Con la llegada de septiembre el clima empezaba a cambiar y las hojas se tornaban de esos bonitos tonos naranjas tan característicos de la estación. Otoño era la estación favorita de Sarah, el ambiente ideal para juntarse con sus amigos a contar historias de terror y ver pelis de miedo.
Ese día en particular, un 16 de septiembre, la brillante idea llegó a ella mientras cocinaba con un vídeo sobre crímenes sin resolver sonando de fondo. El título rezaba “TOP 10 casos más ESCALOFRIANTES sin RESOLVER ocurridos en HALLOWEEN” y era narrado por una voz de loquendo.
Entonces lo escuchó.
—Número 1: La Masacre de los Payasos de Halloween —el nombre llamó su atención de inmediato, pues los payasos aterradores eran uno de sus temas favoritos—. En un pueblo pequeño al norte de Oregón, ocurrió el que, en mi opinión, es el caso más aterrador de todos. Todo empezó hace algunos años, allá del 2009, cuando una madre preocupada reportó la desaparición de su hija a la policía. Este hecho ocurrió el 1 de noviembre, justo el día después de Halloween. La madre dijo que su hija había ido a pedir dulces con unas amigas, pero no regresó. Según ella, ninguna de sus amigas sabía dónde estaba y nadie más parecía haberla visto después de que se despidiera para regresar a casa. Cuando la policía pidió información sobre cómo iba vestida, la madre dijo que estaba disfrazada de payaso. Su hija, de trece años, se había aficionado a las historias de payasos asesinos, por lo que le pidió a su madre que le hiciera su disfraz de un payaso aterrador. La descripción mencionaba una peluca de rizos color roja, un traje de payaso en blanco y negro, la cara totalmente pintada de blanco y una sonrisa escalofriante dibujada con sangre falsa, además de, por supuesto, la icónica nariz redonda.
»El caso empeoró cuando, más tarde ese mismo día, una chica de unos 21 años informó que su novio estaba desaparecido. Según ella, habían ido juntos a un fiesta de Halloween y se separaron en cierto punto, desde ahí no volvió a verlo. Intentó contactar con él, pero no contestaba el teléfono y a su padre, quien en palabras de la chica era un “borracho bueno para nada”, no parecía importarle en lo más mínimo. Este chico tenía una sola cosa en común con la otra niña: se había disfrazado de payaso y había desaparecido el mismo día —entonces sonó un trueno, un efecto del vídeo que eclipsó un poco la voz del narrador.
»Con el paso de los días las desapariciones siguieron reportándose, todas con un factor común: el disfraz de payaso —Sarah frunció el ceño, la historia no estaba yendo como ella pensó que lo haría y eso la ponía nerviosa—. Diez días después, el 10 de noviembre, se llegó a una conclusión del caso, cuando un hombre sin hogar fue a reportar a la policía que, cerca de donde solía quedarse a dormir, había un olor feo, pútrido, casi como a descomposición. La policía fue a investigar y, en una zanja cercana a donde decía el vagabundo, encontraron una escena de lo más escalofriante. Veintiún cadáveres yacían sin vida desperdigados por doquier, todos los cuales llevaban disfraces de payaso. La policía se puso en contacto de inmediato con quienes habían reportado desapariciones para así identificar los cuerpos. Una noche que ninguno de ellos olvidaría jamás.
Sarah se sentó en el comedor, con su almuerzo ya listo y miró el vídeo atentamente, con cada segundo que pasaba se sentía más y más intrigada. Había escuchado historias aterradoras que involucraban payasos pero nunca una donde estos fueran las víctimas. Se le revolvió el estómago al pensar en la niña de trece años del principio, que terminó muerta en una zanja, y en el dolor que debió sentir su madre al verla en ese estado.
—Pero ese no fue el final de tan horrible suceso —continuó la voz—, pues un año después ocurrió lo mismo, esta vez con un total de doce víctimas. Y al otro año, nuevamente, la masacre de payasos azotó al pequeño pueblo, llevándose nueve vidas más con ella. Lo más curioso del caso es que la únicas víctimas eran aquellas que se disfrazaban de payasos, cosa que no pasó desapercibida. Para el 2012, las autoridades decidieron imponer una regla en el pueblo: nadie podía disfrazarse de payaso para Halloween. Y desde entonces la Masacre de Payasos de Halloween no ha vuelto a presentarse en el pueblo.
El vídeo terminó con la típica musiquita del canal que Sarah ya conocía bien, pues era uno de sus canales favoritos. La intriga por saber más del caso le hizo abrir los comentarios, ya que, a pesar de toda la información dada, ni siquiera había mencionado el nombre del pueblo y ella quería investigarlo más a fondo.
Se deslizó a través de los comentarios hasta que encontró uno que mencionaba el nombre exacto del pueblo: Ravenswood. Una búsqueda rápida en internet le dijo que estaba a unas horas de la ciudad donde ella vivía, por lo que un plan empezó a formarse en su cabeza.
Siempre había amado las historias de terror, y ansiaba vivir una ella misma. Claro, era consciente de los peligros, pero pensó que no podría ser tan malo, después de todo habían pasado años desde la última masacre.
Haría un pequeño viaje con sus amigos para Halloween, eso ya estaba decidido, solo necesitaban el lugar adecuado, y acababa de encontrarlo. Ese Halloween irían a Ravenswood, disfrutarían de las historias de los lugareños y se tomarían muchas fotos. No sonaba como un plan aterrador, y sabía que mientras no se vistieran de payaso todo estaría bien.
Pero, claro, las cosas no siempre salen como uno quiere. Y Sarah se arrepentiría más pronto que tarde.