La Máscara Perfecta

Capítulo 46: Cazadores en la Niebla

4:45 a.m.

Miller recibió el mensaje mientras el humo del cigarro se disipaba en el aire cargado de tensión.

"Reconocemos el patrón. No es la primera vez que aparece. Este 'fantasma' estuvo vinculado a casos en Europa del Este. Pero nunca dejó pruebas. Nunca dejó rastros."

Miller entrecerró los ojos. No era un principiante. Era un profesional.

Eso significaba que había dos depredadores en la misma cacería.

Y uno de ellos no era Clarens.

¿Pero quién era más peligroso?

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5:02 a.m.

Clarens encendió otro cigarro mientras esperaba en un callejón oscuro, los ojos fijos en el edificio de enfrente.

El juego había comenzado.

Sabía que lo estaban siguiendo. Podía sentirlo.

Cada ruido en la distancia, cada sombra que se movía entre las luces de las calles…

Alguien estaba cerca.

No tenía miedo. Tenía curiosidad.

Clarens nunca había sido la presa antes.

Pero si alguien pensaba que lo estaban cazando… iban a descubrir que él disfrutaba más del papel de depredador.

Miró su reloj. 5:07 a.m.

Clarens dejó caer el cigarro al suelo y lo aplastó con la suela del zapato. No necesitaba ver para saber que alguien lo estaba observando.

El instinto asesino es un don. Una maldición.

Y esta noche, alguien más lo tenía.

Los cazadores experimentados no cometen errores, pero los rastros invisibles son la mejor pista.

Silencio donde debería haber ruido.

Un cambio en la brisa.

El instinto de supervivencia gritando en la base del cráneo.

Alguien está aquí.

Clarens metió las manos en los bolsillos y se giró lentamente. No había nadie en la calle.

Pero eso no significaba que estuviera solo.

Un juego de paciencia. Un juego de depredadores.

Sonrió.

—Si vas a seguirme toda la noche, al menos invítame un trago —murmuró, como si hablara con la oscuridad.

No hubo respuesta. Pero tampoco la esperaba.

Clarens se alejó con calma, sabiendo que la sombra seguiría su movimiento.

Los cobardes atacan desde la distancia.

Los verdaderos cazadores esperan el momento exacto.

Y Clarens tenía toda la noche.

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5:15 a.m.

Miller recibió otra notificación.

Un nuevo video. Una imagen borrosa de una figura en los tejados.

El mismo patrón.

El mismo "fantasma" que había aparecido antes en los registros de Europa del Este.

Pero esta vez, no solo estaba observando.

Se estaba acercando.

Miller cerró los ojos un momento. La adrenalina bombeaba en su sangre.

Sabía lo que venía después. El punto de quiebre.

Dos depredadores en la misma caza.

Solo uno iba a sobrevivir.

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5:23 a.m.

La niebla se arrastraba entre los edificios como un espectro hambriento. La calle estaba vacía, el aire impregnado con el olor a humedad y algo más… un rastro casi imperceptible de hierro, de sangre seca.

Clarens lo notó de inmediato.

Se detuvo en una esquina oscura, respirando con calma. Ese aroma no venía de la ciudad.

Era más fresco. Más cercano.

Alguien lo había traído consigo.

Clarens esbozó una sonrisa fría. Sabía lo que eso significaba.

Su perseguidor no era solo un espía. Era un asesino.

El tipo no solo lo estaba siguiendo. Lo estaba cazando.

Un juego entre dos depredadores siempre termina igual.

Con uno de ellos muerto.

Clarens metió la mano en el bolsillo de su abrigo y cerró los dedos alrededor del cuchillo frío. La pistola estaba lista en su cinto, pero no quería usarla todavía.

Demasiado ruidoso.

Demasiado fácil.

Quería algo más íntimo. Algo visceral.

Dejó que el silencio se apoderara del lugar. Esperó.

La niebla se volvió más espesa. Y entonces lo escuchó.

Un susurro de tela moviéndose en la oscuridad.

Un paso contenido.

Un leve cambio en el aire.

Detrás de él.

Clarens giró en un movimiento rápido, cuchillo en mano, directo hacia la garganta de su perseguidor.

Pero la hoja se encontró con el vacío.

Nadie estaba allí.

La risa llegó desde algún punto en la niebla. Suave, burlona.

—No tan rápido, Clarens… —susurró una voz áspera, como el filo de un cuchillo deslizándose por un hueso.

Clarens entrecerró los ojos, con el pulso aún en calma.

El fantasma quería jugar.

Y él estaba dispuesto a seguirle el juego.

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5:35 a.m.

Miller miró la pantalla con el ceño fruncido.

El sistema había captado una transmisión. Un audio.

Subió el volumen.

El sonido de la respiración de Clarens. Su movimiento.

Y luego…

Esa risa.

Un escalofrío recorrió la espalda de Miller. No era una risa común.

Era la risa de alguien que había estado en la oscuridad demasiado tiempo. De alguien que disfrutaba la caza.

Y lo peor de todo…




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