La Mascara De Carnaval

SEGUNDA PARTE

El misterioso caballero la llevó a un rincón apartado del jardín. Bajo la luz de la luna y las estrellas, se levantó su antifaz. Al hacerlo, reveló un rostro atractivo y maduro, con una barba cuidadosamente recortada y ojos profundos y apasionados, la miró con una intensidad que la dejó sin aliento.

            - Solamente hace unas horas que nos conocemos, pero te he conocido, hemoc compartido confidencias y siento… siento que me he enamorado de ti.- ella sintió como se estremecía. ¡No podía ser verdad, aquello era imposible! Ella no era… nunca podría compararse con él, jamás podría ser merecedora de su amor. ¡Ella no era hermosa! Aquel caballero se había enamorado de su máscara no de ella y si la veía tal y como era en realidad se apartaría con desprecio y se alejaría para siempre lleno de horror.

            -No… no digas eso…- se apartó bruscamente.

            -¿Pero por qué? ¿Acaso no compartes mis mismos sentimientos? no soy lo suficientemente bueno para ti, es eso, ¿verdad?- apagó la mirada visiblemente desilusionado. En el fondo mi primo tiene razón, a las mujeres solamente os interesa el dinero y la belleza.

            -¡Oh no! ¡tu eres… eres lo más maravilloso que he conocido jamás… yo también te amo.

            -Pues entonces permanece a mi lado, mañana nos iremos juntos de aquí.

            -¡Pero si apenas me conoces!¡todavía no has visto mi cara, no sabes como soy!

            -Amor mío, no necesito saberlo, conozco tu interior y eso es lo que importa. Se que eres hermosa, porque tu espíritu así me lo muestra. Entonces sonaron las campanadas de la media noche y el joven hizo además de retirarle la máscara. Pero ella de un manotazo apartó su mano y sin darle tiempo a nada más, echó a correr calle abajo alejándose de allí.

 La joven corrió por las calles, sintiendo el viento frío de la noche cortar su rostro mientras sus lágrimas se mezclaban con la nieve que caía suavemente. Se sentía traicionada y desesperada, como si la única chispa de belleza y autenticidad que había encontrado en mucho tiempo se hubiera esfumado de repente.

En su mente, se preguntaba una y otra vez por qué el misterioso caballero había intentado retirarle la máscara. ¿Qué había visto debajo de ella? ¿Qué había sentido? No podía evitar sentir que todo había sido un juego, una ilusión efímera que la había dejado aún más sola y vulnerable.

Finalmente, exhausta y desconsolada, se detuvo en un rincón oscuro de la ciudad, apoyándose contra una pared mientras sollozaba en silencio. Sentía una mezcla de rabia y tristeza, preguntándose si alguna vez encontraría a alguien que la aceptara por lo que era realmente, cicatriz y todo.

Mientras las horas pasaban y la ciudad volvía a la normalidad, la joven se dio cuenta de que tenía que recoger las piezas de su corazón herido y seguir adelante.

En medio de su desesperación llegó a la tienda en donde adquirió aquella máscara. Primero se paró en la puerta indecisa, ya que estaba todo cerrado a cal y canto. Pero luego picó al timbre con fuerza. Queria devolverla, no quería seguir engañana por aquella fachada de falsa belleza que le había proporcionado durante unos instantes. El corazón lo tenía desgarrado y todo por su culpa.

            Nadie pareció escuchar el timbre, pero entonces, del piso superior salió al balcón un hombre bajito y barrigón, de espeso bigote y calvo.

            -¿Qué le pasa? ¿a qué viene este escandalo y por qué me despierta a media noche?

            -¿Es usted el dueño?quiero ver al otro señor más mayor, el de la barba blanca que me vendió esta máscara.- éste sacudió la cabeza y le dijo por señas que se esperara, que fuera hacia un frio de mil demonios y que ahora bajaba.

            Una vez junto a ella y abrigado con un batín y en zapatillas le comunicó que allí no vivía ningún señor mayor con barba.

            -Señorita, esta usted confundida. Aquí solamente vivimos mi mujer y yo. Además no hemos recibido a nadie en todo el día.

            -¿Cómo dice? No es posible, hace unas horas he entrado y un hombre de avanzada edad me vendió esta máscara que llevo puesta.

            -Sí, es una bonita máscara y es verdad que  en el piso inferior tenemos nuestro pequeño taller, pero esta abandonado desde hace años ya, lo llevaban mis abuelos.

 

En aquel momento llegó el joven, el cual la había seguido sin darse por vencido.

            -Por fin te encuentro, ¿por qué te has marchado de esa manera? - ella se sintió acorralada y se tocó el rostro con ambas manos.

            -Tenia miedo de que me vieras tal y como soy en realidad… no soy igual que esta máscara.- éste sonrió.

            . Puedo ver en tu interior como en un espejo y tengo fe que tu belleza es igual o incluso sobrepasa la de esta estúpida mascara. A fin de cuentas solo es un pedazo de cerámica. Por favor, no tengas miedo y déjame verte. Ella negó aterrada dando un paso atrás mientras se aferraba a su antifaz; pero desafortunadamente la pared la detuvo y el bello objeto cayó de su mano dejándola desnuda ante él.

            Ella cerró fuertemente los ojos esperando oírle proferir alguna exclamación de horror, pero en cambio, unos brazos la abrazaron contra su pecho y oyó:

            - ¡Amor mío! ¿ves como tenía yo razón y no debías temer nada? Eres realmente hermosa, por dentro y por fuera.- ella abrió los ojos desconcertada y se miró en el cristal del escaparate. En realidad su cara no había cambiado, seguía teniendo sus horrendas cicatrices, aunque tanto su amado como el dueño de la tienda no parecían verlas, observándola con naturalidad.

            Al principio no supo como reaccionar, pero luego se alejó abrazada a su compañero llena de felicidad. Hacia mucho, mucho frio, pero ninguno de los dos lo notó, ya que un agradable calorcito inundaba sus corazones llenos de dicha. Aquella máscara quedó caida, ya medio enterrada entre la nieve.




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