La Memoria Vacía

CAPÍTULO 6

Madrid, Carol, 6 años.
  
  Sin Jacinta, en toda su vida hubiese podido elegir vivir en un sitio como aquel. Lleno de casas exclusivas en el centro de Madrid, tan lejos de su vida humilde y discreta. Con ese trato fingido, aparentemente natural y cotidiano, pero a la vez, distante y desafiante, como si no perteneciera a esa familia.
   Unos meses después, nada de todo aquello le importaba a Carol, porque ya se había acostumbrado a lidiar con ella. Acababa de llegar y ya no aguantaba más en esa casa, con esa mujer. Pero no podía irse. No podía andar por las calles sin saber en qué esquina acabaría. A pesar de tener tan solo seis años, es muy lista. Lo piensa despacio, Madrid no será su hogar, ni el sitio donde olvidara el dolor y la desesperación por la ausencia de su madre. Se lamenta de que la dejara ir con aquella mujer. Le gustaría decirle todo lo que reflexiona, pero ya es demasiado tarde. La vida se convertiría en un camino demasiado duro para una niña tan pequeña. Tendría que esperar la ocasión, pero no la llamaría mamá, porque es la madrina. 
   Vivían en el corazón de Madrid, cerca del campo de fútbol el Bernabéu, en el paseo de la Castellana. El primer mes iba al colegio San Agustín, aunque solo fue eso, un mes. Por las tardes, Fabio, el marido de la madrina, la llevaba un rato al parque del retiro. Carol seguía siendo muy curiosa e inquieta y quería saberlo todo. Quería saber donde estaba la estación de tren y de autobuses, y la distancia a pie. Los bares, los supermercados y, por supuesto, el Corte Inglés. Nunca dejó de pensar que, cuando fuese mayor, visitará la sección de ropa juvenil, y también la de productos de belleza. 
   En casa se negaba a llamarla mamá, porque era la Madrina, y ella no había pedido estar allí. Ni los tirones de oreja, ni los del pelo, podrían hacerle cambiar de idea. La mañana que Jacinta le cortó el pelo a trasquilones, tampoco se inmutó, ni lloró, Carol sabía que era la forma más fácil de hacerla rabiar. Para Carol, todo eran palabras negativas, despectivas, vacías, pero, para la madrina, era algo personal, no le importaba el esfuerzo que tuviera que hacer para doblegarla. 
   — Ahora me llamarás mamá —, le dijo, mientras el marido la miraba impasible. ¿Crees que cortándole el pelo y una paliza de vez en cuando bastará?, le decía a su mujer a solas. Ella respondía que encontraría la forma de doblegar a la niña. 
   — Carol, ¿qué has hecho esta vez? —, le pregunta Fabio, observando los trasquilones del pelo.
   — Pregúntaselo a tu mujer —. Le dice retándole con la mirada.
   — Mira Carol, te voy a hacer una sugerencia, a ver qué te parece. Imagínate qué, para que puedas volver pronto a casa con tus padres, tuvieras que llamarla mamá, ¿no lo harías?, sería bueno para todos.
   — Jacinta no es mi madre, ¿no te vale? —, contesta Carol, sin mirarle a la cara.
   — Contigo no se puede —, susurra Fabio, aunque sabe que, por mucho que le duela, ella no hará caso, es demasiado orgullosa y fuerte.  
  



#2824 en Thriller
#1065 en Suspenso

En el texto hay: suspense, psicologia, intriga.

Editado: 01.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.