La Mascara De Suri

CAPITULO 12

La batalla por la vida del pequeño Leo fue la más intensa que había librado. No hubo espadas ni flechas, solo agujas, monitores y un quirófano que se sentía más sagrado que cualquier castillo. La terapia experimental, concebida con la estrategia de mi mente de guerrera y el conocimiento de Suri, avanzaba lentamente. Cada pequeño progreso era una victoria. Los signos vitales de Leo mejoraban, su debilidad disminuía, y los médicos, antes escépticos, ahora me miraban con un nuevo respeto.

Sin embargo, el enemigo era astuto. Justo cuando pensamos que teníamos la victoria asegurada, un retroceso inesperado nos golpeó. Un síntoma secundario, algo que no habíamos anticipado, hizo que los monitores de Leo se dispararan. El pánico inundó la sala, pero mi mente de Makiko se mantuvo fría. Un guerrero debe estar preparado para cualquier giro de la batalla.

La voz de Suri en mi mente, que se había fortalecido con cada victoria, me dio la información que necesitaba. "Es la interacción. Los dos fármacos... no son compatibles. Uno está interfiriendo con la absorción del otro."

Era un detalle que mi mente de guerrera no habría podido deducir, pero que la mente de doctora de Suri, con su conocimiento sobre farmacología, conocía al instante. En un segundo, ideé una nueva estrategia: cambiar la dosis y la vía de administración. -Tenemos que cambiar la estrategia. Inyectar el segundo fármaco directamente en el torrente sanguíneo, para evitar la interacción en el estómago.-

Francisco, mi mentor, me miró, dudando por un segundo, pero la determinación en mi voz lo convenció. El plan funcionó. Lentamente, los signos vitales de Leo se estabilizaron. La victoria era nuestra.

La recuperación del niño fue un milagro para el hospital, y yo, Makiko, fui aclamada como una heroína. Pero el verdadero triunfo no era la fama, sino el lazo que se había forjado entre las dos almas en mi interior. Ya no era solo Makiko o solo Suri. Era un híbrido, una guerrera-doctora que había encontrado su propósito en una nueva vida.

Con el caso de Leo estabilizado, sentí que era el momento de empezar a cerrar los ciclos. Había dominado el arte de la medicina y de la vida moderna, pero aún me faltaba algo: despedirme de la vida que había dejado atrás. El eco del dragón había encontrado su nuevo hogar, pero necesitaba una última reverencia a la montaña donde había nacido.




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