El eco del dragón se había silenciado. Ya no había una voz en mi mente, solo mis propios pensamientos. Con la certeza de que ya no era una impostora, sino la dueña de mi propio destino, tomé la decisión más audaz desde que había reencarnado: necesitaba un respiro. No para olvidar, sino para entender este nuevo mundo, y a mí misma, sin la presión de la bata de Suri.
Primero hablé con Brenda, mi leal compañera de armas. La llevé a un parque, un lugar de tranquilidad, y le expliqué mi decisión. -Brenda, necesito tomarme un tiempo del hospital. Para viajar, para ver el mundo con mis propios ojos, para entender quién soy ahora.-
Ella me miró, no con sorpresa, sino con una comprensión que me conmovió. -Suri, te apoyo. No sé qué pasó en ese accidente, pero te cambió. Y este cambio es para bien. Ve y descubre quién eres ahora. Te esperaré aquí.- Su lealtad era un regalo, un tesoro que valoraba más que cualquier victoria en el campo de batalla.
Luego, hablé con Francisco, mi mentor. Lo invité a un café, un lugar neutral. -Francisco, he decidido tomar una pausa. Necesito entender este mundo, su arte, su historia, sus gentes. No puedo curar a otros si no me entiendo a mí misma.-
Él me escuchó con atención, su sabiduría reflejada en sus ojos. -Suri, la medicina no es solo una profesión, es un camino. A veces, el mejor diagnóstico es tomar distancia. No te preocupes por el hospital, tus pacientes estarán bien. Ve, explora. La sabiduría no solo se encuentra en los libros, sino en el viaje.- Sus palabras me confirmaron que mi decisión era la correcta.
Finalmente, tuve la conversación más difícil de todas: con mi padre, Juan Andrés. Lo invité a nuestra casa, y le conté mi decisión. Él me escuchó en silencio, con la misma calma que mostraba en el quirófano. -Hija, desde el accidente, has vuelto más fuerte, más sabia. Te has convertido en la doctora que siempre soñé que serías. Pero sé que ese viaje te ha dejado sin respuestas. Y a veces, las respuestas solo se encuentran lejos del hogar. Ve, y encuentra tu camino. Yo estaré aquí, esperando a la mujer en la que te has convertido. Y en la que te convertirás.-
Sus palabras, llenas de un amor incondicional, me dieron la paz que necesitaba. Había dejado atrás mi vida de guerrera, pero el honor de mi antiguo clan vivía en mi nueva familia. Mi brújula ya no apuntaba hacia el norte de Japón, sino hacia un horizonte desconocido. Había sido una guerrera, una doctora, y ahora, era una exploradora. Mi viaje apenas comenzaba, y no tenía miedo. El dragón había encontrado su nuevo camino.