La Máscara Perfecta

Capítulo 43: El Reloj Avanza

Clarens caminó por el pasillo como si estuviera en su propia casa, sin prisa, pero con una determinación palpable. El sonido de sus pasos se unía al murmullo lejano de la ciudad que nunca dormía. El edificio estaba en silencio, pero esa calma, en lugar de ser reconfortante, lo hacía aún más inquietante. El reloj seguía avanzando, y el tiempo no perdonaba.

Al llegar frente a la puerta del apartamento de Doña Elvira, se detuvo un instante. Sabía lo que tenía que hacer. Pero, como siempre, disfrutaba de la anticipación.

Las luces del pasillo parpadeaban, creando sombras que danzaban a su alrededor. La puerta del 4B parecía como cualquier otra, sin nada que la hiciera destacar… pero él sabía lo que había dentro. Sabía quién lo estaba esperando.

Clarens sacó una pequeña navaja de su abrigo y la sostuvo entre sus dedos, con la punta hacia abajo. Un brillo frío recorrió su superficie metálica bajo la luz tenue.

La madera de la puerta crujió bajo su toque cuando giró la perilla, y la puerta se abrió lentamente. Dentro, el apartamento estaba oscuro, iluminado solo por la luz que se colaba a través de las cortinas mal cerradas. El ambiente estaba impregnado de la quietud del peligro.

—Doña Elvira —dijo Clarens con voz baja, casi como un susurro.

La mujer, sentada en el sillón del salón, lo miró desde su lugar sin moverse, su rostro tenso y serio. No había miedo en sus ojos, solo una comprensión silenciosa de lo que sucedía.

—Ya sabía que vendrías —respondió ella, sin vacilar, como si lo hubiera estado esperando durante años.

Clarens sonrió, esa pequeña mueca fría y calculadora que siempre acompañaba sus momentos de victoria. Se acercó lentamente, cada paso resonando en la quietud del apartamento. La vieja no parecía tener miedo. Pero él sí lo sentía.

—¿Sabías? —preguntó Clarens, y esta vez su voz sonó un tanto más inquisitiva. No era una duda, sino una invitación a jugar.

—Sí, sabía. No soy tonta. Algo no estaba bien con esa carne, Clarens. Y el momento en que olí el sabor, supe que había algo mucho más oscuro detrás de todo esto. —Doña Elvira se levantó con lentitud, sus movimientos eran firmes a pesar de su edad. Miró a Clarens a los ojos, sin apartar la vista, sin demostrar el más mínimo rastro de debilidad.

Clarens hizo una pausa, observando cómo la mujer lo enfrentaba. ¿Cómo era posible que ella lo supiera?

—Me pregunto qué harías con toda esta información —dijo él finalmente, dando un paso más hacia ella.

Elvira no respondió de inmediato. En cambio, caminó hasta la mesa de la sala y levantó una caja de madera. Lo que hizo después sorprendió a Clarens.

Abrió la caja con un suave crujido, revelando una pequeña colección de objetos. Sobre la tela de terciopelo negro había un par de fotos amarillentas, un cuaderno viejo con las páginas arrugadas por el tiempo, y varios símbolos que Clarens reconoció al instante.

—¿Sabes lo que es esto? —preguntó Elvira, levantando las fotos.

Clarens las observó. Eran imágenes de personas desaparecidas, algunas con rasgos distorsionados por el tiempo. Unas de ellas parecían familiares, otras, no tanto.

Clarens no dijo nada. Lo sabía todo.

—Son las víctimas de tu juego, Clarens —dijo Doña Elvira, su voz grave y resonante—. Y este juego… está a punto de terminar.

Clarens no pudo evitar reír. Ella pensaba que podía detenerlo. Pero la vieja no entendía.

—El juego solo acaba cuando yo decido que acaba. —El tono de su voz se volvió más frío, más calculador. No podía permitir que ella interfiriera.

Sin embargo, había algo en la mirada de Elvira que lo inquietaba. Había algo en ella que lo desarmaba.

—¿Qué piensas hacer con todo esto, Clarens? —preguntó ella, su voz profunda.

Clarens la observó fijamente. Sabía que la conversación estaba tomando un giro peligroso. Había algo más en juego que simplemente ella sabiendo la verdad.

En ese momento, algo cambió. El aire se cargó de una tensión palpable, y Clarens, por un instante, sintió una extraña incertidumbre. No estaba acostumbrado a que lo desafiaran de esta forma.

Finalmente, dio un paso atrás, sonriendo.

—Vamos a ver qué pasa, Doña Elvira. Vamos a ver si el juego realmente se acaba cuando tú lo decidas. —Clarens se acercó a la puerta, pero antes de salir, se giró. —Cuidado con lo que sabes. No te metas en lo que no entiendes.

Doña Elvira lo miró fijamente, pero no dijo nada más. Clarens cerró la puerta suavemente detrás de él y comenzó a caminar por el pasillo con la misma calma que antes. Pero algo había cambiado. Un leve malestar lo acompañaba, algo que no podía identificar.

La anciana lo había desafiado. Pero lo que él no sabía, lo que no entendía, era que el verdadero juego no había hecho más que empezar.

Clarens caminó por el pasillo con una calma que no reflejaba lo que sentía en su interior. Doña Elvira había mencionado las personas desaparecidas, había hablado de "su juego" como si él fuera el responsable de todo.

¿Cómo podía saberlo?

El pensamiento rondaba en su mente mientras avanzaba hacia su apartamento. No le sorprendía que alguien hubiera comenzado a conectar los puntos, pero sí le intrigaba que una anciana como ella lo hubiera hecho.

La vieja no era estúpida, pero ¿cómo podía estar tan segura?

Clarens se detuvo frente a la puerta de su apartamento, la luz tenue del pasillo iluminando su rostro. Su mirada, fija en la madera de la puerta, reflejaba una mezcla de curiosidad y desconcierto.

¿Qué diablos estaba pasando? —murmuró para sí mismo, antes de entrar en su hogar.

Esa misma noche, mientras Clarens se preparaba para dormir, la imagen de Doña Elvira no lo dejaba en paz. ¿Cómo había llegado ella a la conclusión de que él era el responsable de todas las desapariciones? ¿Qué la hacía tan segura?




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