La Máscara Perfecta

Capítulo 20: El juego de las sombras

La ciudad se había convertido en un escenario de sombras alargadas y luces parpadeantes, donde la verdad se desvanecía en la niebla de la duda y la incertidumbre se propagaba como un virus letal. Miller se sentía atrapado en un laberinto de espejos rotos, donde cada paso lo conducía a un callejón sin salida, a una nueva revelación que solo aumentaba su confusión.

La investigación de los nuevos crímenes se estancó en un pantano de pistas contradictorias y testimonios confusos. No había pistas sólidas, ni testigos confiables, ni conexiones claras entre las víctimas. La policía estaba confundida, presa de la paranoia, viendo sombras en cada esquina, sospechosos en cada ciudadano. La sombra de Clarens se cernía sobre ellos, como un fantasma omnipresente, pero la posibilidad de un imitador, de un nuevo depredador que acechaba en la oscuridad, los mantenía en vilo, divididos entre la certeza y la duda.

Miller repasaba una y otra vez los expedientes, los informes forenses, las transcripciones de las entrevistas, buscando un patrón, una conexión, algo que le permitiera entender la lógica retorcida que guiaba los crímenes. Pero la única constante era la ausencia de respuestas, el vacío que dejaban las preguntas sin resolver. La duda lo carcomía por dentro, haciéndole cuestionar su propio juicio, su capacidad para discernir la verdad de la mentira. Se sentía como un funambulista caminando sobre una cuerda floja, a punto de caer en el abismo de la incertidumbre.

Decidió volver a hablar con Sarah, buscar en sus recuerdos, en sus conversaciones con Clarens, alguna pista que hubiera pasado por alto, algún detalle que pudiera arrojar luz sobre el misterio. La encontró en su apartamento, sumida en la oscuridad, rodeada de papeles y recortes de noticias, como un náufrago aferrándose a los restos de un naufragio.

"Necesito que me ayudes, Sarah", dijo Miller, con la voz cansada, pero con un atisbo de esperanza. "Necesito entender lo que está pasando, necesito encontrar la salida de este laberinto".

Sarah lo miró con ojos cansados, pero asintió, dispuesta a colaborar una vez más. "Clarens me habló de un juego", dijo, con voz apagada, como si repitiera un mantra. "Un juego de sombras, donde la verdad se oculta y la mentira se convierte en realidad, donde la percepción se distorsiona y la confianza se quiebra".

Miller frunció el ceño, tratando de descifrar el significado de sus palabras. "¿Qué quieres decir, Sarah? ¿Qué clase de juego?"

"Él dijo que estaba creando un laberinto", respondió Sarah, con voz temblorosa, como si reviviera el terror que había sentido al escuchar las palabras de Clarens. "Un laberinto de dudas, donde nadie sabría en quién confiar, donde la paranoia se convertiría en la única verdad".

En ese momento, Miller entendió la magnitud del plan de Clarens. No solo estaba matando, estaba manipulando, creando un escenario de caos y confusión, un teatro de sombras donde él era el director y la ciudad el escenario. Estaba jugando con la mente de la policía, con la confianza de la gente, convirtiendo la realidad en una pesadilla.

"Tenemos que encontrarlo", dijo Miller, con voz firme, pero con un nudo en la garganta. "Tenemos que detener este juego, antes de que sea demasiado tarde".

Sarah asintió, con la mirada perdida en la oscuridad. "Él mencionó un lugar", dijo, con voz temblorosa, como si recordara un mal sueño. "Un antiguo teatro abandonado, en las afueras de la ciudad, un lugar donde las sombras cobran vida".

Miller sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Clarens los estaba esperando, los estaba guiando hacia su trampa, hacia el corazón de su laberinto. Pero no había otra opción. Tenían que arriesgarse, tenían que enfrentarse a las sombras, aunque eso significara adentrarse en la oscuridad.

La noche cayó sobre la ciudad, y Miller y Sarah se dirigieron al teatro abandonado, sabiendo que estaban entrando en el juego de las sombras, en el territorio de Clarens. La verdad los esperaba, oculta entre las sombras, esperando ser revelada, o quizás, esperando para atraparlos en su oscuridad, para convertirlos en peones de su juego macabro. La ciudad se sumió en el silencio, un silencio cargado de tensión, un silencio que presagiaba la tormenta que se avecinaba.




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