«La pequeña María llegó hasta el sucio y tenebroso callejón, apartándose de las paredes que chorreaban humedades y orines y formaban charcos de inmundicias que le costaba sortear.
Fue el gato negro el que la guió hasta allí y ahora la había abandonado, dejándola a su suerte.
—¿Qué voy a hacer ahora? —Se preguntó la niña.
El callejón que se abría ante ella no tenía salida y nunca podría volver sobre sus pasos, no, sabiendo que la sombra la seguía incansable.
—Siempre puedes entrar, María —dijo una voz que le recordó a la de su padre.
—¿Eres tú, papá?
—No, no soy tu padre, ni tampoco ese gato traidor que te ha guiado hasta aquí. Tan solo soy la voz de la noche. La que siempre te ha protegido mientras dormías, susurrando en tus oídos dulces sueños.
—Tengo miedo de entrar en ese callejón, esta sucio y también oscuro...
—Este es el callejón de los imposibles, no es un vulgar callejón, María —dijo la voz —. Prueba a pedir en voz alta lo que deseas y se hará realidad. Así es como funciona.
María grito con todas sus fuerzas:
—¡Quiero volver a casa!
El callejón desapareció como por ensalmo y la casa de la niña apareció en su lugar.
—Esta no es mi casa —dijo María —. Mi casa es luminosa y alegre y esta es tenebrosa.
—Es así porque aún sigues en el mundo de los reflejos —le explicó la voz de la noche —. Y en este mundo todo es distinto a la realidad en la que tú vives.
—¿Y cómo puedo volver a mi mundo? —Preguntó la niña a punto de echarse a llorar.
—Nunca podrás volver, María, por que lo que está hecho, no puede deshacerse...»
Extracto del libro: El callejón de los Imposibles de Rodrigo Peralta.