Unos días más tarde, René se levantó no muy temprano debido a que por falta de sueño se quedaban hasta tarde hablando o viendo la televisión. Llegó hasta el salón y Álex no estaba ahí, fue a la cocina y tampoco. Descartando la variante de que se hubiera ido de casa, se acercó hasta su habitación. Tocó un par de veces lo suficientemente fuerte como para que lo escuchara aun estando dormida, pero no obtuvo respuesta.
—Álex ¿Ya despertaste?—de nuevo silencio—Álex…—volvió a llamar a la puerta—¿Está todo bien?—y viendo que seguía sin responder, insistió—Voy a entrar ¿Ok?
Sin más preámbulos abrió la puerta, lo invadió la oscuridad y un ambiente demasiado cálido y viciado. Se acercó a la cama para comprobar si seguía dormida y encendió la luz de la lamparilla, cuando lo hizo se asustó al verla.
Estaba temblando, hiperventilaba y una fina capa de sudor cubría su rostro. Álex estaba diciendo algo, pero no lograba entenderla bien. Echó la ropa de cama hacia atrás y observó que se había puesto una sudadera encima del pijama que ya de por sí era de bastante abrigo.
—¿Qué tenés?—rozó su mejilla y estaba ardiendo.
—Tengo…mucho frío—apenas podía hablar.
—No me asustes, por favor…—volvió a tocarla y al tener las manos frías, Álex se quejó—Perdóname, no me di cuenta… Tenés mucha calentura—la volvió a tapar y se puso de pie sin saber qué hacer. Lo primero que pensó fue en llamar a su madre, ella podría ayudarlo—Mamá, que bien que me respondés, tengo una emergencia.
—¿Qué pasó mi amor? ¿Estás bien?—se alarmó Valentina.
—Yo sí, la que no está bien es Álex, y no sé cómo ayudarla…
—¿Qué tiene?
—Tiene mucha calentura, escalofríos y apenas puede responderme cuando le hablo ¿Qué puedo hacer?—preguntó desesperado.
—Llamá a un doctor… ¿Y si se contagió de Covid?
—Eso lo iba a hacer de todos modos, pero no sé cuánto tardará en venir… Ojalá y no mamá, ella no se puede enfermar así de la nada. Ayer estaba perfectamente…
—Llámale al doctor René, y vos cuídate mucho hijo. En cuanto sepas algo, decime inmediatamente.
—Pero ¿Qué puedo hacer hasta que venga el médico? Se ve muy mal mamá…
—No podés hacer mucho, mantenla hidratada, ponele paños de agua tibia en la frente y en el cuello y rezá porque el doctor acuda pronto. Dale, te corto para que lo llames.
Fue hasta la cocina por agua e intentó hacerla beber, pero no lo consiguió. Sólo temblaba y se quejaba mientras trataba de moverla. Decidió llevársela a su habitación, allí estarían más cómodos.
Desde que se lesionó, aún no había ejercitado el brazo con peso, no sabía cómo iba a llevar a Álex sin cargar el brazo, así que pasó uno de los de ella por detrás de su cuello y se puso todo el peso de su cuerpo sobre el brazo izquierdo, mientras se ayudaba del derecho para sujetas sus piernas. Al levantarla, Álex se removió inquieta y murmuraba entre dientes que le dolía todo.
—Perdóname flaca, es por tu bien—era la primera vez que se refería a ella con esa palabra en voz alta desde aquella noche después de lo sucedido con Lucas, en la que descubrió a Álex escuchando la canción del mismo nombre.
La dejó en el lado de la cama que ella ocupó durante el tiempo que durmió en ella y salió fuera a llamar a un médico. Tardó casi una hora en ser atendido, estaban desbordados, no paraba de llegar gente enferma.
—¿No me escuchó o qué? Mi esposa está muy enferma, necesita que un doctor la vea ¿Tengo que exponerla y llevarla hasta allá para que me hagan caso?—había tenido que explicarle al menos a tres personas diferentes los síntomas que presentaba Álex y parecía que nadie quería ayudarlo.
—No se lo aconsejo, aquí sólo va hacer que empeore, quédense en casa. En cuanto sea posible, el doctor irá para allá. No podemos hacer más.
—¿Me está diciendo que mientras mi esposa se retuerce de dolor y anda con una temperatura tan alta, me tengo que quedar esperando pacientemente a que a alguno de ustedes les apetezca venir a mi casa? ¡Es increíble!
—Entiendo su situación caballero, pero entienda usted también la nuestra.
—Sí, sí, está bien. Gracias—colgó de mala gana.
Fue a buscar una palangana y algunas toallas pequeñas, las sumergió en agua, las escurrió bien y se la puso en la frente. Detestaba escuchar cómo se lamentaba cada vez que el agua entraba en contacto con su piel. Verla así y no poder hacer nada para hacerla sentir mejor, lo estaba matando.
No se separó de Álex en todo el día, no había mejorado nada y la fiebre le había subido aún más. A veces intentaba hablar, pero debido a su estado de semi inconsciencia, no tenía la fuerza suficiente para alzar la voz. René se encontraba al borde de la locura, si no fuera por la situación en la que se encontraba todo, la habría llevado al hospital.
Al filo del atardecer, llamaron a la puerta de su casa, al fin había llegado el médico que había pedido hace horas. Después de explicar por cuarta vez aquel día lo que le pasaba a la muchacha, lo llevó hasta la habitación para que la viera.
—Está demasiado abrigada y esto está muy cerrado—indicó el doctor—Lo mejor cuando alguien tiene fiebre es tener la habitación bien ventilada y llevar ropa ligera. Será mejor que la ayude a ponerse algo más liviano. Saldré fuera para que pueda hacerlo.