La Mascara De Suri

CAPITULO 11

La propuesta para el pequeño Leo había iniciado una nueva fase en la vida de Makiko. Ahora, no solo lidiaba con el día a día del hospital, sino que se enfrentaba a los retos de un proyecto a largo plazo que requería de toda su atención. Un fin de semana, Francisco, su mentor, la invitó a su casa para discutir los avances del caso. Makiko aceptó, viendo en la invitación una oportunidad para entender mejor la dinámica de las relaciones en este nuevo mundo.

La casa de Francisco no era una fortaleza médica, sino un refugio de madera y cristal, lleno de libros y objetos de arte. El hombre que la recibió no era el médico austero del hospital, sino un hombre en ropa casual que se movía con la misma calma que mostraba en el quirófano. Su esposa, una mujer amable y de sonrisa genuina, la recibió con un abrazo. Makiko, en el cuerpo de Suri, se sintió extrañamente a gusto. Era como si la guerra hubiera terminado y ella estuviera en la casa de un aliado honorable.

Durante la cena, Francisco y su esposa no hablaron de medicina. Hablaron de Suri. De sus años de estudiante, de su inseguridad inicial, de las veces que había dudado de su vocación. Makiko escuchó con atención, cada anécdota era un fragmento de un pergamino antiguo que le revelaba más sobre la vida que ahora habitaba. Francisco, en su papel de mentor, no solo había sido un guía profesional, sino también un pilar de apoyo emocional. Le contó una anécdota sobre un momento en que Suri casi se rinde.

-Recuerdo que vino a mi oficina y me dijo que no podía hacerlo. Que no tenía lo necesario para ser cirujana," dijo Francisco, con una sonrisa nostálgica. "Le dije que el talento no se trata de no tener dudas, sino de tener la valentía de superarlas. Y mira ahora, Suri. Eres la persona más valiente que conozco.-

La voz de Suri en la mente de Makiko se hizo presente, un suspiro de nostalgia. "Siempre creyó en mí, Makiko. Incluso cuando yo no lo hacía."

En ese momento, Makiko entendió la profundidad del vínculo entre Suri y su mentor. Era un lazo de respeto y admiración, una relación que iba más allá del trabajo. Francisco no solo la había enseñado a ser cirujana, sino que la había ayudado a encontrar la confianza en sí misma.

Makiko sintió una punzada de culpa. Ella, la impostora, estaba viviendo la vida que Francisco había ayudado a construir. Pero la guerrera dentro de ella también entendió la responsabilidad que eso conllevaba. El honor de Francisco, la confianza que él había depositado en Suri, ahora era su carga.

Después de la cena, Francisco y Makiko se sentaron en el jardín para hablar del caso de Leo. Francisco propuso una estrategia de acción, y Makiko, con la mente de una estratega militar, la perfeccionó, usando la información que Suri le susurraba desde el subconsciente.

-Suri, el camino que has elegido es difícil. El éxito no está garantizado, pero no hay nada más honorable que luchar por una causa que parece perdida,- le dijo Francisco.

Makiko asintió, las palabras de su mentor resonando en su corazón. Sabía que su batalla con el destino no había terminado. Ahora, con la lealtad de Brenda, la guía de su padre, y el apoyo de su mentor, se sentía más preparada que nunca para la guerra. La guerrera, sin espada, había encontrado su lugar en un nuevo campo de batalla.




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