La Máscara Perfecta

Capítulo 32: La sombra que acecha

La ciudad estaba envuelta en la penumbra de la madrugada, un silencio pesado que lo envolvía todo. Los rascacielos se erguían como colosos oscuros, pero dentro de ellos, la vida no cesaba. En el corazón de la ciudad, donde el poder y la corrupción se entrelazaban, la muerte había comenzado a hacer su aparición una vez más.

Clarens se encontraba en su oficina, como siempre, mirando el horizonte a través de los ventanales del último piso. A pesar de los caos y las tensiones que lo rodeaban, su mente era una fortaleza fría e inquebrantable. Pero esta vez algo diferente lo inquietaba.

En su teléfono, un mensaje llegó sin previo aviso. El remitente era desconocido, y el texto corto pero perturbador:

"No te olvides de la fragilidad de tu imperio. Los pasos que sigues no son solo tuyos."

Clarens frunció el ceño, el teléfono temblando ligeramente en su mano. Había algo en ese mensaje que lo hizo sentir una incomodidad profunda. No estaba acostumbrado a recibir amenazas tan directas, y mucho menos de alguien cuyo nombre desconocía.

En ese mismo instante, en un edificio de oficinas a la distancia, algo más sucedía. Un hombre, o mejor dicho, una sombra, se deslizaba con agilidad por el pasillo de un piso de lujo que había sido convertido en oficina privada de un ejecutivo de alto nivel. Su paso era ligero, sin ruido, y su rostro estaba cubierto por una máscara. Una figura en la oscuridad, un espectro que se deshacía de cualquier posibilidad de dejar rastro.

El hombre llegó a la oficina del ejecutivo, el lugar estaba iluminado tenuemente por las luces de la ciudad que se filtraban a través de las cortinas. El ejecutivo, James Hall, estaba sentado en su escritorio, ajeno a la amenaza inminente. Los papeles estaban desordenados, los informes de la semana esparcidos sobre la mesa, pero él no notó la sombra que se deslizaba hacia él.

El hombre se acercó sin prisa, sus movimientos calculados y fríos. De repente, una serie de movimientos rápidos, letales. La daga de acero atravesó la garganta de Hall con una precisión que no dejó tiempo para un grito. Su cuerpo se desplomó sobre el escritorio, la sangre brotando en un torrente que tiñó los papeles y el mobiliario de un rojo espeso.

Pero no hubo ruido. No hubo señales de lucha. Nadie vio nada.

El hombre se alejó de la escena sin dejar huellas. Dejó el cadáver donde estaba, como un mensaje. Y como si de un espectro se tratara, desapareció en la misma oscuridad en la que había aparecido.

El asesino no dejó ni una sola huella, ni una sola pista. El crimen fue limpio, calculado y, lo más inquietante, perfectamente ejecutado de tal manera que ni los mejores investigadores podrían encontrar algo que los llevara a él.

Clarens había sido informado de inmediato, pero el patrón del crimen le causó una inquietud mayor. Sabía que no estaba detrás de esta muerte, pero el estilo… La perfección en la ejecución… era inquietante. Había algo familiar en esa precisión, algo que resonaba con los métodos que él mismo utilizaba. Pero lo más desconcertante era el hecho de que, al contrario de lo que era usual, no había absolutamente ninguna huella que llevara a la persona responsable.

Alguien estaba siguiendo sus pasos.

Clarens no era ajeno a las traiciones, ni a los enemigos que se ocultaban entre las sombras. Sabía que Miller, aún tras las rejas, podía haber sido una amenaza potencial. Había sido un adversario formidable, pero ahora, atrapado en la prisión de Blackridge, parecía un jugador inofensivo. Sin embargo, la muerte de Hall no parecía un acto impulsivo de un enemigo cualquiera. Era un movimiento calculado, un mensaje que venía de alguien que conocía muy bien la forma de operar de Clarens.

Mientras Clarens meditaba, su teléfono volvió a sonar. Un mensaje sin texto, solo un archivo adjunto. Lo abrió, y vio una imagen en la que se podía distinguir, entre la penumbra de la oficina, la figura de un hombre con una máscara. No podía ver su rostro, pero los detalles, la postura, los movimientos… todo apuntaba a un profesional. Alguien que estaba observando sus movimientos.

Lo que más lo perturbaba era que el mensaje parecía estar dirigido a él: "Te estás acercando demasiado. Pero no te preocupes, todavía no te he alcanzado."

Clarens apretó los dientes. Estaba siendo seguido. Y lo peor de todo, no sabía quién era su perseguidor ni cuán cerca estaba de atraparlo.

En la fría celda de Blackridge, Miller sentía que algo se movía en el aire. La misma sensación que había tenido semanas antes, antes de ser atrapado. Los días pasaban, y los recuerdos de lo sucedido con Clarens seguían pesando sobre él, pero había algo nuevo en la atmósfera, algo que no podía identificar.

Aquel asesino en la sombra, quien quiera que fuera, estaba moviendo piezas invisibles. Miller aún no entendía su propósito, pero lo sentía con claridad. No era solo Clarens quien había organizado su caída. Alguien más estaba interesado en este juego macabro, alguien que también estaba dispuesto a todo para lograr que todo se desmoronara.

El rostro de Miller se endureció. No importaba quién estuviera detrás de esa sombra, no importaba cuán bien camuflado estuviera el enemigo. Sabía que la lucha apenas había comenzado.

Clarens observaba el horizonte desde su oficina, sus ojos fríos, su mente procesando cada detalle. Nadie lo había seguido tan de cerca en años, y nadie lo había desafiado de manera tan calculada.

En la oscuridad, una nueva amenaza se alzaba, y Clarens, por primera vez, no era el único maestro del juego.




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