Tardaron casi una hora en llegar y buscar aparcamiento, y otro rato más en reunirse con el resto.
—Vení, están allá—Mía señaló a lo lejos la pista de hielo que era el deleite de pequeños y mayores.
Fueron esquivando gente hasta llegar a Valentina que miraba a su hijo y a su nieto mientras patinaban.
—Al fin llegaron—las saludó a las dos con efusividad—¿Cómo les fue con el vestido?
—Todo bien mamá, quedó hermoso. Menos mal—explicó Mía—Ya veo que a René no se le olvidaron sus días de jugador de hockey sobre hielo.
—¿Hockey sobre hielo? Siempre pensé que lo suyo había sido el fútbol de toda la vida—Álex se sorprendió.
—Hubo un tiempo en el que mi hijo quiso probar cosas nuevas. Y la verdad, tampoco se le daba tan mal. Pero mi René es hombre fútbol y no tardó demasiado en volver al arco y seguir haciendo lo que tanto le gusta—Valentina miraba a su hijo con orgullo.
A unos metros de ellas, estaban Matito y su tío. El niño seguía sus consejos al pie de la letra y no tardó mucho en atreverse a soltarse de su mano y deslizarse sobre el hielo, aunque René evitaba que el pequeño se golpeara con el suelo cada vez que lo veía tambaleándose.
—Mirá tío, llegó mi mamá con Álex—informó a René que no pudo evitar sonreír al verlas.
Poco a poco y de la mano, ambos llegaron hasta donde estaban las mujeres que los miraban expectantes.
—Vaya, si son mis dos patinadores favoritos—Mía estaba feliz al ver compartir tiempo entre su hermano y su hijo.
—¿Cómo les fue?—aunque quería mirarlas a las dos por igual, sus ojos se desviaban más hacia la sevillana.
—Sí, la pasamos bien. Pero no tan bien como ustedes ¿Te gustó el mercado mi amor?
—Sí mamá, está lindo ¿Saben que mi tío me enseñó a patinar? Miren—Matito se soltó de la pared y les demostró lo aprendido, aunque estuvo a punto de caerse en un par de ocasiones—¿Van a patinar?
—Ni hablar. Yo ya estoy grande para estas cosas—Valentina fue la primera en escaquearse.
—A mí, ni me miren. Valoro mucho el bienestar de este cuerpecito—Mía se señaló de arriba abajo.
—¿Y vos Álex? ¿Qué decís?—el niño la miraba con sus ojos claros y brillantes.
—No creo que sea buena idea, yo nunca he hecho esto.
—Yo tampoco. Mi tío te puede enseñar igual que a mí ¿Verdad tío?
—Si vos querés… Por ahí dicen que soy buen maestro… No sé, pensalo—sabía que decir eso se alejaba bastante de su intención de mantener distancia con ella, pero muy en el fondo deseaba que dijera que sí.
—Es una oportunidad única—intervino Mía—No podés negarte, está bueno hacer cosas por primera vez.
Álex miró a Mía, después al niño y por último a René. De nuevo se planteaba salir de su zona de confort aquel día. De las dos situaciones que se le habían presentado, la más factible era la de patinar, podría ser divertido.
—Qué ganas tenéis de verme hacer el ridículo—hizo una mueca graciosa—Lo único que me puede pasar es terminar con el culo congelado o con la cabeza abierta contra cualquier parte ¿Qué podría salir mal?—se encogió de hombros y le pasó su bolso a Valentina.
—¿Lo vas hacer?—René aún no salía de su asombro, pensaba que se negaría.
—Soy muchas cosas, pero cobarde no es una de ellas—lo desafió con la mirada—Si me pasa algo, fue un placer conoceros—se dirigió a la familia de René—Y tú te ahorrarías el papeleo del divorcio—bromeó.
Fueron a por unos patines para Álex y un rato más tarde, tras temblarle las piernas un par de veces, consiguió ponerse de pie.
—¿Confiás en mí?—le preguntó mientras la sujetaba de los hombros. Antes muerto que dejarla hacerse daño.
—Digamos que en la que no confío mucho es en mí…—miró a su alrededor preocupada—Acabo de darme cuenta de algo.
—¿Y ahora qué pasó?—pensaba que se estaba echando atrás.
—Todos te conocen aquí… ¿No te das cuenta que te están mirando? Igual no es buena idea que vean como intentas que no se mate la patética de tu mujercita. Paso de que se rían de mí.
—¿Sólo por eso te vas a rajar? No sos patética Álex por favor, métetelo en la cabeza ¿Sí? ¿Qué importa lo que digan los demás?
—Ya, si sé que tienes razón, pero…
—Nada de peros—la interrumpió—Como vos misma dijiste recién, no sos una cobarde. Que no te importe lo que la gente piense de vos, ni ahora ni nunca.
—Ahora entiendo por qué eres el capitán de tu equipo y todos te respetan tanto ¡Tienes un piquito de oro! Motivas a cualquiera a hacer lo imposible.
—Es mi obligación—se encogió de hombros y su corazón dio un vuelco al notar la mirada de admiración que ella le estaba dedicando—Entonces ¿Qué decís?
—Vamos… Que sea lo que Dios quiera—se agarró fuerte de su brazo y poco a poco llegaron hasta el hielo. Después se sujetó a la barandilla para aprender a mantener el equilibrio.
—Es importante que encuentres tu centro de gravedad para poder estabilizarte y no termines estampada en el piso.