Miller estaba en su oficina, rodeado de luz artificial y el zumbido bajo de los monitores. Su reino no tenía ventanas, solo pantallas que reflejaban los secretos de la ciudad.
Y esta noche, su presa era Clarens.
Deslizó los dedos sobre el teclado con la precisión de un cirujano, navegando entre bases de datos, registros policiales y archivos eliminados. Clarens era un fantasma bien construido, pero Miller sabía dónde buscar.
La desaparición de Doña Elvira había levantado algunas banderas rojas, pero nada que apuntara directamente a Clarens. Eso lo hacía aún más sospechoso.
Los verdaderos monstruos no dejan rastros.
Miller encendió un cigarro, observando una imagen en la pantalla: una captura de la cámara de tráfico, un coche negro sin placas a las 2:30 a.m.
Un leve gesto de satisfacción apareció en su rostro. Había encontrado algo.
Abrió otro archivo: un mapa del vecindario con marcadores rojos.
Las desapariciones, los cuerpos encontrados, las zonas de actividad.
Todo formaba un patrón.
Y en el centro de ese patrón, estaba Clarens.
Miller no creía en coincidencias. Había pasado demasiado tiempo en este juego para eso.
Conectó un auricular y marcó un número encriptado.
—Aquí Miller. Necesito un rastreo. Un coche negro sin placas, zona central, última aparición a las 2:30 a.m.
—¿Un nuevo pez en el agua? —preguntó la voz al otro lado.
—Algo más que eso. Creo que tenemos dos depredadores en el mismo territorio.
Hubo un silencio en la línea. Luego, la voz respondió:
—Te enviaré lo que encuentre.
Miller cortó la llamada y se apoyó en la silla.
Clarens no estaba solo en esto.
Alguien más estaba moviendo las piezas.
Y Miller iba a descubrir quién era antes de que el juego se saliera de control.
Capítulo 45: La Primera Jugada (Parte 3 - Miller & Clarens)
Miller exhaló el humo del cigarro mientras observaba los datos descargándose en su pantalla. Rastros digitales, fragmentos de información, piezas de un rompecabezas que aún no encajaban del todo.
El coche negro sin placas había desaparecido en una intersección sin cámaras, pero Miller sabía que nadie desaparecía por completo.
Siempre hay un error. Un reflejo en una ventana. Una sombra en el momento equivocado.
Mientras el sistema hacía su trabajo, revisó los archivos de Doña Elvira nuevamente. Una anciana sin antecedentes criminales. Pero demasiado curiosa.
Había hecho preguntas sobre los recientes desaparecidos en el vecindario, sobre rumores oscuros que flotaban en las calles como neblina.
Y ahora estaba muerta.
Miller sabía que no era una coincidencia. No en su mundo.
El problema era que no tenía pruebas.
Y lo que más le molestaba… es que alguien más había llegado a Elvira antes que él.
El sistema emitió un leve pitido.
Resultado encontrado.
Miller entrecerró los ojos mientras la imagen cargaba.
Una cámara de seguridad a seis cuadras del vecindario había captado el coche negro. Y al conductor.
El rostro estaba cubierto por una capucha, la imagen borrosa por la mala iluminación. Pero la postura, la forma en la que giraba la cabeza...
No era Clarens.
Miller frunció el ceño.
Eso significaba que alguien más lo estaba observando también.
Alguien que jugaba un juego similar al suyo.
¿Un tercero en la partida?
¿O algo peor?
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Mientras tanto, Clarens caminaba entre las sombras de su vecindario, los pasos silenciosos, la mente calculando cada posibilidad.
El mensaje había sido claro.
"No te apresures, Clarens. Las mejores partidas toman su tiempo."
Eso solo significaba que alguien quería jugar con él.
Pero él no era una pieza en el tablero.
Él era el que movía las piezas.
Se detuvo en la esquina de una calle desierta, observando el edificio donde había encontrado la nota.
Si querían su atención, la habían conseguido.
Pero ahora, él tenía que decidir cuál sería su siguiente movimiento.
3:57 a.m.
Miller no dormía. Nunca lo hacía cuando el instinto le decía que algo estaba mal. Y en este caso, todo estaba mal.
En la pantalla de su laptop, el video del coche negro se reproducía en bucle.
El conductor cubría su rostro, pero su lenguaje corporal era demasiado familiar.
Miller lo había visto antes. En registros de desapariciones, en videos de crímenes sin resolver.
Era un fantasma moviéndose en la noche.
Pero la pregunta era… ¿era enemigo o aliado?
Tomó su teléfono y marcó otro número.
—Aquí Miller —susurró.
—Demasiado tarde para llamadas, ¿no crees? —respondió una voz áspera al otro lado.
—Tengo algo para ti. Necesito que le pongas un nombre a un fantasma.
Hubo un silencio. Luego, un susurro:
—Manda el video.
Miller lo envió sin decir una palabra. Mientras esperaba la respuesta, encendió otro cigarro.
Si alguien más estaba cazando en su territorio, necesitaba saber quién era antes de que fuera demasiado tarde.
Porque en su mundo, los que no tenían el control… eran los primeros en morir.
-----------4:12 a.m.