(Flashback – Después del Asesinato de Matthias)
El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando Clarens abrió los ojos.
Su habitación estaba en penumbras, la única luz provenía de las rendijas de la persiana. El reloj marcaba las 6:00 a.m., pero no necesitaba una alarma.
Su cuerpo estaba acostumbrado a despertar a la misma hora todos los días. Disciplina. Rutina. Control.
Se levantó con calma, sin la pesadez que solía sentir por las mañanas.
Porque esta no era una mañana común.
Era su primera mañana después de haber asesinado a un hombre.
Y se sentía… bien.
Caminó hacia el baño, encendió la luz y se quedó observando su reflejo en el espejo.
Su rostro era el mismo de siempre.
No había culpa en sus ojos. No había miedo.
Se esperaba sentir algo diferente. Un vacío, quizás.
Pero en lugar de eso, sentía paz.
Acarició su mandíbula con una mano, deslizando los dedos por la línea de su rostro.
Sus manos estaban firmes. No temblaban.
Si el asesinato debía haber dejado una marca en él, aún no la encontraba.
Sonrió ligeramente y abrió la llave del agua.
El líquido helado recorrió sus manos, limpiando cualquier rastro invisible que pudiera quedar de la noche anterior.
Luego, se vistió como siempre. Camisa impecable, pantalones perfectamente planchados, corbata ajustada con precisión.
Nadie que lo viera pensaría que, tan solo unas horas antes, había estado cubierto de sangre.
Nadie sospecharía.
Y ese era el verdadero arte del engaño.
La universidad estaba más ruidosa de lo normal.
Los pasillos hervían con conversaciones, los estudiantes se agrupaban en pequeños círculos, murmurando entre ellos con expresiones de incredulidad.
Clarens caminó con la misma serenidad de siempre, escuchando los fragmentos de los rumores que flotaban en el aire.
—Dicen que desapareció anoche…
—No responde llamadas.
—Algo raro pasó, nadie sabe qué.
Los primeros rastros de pánico estaban empezando a aparecer.
Clarens sintió una chispa de satisfacción.
El miedo era tan fácil de sembrar.
Tan fácil de controlar.
El director de la universidad apareció en el patio central al mediodía.
Había tensión en su rostro. Un hombre que estaba a punto de dar una noticia que nadie quería escuchar.
El murmullo de los estudiantes se detuvo cuando el micrófono emitió un leve zumbido.
—Lamentamos informarles que nuestro querido profesor Matthias fue encontrado sin vida esta mañana.
El silencio que siguió fue absoluto.
Una pausa pesada, antes de que los susurros estallaran como una ola imparable.
—¿Muerto?
—No puede ser…
—¿Qué pasó?
El director se aclaró la garganta.
—La policía está investigando el caso, pero todo indica que fue… un homicidio.
Clarens bajó la mirada, fingiendo sorpresa.
Pero por dentro… estaba disfrutando el momento.
Porque ahora, todos estaban atrapados en su juego.
Cuando la noticia llegó a los profesores, la conmoción se convirtió en paranoia.
Los agentes de policía llegaron a la universidad, haciendo preguntas.
Todos querían saber quién tenía razones para matar a Matthias.
Clarens ya sabía la respuesta.
Pero, por supuesto, dejó que los demás inventaran sus propias teorías.
—Tal vez fue un robo…
—¿Y si fue un estudiante?
—Dicen que tenía problemas con alguien…
Poco a poco, los murmullos se convirtieron en sospechas.
Y luego, en acusaciones.
El primer nombre en la lista de los detectives no fue el de Clarens.
Fue el de Daniel Laurent, un estudiante que había discutido con Matthias la semana pasada por una calificación.
Clarens lo vio desde la distancia cuando la policía lo llevó a una de las oficinas para interrogarlo.
Daniel estaba pálido, nervioso.
Movía las manos sin control, tratando de explicar que él no tenía nada que ver.
Pero las dudas ya habían sido sembradas.
La universidad necesitaba un culpable.
Y Clarens, con su sonrisa oculta, sabía que mientras Daniel estuviera bajo sospecha…
Él seguiría libre.
Esa tarde, cuando el sol empezaba a bajar, Clarens y Eva se encontraron en la cafetería.
Ella estaba sentada en su mesa habitual, con una taza de café en las manos, mirándola fijamente sin realmente verla.
Clarens se acercó con su típica calma.
—Parece que tienes muchas cosas en la cabeza.
Eva levantó la vista y suspiró.
—¿Cómo no tenerlas? Todo esto es… horrible.
Clarens se sentó frente a ella y la observó con atención.
—¿Te sientes insegura?
Eva mordió su labio inferior.
—No lo sé. Solo… algo en todo esto no encaja.
Clarens sintió un pequeño escalofrío recorrer su columna.
No por miedo.
Sino por la emoción de la incertidumbre.
Eva no tenía pruebas.
No tenía razones para sospechar.
Pero había algo en ella…
Un instinto que le decía que la verdad estaba oculta bajo la superficie.
Clarens sonrió levemente y tomó un sorbo de su café.
—No dejes que la paranoia te consuma.
Eva lo miró con atención.
Por un momento, pareció estar analizándolo.
Y luego suspiró, relajando los hombros.
—Tienes razón. No tiene sentido obsesionarse con esto.
Clarens sonrió más ampliamente.
Porque acababa de ganar.