qué servía?
-Nos marca con precisión los movimientos de la luna, y de unos objetos celestes que siempre están en movimiento, orbitando como nosotros.
-Eso es magnífico – le decía cuando entró Magnus, entre los dos lo pusieron al tanto del descubrimiento, el hombre se regocijaba viendo el pergamino confirmando cada palabra.
-Pero hay algo más – dijo Magnus, Akira se le quedó viendo, sonriendo.
-Lo hay, algo que no podemos comprender y está fuera de nuestro conocimiento, fuera de nuestra compresión – comentó Akira - avanzado a nuestros tiempos y no tengo ni idea cómo Arquímedes llegó a inventar algo así.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Harald.
-Es como encontrar campos magnéticos – dijo Magnus.
-Algo que te haría estas aquí y luego no estar – agregó Akira, Magnus afirmó moviendo la cabeza en positivo.
-No los entiendo.