En la plaza de armas de Antofagasta, en Chile, llamada Plaza Colón, dos amigos se encuentran, uno es del sur, el otro oriundo de la ciudad.
— Me costó encontrar esta cosa, nadie casi sabía dónde estaba, mejor hubiera sido en el León.
— Casi nadie se acuerda ya de esta gente que murió por media hora más de colación.
— ¿Cómo que media hora?
— Aprovechemos que vamos a comer al mercado, y te contaré esta triste historia, es parecida a la de la Escuela Santa María en Iquique.
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En los años 1.900 los abusos de los empleadores hacia sus trabajadores en el norte grande de Chile eran muy grandes, pagaban una miseria, incluso los niños debían contratarse en las minas para que su familia no muriera de hambre. En la ciudad de Antofagasta la cosa no cambiaba mucho, las poblaciones crecían día a día hacía donde podían, se buscaban terrenos en la periferia, que no tuvieran dueños, traían "un par de palos" y construían sus casas, así fueron los primeros barrios obreros, ya que los arriendos en los habitaciones centrales y cerca al ferrocarril eran costosos, y luego de la llegada de inmigrantes que venían de Europa ilusionados con el boom del salitre se encarecieron mucho más. Los trabajadores debían movilizarse a pie, solo los adinerados tenían caballos, y el transporte público no existía, por ejemplo, si se venía de la Cancha Oriente, que no queda tan lejos de las oficinas del ferrocarril de calle Bolívar, es al menos 1/2 hora a pie.
Don Julio Pinkas era el administrador del ferrocarril, quien fundó la Sexta Compañía de Bomberos en 1.902, sus miembros eran todos voluntarios, pertenecientes al ferrocarril, quienes en su descanso de sus turnos de trabajo, asistían a los incendios, y si llegaban tarde luego de estar horas sofocando el fuego, se les descontaba sin posibilidad de réplica.
En enero de 1906 los trabajadores de distintas empresas que prestaban servicios en el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia realizaron un petitorio conjunto, querían que el tipo de cambio de su sueldo se pagará a 18 peniques, y que se aumentará en media hora más el tiempo para almorzar, ya que vivían muy lejos de su trabajo, y muy pocos tenían el dinero para comprar una vianda especiales, donde la comida no se echara a perder, y tampoco podían pagar una comida en los ranchos o restaurante del centro.
La mayoría de las empresas aceptaron, pero el Gerente General del FCAB (Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, Sr. Mapleton Hoskins, se negó a ceder a cualquier petición.
Se hicieron dos reuniones más con el Sr. Hoskins, y un comité conformado por Vicente Díaz, Casimiro Fuentes, Alejandro Escobar y Carvallo, pero el Gerente General no los reconoció como negociadores oficiales. Así las cosas fue otro delegado a negociar, luego de horas de conversación, el líder del ferrocarril aceptó dar media hora más de colación, siempre y cuando se agregará como extra en la jornada de la tarde, propuesta que no fue aceptada por parte de los obreros.
Así que a fines de enero de ese año, los trabajadores de Ferrocarril Antofagasta a Bolivia (FCAB), decidieron en una reunión realizada en la Gran Unión Marítima, y a mano alzada ir a la huelga, al saberse su decisión varios otros grupos se les unieron; ferroviarios, salitreros, marítimos y lancheros, carretoneros, etc.
El diario El Industrial, publicó lo siguiente:
«Se acaba de iniciar un movimiento obrero encabezado por los operarios del Ferrocarril, para conseguir una jornada de 8 horas y media hora más de reposo para almorzar tranquilos».
Nadie pidió reunirse con los trabajadores en varios días, así que las organizaciones en huelga decidieron llamar a una marcha en la Plaza Colón, el 6 de Febrero.
Debido a este llamado, el Intendente, Sr. Daniel Santelices solicitó la intervención del Regimiento Esmeralda y los tripulantes del Blanco Encalada, para atemorizar a los que tildaba de rebeldes.
Los comerciantes y empresarios se reunieron en el Club de la Unión para discutir las medidas a tomar con los "patipelados" que no querían trabajar, así que formaron una Guardia del Orden, lo que fue informado al intendente por el líder del movimiento, el Sr. Adolfo Miranda.
El Sr. Santelices solicitó al Comandante del Esmeralda, Sr. Sinforoso Ledesma, que le prestará fusiles que les dieron a la Guardia.
Al mediodía se empezaron a juntar los huelgistas, quienes comenzaron a provocar disturbios a su paso. El intendente, para evitar mayores problemas prohibió la venta de bebidas alcohólicas y el uso de arma blanca o de fuego, además de prohibir el derecho a reunión, con la finalidad de establecer el orden público.
El diario El Comercio indicó:
"En la mañana un grupo de huelguistas apedreó y después destrozó una máquina del ferrocarril sin que las fuerzas supiesen contenerlos. Más tarde como a las 2, otro grupo de gente anónima que nunca falta en estos casos, asaltó una carreta cargada de cajones de cerveza y que pasaba por la calle Prat entre las de San Martín y Latorre".
Entre 2.000 y 3.000 personas se reunieron para marchar por calle Prat, de mar a cerro, iban gritando y alzando sus manos, con cánticos como: "Los obreros somos trabajadores, no esclavos".
Aproximadamente a las cuatro de la tarde, los manifestantes volvieron a la plaza, se molestaron muchísimo cuando vieron aparecer a la Guardia del Orden armados. Así que comenzaron a cantar de nuevo contra los patrones. Entonces los hombre con los fusiles, aburridos de lo que consideraban una falta de respeto hacia ellos, abrieron fuego contra la multitud, quienes se alejaron corriendo hacia la calle Washington, y Balmaceda, pero allí los esperaban los tripulantes del Blanco Encalada y del Esmeralda, que al ver a la muchedumbre correr hacia ellos desesperados, pensaron que querían atacarlos. Solo fueron tres minutos... tres minutos donde todas las armas fueron descargadas contra la muchedumbre, desde abajo de calle Prat por los contingentes militares, y por arriba por los empresarios, los que se salvaron lo hicieron corriendo por el medio de la plaza hacia las calles laterales.