Los días se transformaron en semanas. La "amnesia" de Suri se había convertido en un rasgo aceptado por todos, una peculiaridad que, extrañamente, la hacía aún más fascinante para sus colegas. Su padre, Juan Andrés, no dejaba de admirar el cambio. Ya no veía a su hija, la brillante, pero a veces insegura cirujana. Ahora veía a una profesional con una certeza férrea, una capacidad de decisión que le recordaba a los grandes maestros de la medicina, a quienes él mismo había admirado. Makiko no era Suri, pero en la práctica, estaba superándola.
Su mentor, Francisco, fue el primero en notar que la mente de Suri no solo había regresado, sino que había renacido. Makiko, guiada por la voz en su subconsciente, hacía preguntas que no solo buscaban respuestas, sino que desarmaban problemas complejos en sus componentes más básicos. Su lógica, lejos de ser académica, era la de una estratega militar. En una sesión de revisión de casos, Francisco presentó el expediente de un paciente con un diagnóstico poco claro, un verdadero enigma médico. Makiko, con la ayuda de la voz de Suri, analizó los síntomas como si fueran los movimientos de un ejército enemigo en un mapa.
-La fiebre es una escaramuza de distracción, murmuró Suri en la mente de Makiko, -el verdadero problema está en el núcleo, en la fuente de la inflamación.-
Makiko se levantó y se dirigió a la pizarra, su mano, ahora de doctora, dibujando un mapa del cuerpo del paciente. No usaba términos médicos complicados, sino una visualización de fuerzas en combate. Francisco y los demás médicos la observaban, perplejos.
-El enemigo ha creado una cabeza de playa en el intestino delgado, -explicó Makiko, señalando un punto en su diagrama. -Hay que atacar ahí, con precisión, con el antibiótico más fuerte, antes de que se extienda y sitie todo el cuerpo.
La terminología era inusual, pero la lógica era impecable. Francisco, con una sonrisa de asombro, miró a Makiko con nuevos ojos. -Suri... tu enfoque es... diferente. Es... brillante.-
La dualidad de Makiko-Suri se hacía más evidente. Makiko era la estratega, la que veía el panorama completo, y Suri era el vasto almacén de conocimiento técnico. Cuando Makiko se enfrentaba a un obstáculo, la voz de Suri emergía, ofreciendo el dato exacto, la técnica precisa, la clave que abría la puerta. Se sentía como si las dos almas, una antigua y la otra moderna, estuvieran fusionándose, creando una fuerza única. El eco del dragón había encontrado su nuevo hogar, y resonaba con el sonido de un corazón que latía al ritmo de un quirófano, en lugar de un campo de batalla.