La Máscara Perfecta

Capítulo 39: La indiferencia del Destino

Miller observó la pantalla de su computadora portátil con el ceño fruncido. El video que había extraído del microchip mostraba a un hombre sentado en una silla, con la cabeza baja, la sangre goteando de una herida en la frente. La imagen era borrosa, antigua, pero un detalle le heló la sangre: en la parte inferior del archivo, en letras claras, se leía un solo nombre.

"Víctima: Clarens."

El mismo nombre que había mencionado el imitador.

Pero algo no encajaba. Miller pausó el video y amplió el rostro del hombre golpeado. No se parecía en nada al Clarens del presente, el hombre con el que se había encontrado hace apenas unas horas. Sus rasgos eran distintos, su complexión también. No eran la misma persona.

—Entonces, ¿por qué el enemigo cree que están conectados? —murmuró para sí mismo.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda. Si alguien tan poderoso como el titiritero estaba convencido de que el Clarens actual tenía alguna relación con la víctima de hace años, significaba que había una pieza faltante en el rompecabezas.

Un asesinato enterrado

El sonido de su teléfono encriptado lo sacó de sus pensamientos. Contestó sin decir una palabra.

—Miller —susurró una voz tensa al otro lado—. Encontré lo que pediste.

Era su contacto en la policía.

—Dime.

—El caso de Clarens fue oficialmente cerrado hace quince años. El informe dice que la víctima fue un hombre llamado Daniel Clarens. Un empresario desaparecido bajo circunstancias sospechosas. Nunca encontraron su cuerpo.

Miller sintió un nudo en el estómago.

—¿Desaparecido? En mi pantalla tengo un video de su asesinato.

El contacto guardó silencio unos segundos.

—Entonces, alguien manipuló los registros.

Miller inhaló profundamente.

—Necesito saber si el Clarens actual tiene algún vínculo con Daniel Clarens.

—No hay ningún registro que los relacione. Ningún lazo familiar. Es como si solo compartieran el apellido.

Miller frunció el ceño.

—Eso no es una coincidencia.

—No, no lo es. Y hay algo más.

Miller se enderezó en su silla.

—Dilo.

—Poco después de la desaparición de Daniel Clarens, un grupo de archivos fue eliminado de la base de datos policial. Y no solo sobre él, sino sobre varias personas relacionadas con su empresa. Es como si alguien hubiera querido borrar su existencia.

Miller sintió un escalofrío.

—¿Y quién tenía acceso a esos archivos en ese momento?

Hubo un silencio tenso antes de que su contacto respondiera:

—El oficial encargado de la investigación era alguien con el nombre clave de "Titiritero".

Miller cerró los ojos un segundo, tratando de procesar la información.

El titiritero no solo era un asesino. Era alguien que había manipulado la justicia desde dentro.

—Miller, escúchame —la voz de su contacto sonó más apremiante—. Si sigues por este camino, te convertirás en un objetivo. Si el titiritero cree que el Clarens de ahora tiene alguna relación con Daniel Clarens, significa que tarde o temprano lo buscará.

Miller apretó los dientes.

—Entonces tengo que encontrarlo antes que él.

Colgó y se puso de pie de inmediato.

La cacería había comenzado.

Clarens miró por la ventana de su pequeño apartamento, sintiendo que algo estaba fuera de lugar. Desde que el guardia de la prisión había mencionado que Miller revisó el cuerpo del imitador y encontró el microchip, había tenido la sensación de que el pasado lo estaba alcanzando.

Su teléfono vibró en la mesa. Un mensaje sin remitente.

"Te están observando."

Clarens miró por la ventana de su pequeño apartamento, sintiendo que algo estaba fuera de lugar. Desde que el guardia de la prisión había mencionado que Miller revisó el cuerpo del imitador y encontró el microchip, había tenido la sensación de que el pasado lo estaba alcanzando.

Su teléfono vibró en la mesa. Un mensaje sin remitente.

"Te están observando."

El mensaje en su teléfono no provocó ninguna reacción en él. Sabía que estaba en peligro, pero la emoción no tenía cabida en su mente.

—Que vengan —murmuró, con una sonrisa fría, sin rastro de burla.

Su teléfono vibró nuevamente, mostrando un nuevo

—¿Quién eres? ¿Y qué quieres? —murmuró, con la misma voz monótona, sin esperar respuesta.

El silencio se apoderó de la habitación, pero Clarens no sintió la tensión. Su mente era un laberinto de cálculos, de posibilidades. Tenía que encontrar respuestas, pero no permitiría que la emoción nublara su juicio.

Un ruido lo alertó. Alguien intentaba entrar en su apartamento. Clarens se levantó, con la agilidad de un depredador, pero sin la ferocidad. Tomó un arma y se escondió detrás de la puerta, esperando.

Los intrusos entraron en la habitación, con armas en la mano. Clarens salió de su escondite, disparando con precisión quirúrgica. Los disparos resonaron en la habitación, pero Clarens se movió con la frialdad de un autómata, sin sentir la adrenalina.

Cuando el último intruso cayó, Clarens observó los cuerpos, sin rastro de satisfacción o arrepentimiento. Solo un cálculo frío: la amenaza había sido neutralizada.

Tomó su abrigo y salió del apartamento, dispuesto a enfrentarse a su pasado. No sentía miedo, ni rabia, ni deseo de venganza. Solo una determinación fría y calculadora. Clarens jugaría con la misma indiferencia con la que el destino movía sus hilos.




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