¿Qué son y de dónde provienen mentiras y mentirosos? Quizás ya existían antes del despertar de la noche de los tiempos. Tal vez como personas no seamos nada que valga la pena salvar; un neto error evolutivo lleno de prejuicios, apariencias, manipulación y mentes retorcidas ¡divina comedia!...
Son los que son, estúpidos ellos mientras que somos muchos los que hemos dejado de serlo. Cada persona a su manera es un Pinocho de tergal y atrezzo adivinando palabras a través de gestos. Somos surcos, líneas y formas profundas mal horadadas por la gubia de un artesano ciego.
Ingente verborrea susurrada al oído, sin dejar de apretar los dientes. Mascullado y escupido parlamento que deja tras de sí aromas pútridos. De ahí en adelante interactuando con terceros pues de alguna manera se han convertido en fragancias del bosque…
Caricias sobre esta piel incolora y mutable. Popurrí ácido de sinsabores por el buen hacer del grandísimo embustero manipulador. Estoy hecho un rufián y como tal poseo esa capacidad innata de aparentar aquello que no soy. ¡Ojo! No importa no serlo sino que los demás crean lo contrario...
Finjamos sobria cordialidad, natural admiración e incluso afecto por aquél al que despreciamos. Ya lo verán, las cosas irán sobre ruedas. Todos portamos esta careta teatral rasgada en dos mitades; ahora sonrisa perfectamente calculada y ahora gesto triste convincente.
Mentiré sin romper la magia bribona de una sonrisa; engañaré por la simple satisfacción de hacerlo y me dejaré inundar por mares de lágrimas falsas cuando los demás también lloren. Seré puesta de sol bajo tierra sembrando hábilmente dudas en torno a cualquiera que ose hacerme sombra…
Somos enredadas las personas y yo la que más. Más complejas que las fórmulas matemáticas o la propia física cuántica. La idiosincrasia humana da para mucho empero al mismo tiempo para nada… ¡Miéntanme aunque sea verdad!
La mentira y el mentir son gemelos sibilinos de alargada adicción y condición. Cuando se conjuga el verbo éste atesora conceptos diferentes a la par que plausibles. Cada falsedad diferenciada de la anterior y de la que sigue pero siempre con el mismo denominador común. Nada de elegante en el arte de la mentira y del mentir pero en cualquier caso son minucias menores. Elogiemos el beso de Judas que lo cambió todo…
Reconozco con muy poca vergüenza que poseo muchas amantes pero ninguna tan leal como la falsedad. ¿Y la mentira y el mentir? ¡Oh, claro que sí! Mis queridas mentiras; siempre detallistas, hermosas, atentas y embriagadoras.
Cuando en algún conato de franqueza trato de perder las consabidas formas del trampero éstas me abrazan con énfasis, apasionadamente, colmándome de besos como al tal Judas. Me saben a gloria y los disfruto del primero al último pues me han hecho ver que en cada individuo hay algo de lo que aprovecharse para beneficio propio.
Así es, sin tapujos lo admito ¡claro que sí! Soy un mentiroso patológico, un desvergonzado y un jodido fariseo de medio pelo.
Puedo serlo como el que más al igual que puedo ser tan sincero como el que menos, regodeándome de tal condición. Lo disfruto a fuego lento, cociéndose sin prisas, relamiéndome tal cual no pudiese dejar de catar un buen amontillado. Soy sin reservas un perfecto sinvergüenza y un perfecto caradura. No necesariamente en ese orden…
No me ruboriza tan apabullante naturalidad… ¿Acaso debiera? Soy profesional del embuste y del envite. Único en mi reconocible faceta de cínico considerado y adulador tramoyista. Práctico en esto de la demagogia barata; versado al momento de perfeccionar hasta la más insulsa puesta en escena. Gusto de disparar salvas en honor a la infamia, a la decepción y a la perfidia que, agradecidas me agasajan con una larga existencia de pantomimas.
Embaucador embarcado por los siete mares y pícaro de alta escuela. Sin más escrúpulos que los mínimamente necesarios por aquello de sentirme persona de vez en cuando.
De caer en la trampa del soliloquio sería capaz de escucharme a mí mismo todo el día, dándome la vuelta como un calcetín para proseguir despotricando...
¡Efectivamente! Sin paños calientes, soy deleznable y a mucha honra. Bailo el agua a esos petulantes que van de listos. Se creen que lo saben todo de mí ¡anormales! En realidad conocen lo que yo les he permitido conocer; ni un ápice más. Evidentemente me convierto en un amigo al que confiar sus más íntimos secretos…
Faltas a la verdad que no fallan en perfecta conjunción con mentiras a mansalva. Vocablos agraviantes con alta carga de perjuicio al prójimo ¡Mejor él que yo! ¿Me siguen? ¿O se les hace demasiado duro leer verdades como puños?...
¡Qué derroche! ¡Qué portentosa habilidad la mía! Ardid tan mezquino que no puedo por más que sentirme orgulloso de semejante empaque. Soy lo que dan en llamar «mala gente», en el más amplio sentido de la expresión. Persona fisgona, despreciable, repugnante y nada recomendable. Caballero de postín trajeado y pelo engominado que ninguna madre querría para su hija. Sí, «mala gente» a toda pantalla y a todo color. Hasta cuando duermo deberían alejarse de mí…
Pero díganme poniendo la mano en el pecho ¿quién no lo es? ¡Revisen su conciencia antes de hacerse los ofendidos! Todos nacemos para querer más aunque en realidad ni siquiera lo necesitemos. Viene grabado a fuego y con esta ansia innata para la mentira y el buen mentir conseguirlo torna tan fácil como quitarle el caramelo a un mocoso. Quién lo niegue, oh sí, aquél osado que rechace tal sentencia será sin duda el mayor de los embusteros.
Compendio, esbozo y retales de muecas por parte del gañán. Calculada e inflexible mirada afilada ante un no menos rápido desenfundado del dedo acusador. Flanqueado por palabras de doble sentido y verdades mentirosas sin saber cuales pesan más porque todas llevan al mismo lugar…
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engaños y traiciones, mentiras y manipulación, apariencias y egocentrismo
Editado: 30.05.2024