ALEXANDRA.
Lea, al igual que yo estaba sorprendida por lo que acaba de ver. La verdad es que Winston es muy pequeño.
—¿No es aquel el galán que te salvo de la paliza el día del cortejo?— pregunto Lea para asegurarse de que no fuera su imaginación.
—Sí, creo que es el.
—¿Y no es el niño el mocoso al que le diste abrigo en tu casa?
—No es un mocoso, su nombre es Noel. Y sí, es el.
—Como sea, debo irme estoy súper agotada— Lea me abrazo y me dio un beso en la mejilla —Nos vemos en la noche.
Vi a Lea alejarse a distancia, luego fui a donde estaba Noel junto con el hombre aquel. Noel al verme sonrió de alegría y me abrazo.
—Llegaste a buena hora Alexandra, déjame presentarte al que pronto será el nuevo sacerdote se Winston.—El hombre se puso de pie y me extendió su mano.
—¿Qué tal? Mi nombre es Erick, mucho gusto en conocerte.—dijo sonriendo amablemente.
Lo mire por un instante y es que… ¿será que no me reconoce?, ¿será que olvido que soy yo la prostituta a la que salvo de ser agredida en el cortejo? Me sumergí tanto en mis pensamientos que no termine de presentarme. De un jalón de manos Noel logro sacarme de mis pensamientos.
—Disculpe, perdón por la distracción. Mi nombre es Alexandra, es un gusto para mí también conocerte.
—Tienes un lindo nombre.—dijo Erick
—Sí, y es muy linda también, ¿verdad señor Erick?— preguntó Noel
Erick solo se rio, le puso la mano en la cabeza despeinando su cabello y no contesto ante la pregunta del niño. Por un instante me sentí extraña. Primera vez que un hombre en todo Winston no me desea y mucho menos me halaga por más santo que sea.
Erick me invito a sentarme. Pero no me dirigió la palaba y menos me miro. Parecía un ser invisible escuchando la conversación de dos personas.
—Noel, ¿sabías que tu nombre es parecido al de un personaje bíblico?—le pregunto Erick mientras el niño limpiaba sus zapatos.
—No, no lo sabía, ¿pero puedes decirme a cuál?
—El nombre de ese personaje era Noé, su historia está narrada en el libro de Génesis en la Biblia, cuenta cómo Dios, al ver la maldad del mundo y la perversidad de los hombres, decide enviar un diluvio para destruirlo, pero elige a Noé, un hombre justo, para salvarse a sí mismo y a su familia junto con una pareja de cada especie animal en un arca construida por mandato divino. Te recomiendo que la leas.
—Suena interesante— dijo el niño —pero no tengo una biblia.
—No te preocupes por eso, cuando nos volvamos a ver prometo regalarte una.
El niño lo miro y le sonrió en forma de agradecimiento, el hombre le devolvió la sonrisa con cierta dulzura en su mirada. Yo por mi parte estaba impresionada. Era la primera vez que veía a un religioso ser tan amable con el prójimo sin importar estilo de vida y clase social.
Y si, es extraño ver a un miembro de la iglesia y más con su posición tratar a los de clase baja y a las personas como yo con respeto. Los sacerdotes predicaban mucho sobre la compasión y el respeto hacia los demás, pero claramente eso no incluía a los desafortunados, sus leyes y estatutos solo beneficiaban a los nobles y poderosos. Era una aberración ver como el sistema se encargaba de favorecer a los ricos y pisotear a los desafortunados y para nadie era un secreto que la iglesia era la que mayormente promueve este tipo de actitudes.
En el parque en el que nos encontrábamos, había un hombre vendiendo dulces y caramelos.
—¿te gustaría comer algunos dulces?— le pregunto Erick al niño. Y este acento con la cabeza. Así que Erick saco unas monedas del bolsillo y se las dio al niño para que fuera a comprar los dulces. Cuando Noel se marchó, ambos quedamos solo.
Estábamos sentados en el mismo balcón invadidos por un gran silencio. Yo por miedo a ser reprendida por Erick opte por quedarme callada y bajar la cabeza.
Hasta que Erick decidió por fin romper el silencio.
—¿Cómo estás?— me pregunto.
—Bien, gracias.
—Es bueno saber eso.
Yo no sabía que más hacer. No sabía si seguir la conversación o quedarme callada, la verdad estaba un poco nerviosa.
—¿Y usted?— dude un poco de si preguntar o no hasta que por fin tome valor.
—Gracias al señor estoy bien.
Luego de que me respondiera baje la cabeza y me puse a jugar con mis dedos. Estaba nerviosa, no sabía cómo actuar, quería pararme e irme pero no quería ser descortés. Dios mío, qué situación.
—¿Eres pariente del niño?— pregunto Erick rompiendo el silencio que había entre ambos.
—No. le conteste.
—Ver la confianza que te tenia y el cariño me llevo a pensar que si.
—Noel se acaba de mudar conmigo. Nos conocimos hace poco pero desde que lo conocí, al ver su inocencia y que es un niño adorable le cogí cariño.—luego de decir estas palabras subí el rostro de Erick, quien me regalo una agradable sonrisa. —Es un gran niño— agregue.
—Sí que lo es.
Solo le pido a Dios que este hombre no le cuente a Noel a que me dedico. No quiero que se dé cuenta por otra persona que no sea por mí. Tengo miedo a como valla a reaccionar.
—Lo que hiciste con Noel es un gesto de bondad. Me alegra saber que aún hay personas buenas en el mundo, dispuestas a ayudar a los demás.
Ya que había mencionado el tema de la bondad y de ser buena persona, pensé en agradecerle por haberme salvado de aquella tremenda golpiza. Estaba dudando de si sería buena idea o no, hasta que tome el valor y lo hice.
—Ya que menciona el tema- respire un poco para tomar valor y continúe –Quería agradecerle por haberme salvado de las manos de aquel hombre el otro día.
—No tienes que agradecer. Solo te recomiendo que te cuides mucho y que no te busques problemas con esa clase de hombres agresivos y problemáticos. No todos los días aparecerá alguien dispuesto a defenderte a pesar de ser lo que eres.
—Tienes razón.
—No me mal intérpretes, cuando digo que no todos los días aparecerá alguien dispuesto a defenderte a pesar de ser lo que eres mi intención no es insinuar que no mereces respeto o ser defendida por ser una dama de compañía. Lo digo por que lamentablemente la sociedad no ve con buenos ojos la profesión a la que te dedicas.