La Máscara Perfecta

Capítulo 7: La Razón

En la universidad, Matthias no era simplemente un profesor.

Para Clarens, él representaba todo lo que había odiado en su vida: el abuso de poder, la arrogancia y la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. Matthias tenía una presencia imponente, una manera de tratar a sus alumnos con superioridad que recordaba dolorosamente las humillaciones de su propia niñez. Aunque muchos lo admiraban por su conocimiento, Clarens veía en él la encarnación de un monstruo, un hombre que, sin necesidad de violencia física, utilizaba su posición para intimidar y someter a los demás.

La primera vez que Clarens fijó la mirada en Matthias, algo dentro de él hizo clic.

No fue una epifanía instantánea, sino el lento despertar de una convicción oscura: si él no podía redimirse y liberarse del dolor infligido en su infancia, al menos podría hacer que esos monstruos pagaran el precio por sus actos.

Matthias se convirtió en el blanco perfecto, no porque hubiera ofendido directamente a Clarens, sino porque, en su mente, representaba el rostro de todo lo que había sido su tormento.

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Clarens no actuó por impulso. Durante meses, observó cada movimiento de Matthias, documentó sus rutinas, sus interacciones y su forma de dominar a los que le rodeaban. Cada pequeño detalle fue registrado en la fría precisión de su mente, convirtiéndose en parte de un plan que se forjaba con el tiempo. Sabía que el profesor, acostumbrado a su poder, se dejaba llevar por la seguridad que le daba su posición, y que rara vez se detenía a pensar en las consecuencias de sus actos.

La planificación fue minuciosa. Clarens estudió los horarios, las rutas, incluso los momentos de soledad de Matthias. Cada dato fue analizado, cada posibilidad considerada. Finalmente, llegó el momento que él había estado esperando. La noche del asesinato, el ambiente estaba cargado de una atmósfera casi palpable, como si el mismo destino conspirara para que el monstruo cayera.

El asesinato de Matthias fue solo el comienzo. El mundo estaba plagado de monstruos que se escondían detrás de máscaras de respeto y decencia. Clarens decidió que cada uno de ellos pagaría su deuda. No era una locura; era justicia en una forma cruda y sin filtros. Su transformación no fue instantánea, pero aquella noche se consolidó como el punto de no retorno.

Esto no fue un acto de mera venganza personal. Fue el punto de inflexión, el inicio de una transformación que Clarens había anhelado durante toda su vida. Había dejado de ser un simple sobreviviente, un niño marcado por el dolor. En ese momento, se convirtió en el agente del cambio, en el ejecutor de un destino que él mismo había escogido.

El sacrificio de Matthias simbolizaba el fin de un ciclo de violencia que había definido su existencia. Al matar al profesor, Clarens no solo se liberaba de un recordatorio viviente de su pasado, sino que también enviaba un mensaje silencioso al mundo: aquellos que se creían intocables, que abusaban de su poder sin miramientos, debían pagar el precio de su arrogancia.

El dolor, la rabia, el odio acumulados a lo largo de su vida se convirtieron en la fuerza motriz de una nueva era en su mente. Una era en la que él sería el juez, el verdugo y el héroe en una historia escrita con la tinta oscura de la venganza.

El asesinato de Matthias no solo le había devuelto la libertad que tanto anhelaba, sino que también le había otorgado el poder de decidir el destino de aquellos que, como él, alguna vez sufrieron en silencio. Y en ese instante, mientras el sol comenzaba a iluminar las calles, Clarens supo que el mundo nunca volvería a ser el mismo.

Y si el sistema no podía corregir esas injusticias, él lo haría por sí mismo.

Porque en su nueva realidad, la justicia se aplicaría de forma implacable, y aquellos que se atrevían a desafiar el orden establecido pagarían con la misma moneda: la sangre.




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