El campus estaba lleno de una energía peculiar.
Faltaban solo unos meses para la graduación, y los estudiantes comenzaban a sentir la mezcla de emoción y nostalgia.
Para muchos, la universidad había sido un refugio, el lugar donde habían construido amistades, experiencias y, en algunos casos, incluso encontraron el amor.
Para Clarens, la universidad había sido otra cosa.
Un escenario.
Un sitio donde había perfeccionado su habilidad para fingir.
Para ser el hombre ideal.
El amigo confiable.
El estudiante disciplinado.
Pero ahora, con la graduación acercándose, algo dentro de él se sentía inquieto.
Porque pronto, todo cambiaría.
El juego de la normalidad tendría que ajustarse a un nuevo entorno.
Nuevas reglas.
Nuevas víctimas.
Y lo que más lo molestaba…
Nuevas miradas observándolo.
Las invitaciones comenzaron a circular.
Los estudiantes estaban organizando la gran ceremonia de graduación.
Familiares de todo el país viajarían para ver a sus hijos recibir sus títulos.
Había emoción en el aire, una sensación de cierre para muchos.
Pero para Clarens…
No había nadie a quien invitar.
Su madre había desaparecido de su vida hace años.
No tenía hermanos.
No tenía una pareja a la que pudiera llamar.
No tenía a nadie.
Y lo peor de todo…
No le importaba.
Pero la universidad esperaba que todos tuvieran a alguien.
El comité de graduación les pedía que confirmaran los nombres de sus invitados.
—Clarens, ¿vendrá alguien a verte? —preguntó un compañero mientras rellenaban el formulario.
Clarens sonrió con tranquilidad.
—No creo. Mi familia no puede viajar.
—Vaya, qué lástima —respondió el otro con simpatía—. Pero bueno, ¡al menos está la fiesta después!
Clarens inclinó la cabeza.
—¿Fiesta?
—¡Sí! La fiesta de graduación, la noche después de la ceremonia. Todos van a llevar a sus parejas. Será increíble.
Parejas.
Esa palabra quedó suspendida en la mente de Clarens por unos segundos.
No tenía familia para la ceremonia.
Y tampoco tenía pareja para la fiesta.
Pero debía mantener su fachada.
Clarens no era el tipo de persona que tenía dificultades para encontrar compañía.
Había perfeccionado el arte del encanto.
Sabía exactamente qué decir, cómo mirar, cómo hacer que las personas confiaran en él sin darse cuenta.
Así que, cuando comenzó a observar a su alrededor en busca de la cita ideal, no tardó en encontrar a la candidata perfecta.
Su elección fue Isabelle.
Una estudiante de literatura, inteligente, reservada y lo suficientemente intrigada por él como para aceptar sin dudarlo.
—¿Vendrías conmigo a la fiesta de graduación? —le preguntó con una sonrisa impecable.
Los ojos de Isabelle brillaron con sorpresa.
—¿Yo?
—Sí. No tengo pareja, y sería un placer ir contigo.
Ella vaciló solo un momento antes de sonreír.
—Claro, me encantaría.
Demasiado fácil.
Las personas siempre caían.
Porque nadie veía quién era realmente.
Solo veían lo que él quería que vieran.
La noche de la graduación llegó rápidamente.
La ceremonia fue como todas las demás.
Discursos.
Aplausos.
Fotos.
Mentiras.
Clarens se mantuvo impecable durante todo el evento.
Posó para las fotos con sus compañeros.
Recibió felicitaciones de los profesores.
Interpretó a la perfección su papel de hombre exitoso y estable.
Pero en su mente, ya estaba en otro lugar.
Pensando en lo que vendría después.
Porque la universidad había sido solo una etapa.
Y fuera de ella, el mundo era mucho más grande.
Mucho más interesante.
La fiesta se celebró en un salón elegante.
Luces tenues.
Música lenta.
Risas.
Copas alzadas en brindis.
Clarens llegó con Isabelle del brazo, sonriendo en los momentos correctos, fingiendo interés en las conversaciones.
Bailó con ella.
La hizo reír.
Era un caballero perfecto.
Y al final de la noche, cuando Isabelle apoyó la cabeza en su hombro y susurró:
—Me alegra que me hayas invitado.
Clarens sonrió.
Pero su mente estaba en otra parte.
Porque, en realidad, nada de esto le importaba.
Los bailes.
Las sonrisas.
Las felicitaciones.
La universidad había sido solo un campo de entrenamiento.
Y ahora que se graduaba…
Estaba listo para algo mucho más grande.
Cuando la noche terminó y el salón se vació, Clarens caminó solo hasta su apartamento.
Los estudiantes se despedían emocionados, prometiendo mantenerse en contacto.
Pero él sabía la verdad.
No volvería a ver a ninguno de ellos.
No los necesitaba.
Porque su próximo paso no estaba en los recuerdos de la universidad.
Su verdadero destino estaba escrito en la sangre.
Los últimos cuatro años le habían servido para perfeccionar su arte.
Para aprender cómo engañar, cómo manipular, cómo controlar.
Ahora, ya no tenía que fingir ser un estudiante más.
Ahora, podía ser quien realmente era.
Y el mundo entero estaba esperándolo.